Dedicado a jugar
“La guerra no es una cosa seria porque no es una cosa de juego” nos enseñó Platón en sus Leyes y dijo José Bergamín “es tan seria o es cosa tan seria un partido de fútbol como una partida de ajedrez”, o un cuento -agregamos nosotros-, que también es cosa de juego.
Agustín Lucas, futbolista profesional desde hace diez años, poeta nato y ahora cuentista en el libro El plan B, de Fermín Méndez y de él, jugó y se formó en Miramar Misiones, club al que retorna en esta temporada, pero en la anterior fue Campeón de la B en Liverpool y junto a Méndez, escritor profesional, narraron esa peripecia en el libro. Fui invitado a la presentación y allí conocí a Lucas (con el colega “Mintxo” Méndez ya nos conocíamos). Lucas me tenía de las columnas de Tenfield y de los libros, pero no registraba mis crónicas ni puntajes de los partidos en que él jugó de zaguero y yo de periodista durante diez años (no hay caso: los futbolistas profesionales son, por condición imprescindible, muy inteligentes).
-Acá sí puedo juzgarte -le dije, blandiendo el libro que había abierto en un cuento de él.
-¡Dale! -me dijo entusiasmado.
Ahí va: El primero de los cuentos de Agustín Lucas en El plan B está mal rematado (el remate no tenés que buscarlo; tenés que encontrarle el golpe y la sorpresa sin haberlo buscado). Debería terminar exactamente diecinueve palabras antes, en “barrio” y un buen remate vale por diez aperturas buenas, pero la trama del relato está bien apretada, mérito compartido por todos sus cuentos. Su aguafuerte Liverpúl Sociedad Anónima es perfecto. Me recordó la narrativa de Tato López, esa manera simple y honda de revelar el alma de los pequeños hechos invisibles de un acontecimiento público, pero es sin duda en las miniaturas poéticas de sus relatos y en sus poemas donde aparece el Lucas más definido hasta el momento. Por ejemplo, esta apertura de un retrato a Carlos Macchi: “La piel del futbolista son los colores que usa. La piel va cambiando con los inviernos. Como un reptil, el hombre se acomoda a la circunstancia. A la circunstancia de la lejanía, de la soledad, de la fama. La camiseta es también la piel del otro. La piel fanática. La piel de gloria. Por debajo de la piel de colores, la piel se eriza. (…)”
La crónica de Fermín Méndez, llana, depurada de ripios, bien llevada en las inflexiones, carga con el mayor peso del libro, con la responsabilidad de la unidad del estilo coloquial y de mantener el color cálido y el sabor fresco de la historia de un ascenso ardientemente esperado. “Afuera de la cancha se gestó un murmullo. Tenía la sensación de estar soñando. Miré atrás. El viento se llevaba un montón de hojas rotas. Yo lo soñé. Él lo soñó. Todo negriazul lo hizo, porque no es lo mismo soñar solo. (…)”.
El lado B tiene para mí un valor agregado particular porque es un libro que hace confluir a cuatro manos fútbol y literatura (dos saberes específicos). En eso anduve bastante y lo he reivindicado siempre. Ahora es probable que tenga que volver a escribir “Agustín Lucas”, sobre algún partido de Miramar Misiones, sin que importe; pero en un pasaje de El Lado B, a Lucas una pelota le pica mal y la saca literalmente afuera del estadio; un hincha pegado al alambrado le grita: “¡dedicate a escribir!” y el jugador, identificando al hincha, replica con una cita shakespeareana: “¡Andá a la concha de tu madre!” y yo ahora, sin ninguna autoridad verdadera para juzgarlo como futbolista, lo sentencio y pontifico en firme: Agustín Lucas, seguí jugando en serio siempre y no dejes nunca de dedicarte a escribir.