Donde vaya maestro, pinte…y meta lonja, nomas
Los adioses para los grandes no existen.
Es tanto lo que han hecho en la vida que le han ganado al traicionero olvido.
“No soy arquitecto pero aquí está Casapueblo …”, dijo. Y fue reducto de tertulias formidables entre grandes talentos de la cultura mundial.
Carlos Páez Vilaró.
“No sé si soy pintor …en realidad, pinto lo que pienso …”. dijo. Y allí sus murales, plenos de vigor, de fuerza, de soles, de colores penetrantes, de recuerdos y de vida recorrida sin miedos.
Obras que el mundo atesora, valora y aplaude.
“Mi hijo vive …” y salió a buscarlo a Los Andes. Y lo encontró. Una ineludible cita para un padre que vio más allá del accidente, mucho más allá …
Fue una pincelada de fe, acaso la pintura más hermosa jamás vista en sus cuadros.
Pintar a la negritud fue uno de sus tantos desvelos.
Las Llamadas lo esperaron siempre en José María Roo, Paraguay, la vieja Cuareim, el conventillo Medio Mundo, el piano, el repique, el chico, los negros de Morenada, el caminar despacito, arrastrando los pies, al compás del tamboril …
Arrancó con Morenada, la clásica, la de siempre, siguió en los tiempos de hoy con C 1080, hasta hace un “ratito” para el aplauso, las fotos, el cariño y el amor de la gente del querido Barrio Sur.
Empezó “su” Llamada Carlos Paéz Vilaró.
Allí tomó por Cuareim, como antes, hacia arriba, dobló por Durazno, siguió hasta Ansina, dobló, bajó y el barrio Palermo se juntó con el repiquetear incesante …
Sí, Don Carlos, usted sabía, que estaban largándose las últimas Llamadas …
Nunca dejó de creer en que se puede seguir.
Y usted seguirá.
Lo veremos en cada mural, en cada lugar estratégico de nuestro Uruguay, de la Argentina y del mundo donde su calidad quedó firmada.
A los grandes no se les despide, ni se les dice adiós.
Se los recuerda en acción. Es la manera que sigan con nosotros.
Eso sí, donde vaya maestro .. pinte, pinte y meta lonja nomás.
Hasta las Llamadas …siempre.
