De oficio a ninguno
Cuando la infamia fifagate 2014 (la 2015 va in crescendo), los jugadores uruguayos crearon el hashtag “deoficiotodosoninguno”. Era una buena consigna general porque el acusado era Luis Suárez, el “todos o ninguno” de los uruguayos demostraba que se buscaba justicia más allá de la defensa de un compañero, pero ahora que el oficio es contra un chileno yo digo, sin que me duelan prendas, de oficio a ninguno.
¡A ninguno! Tampoco a Gonzalo Jara.
Y tampoco estoy de acuerdo con la sanción a Neymar. Estuvo sin duda marcada por la exageradísima sanción a Suárez y es un poco exageradita. Claro, la Copa América va en Chile. Es en Chile, no en la cbd, donde la conmebol está recaudando parte para pagar los premios de esta Copa que dice no tener hoy el dinero para pagarlos, al punto que el Presidente de la conmebol no ha asistido al evento pretextando que está en Asunción tratando de resolver el problemita. Siempre habrá más intereses creados en esos tribunales que en una cancha de fútbol. Si no incide un arbitraje, el resultado de un partido de fútbol siempre es justo, por eso es la justicia el auténtico sinónimo del fútbol, por eso nos importa desmesuradamente si fue penal o no, si fue orsai o no, si a Luis Suárez la fifa lo persigue, si Cavani fue bien o mal expulsado y lo marcamos con la misma fuerza con que soltamos el orgásmico grito de gol. Porque por más que yerre o se venda un juez de fútbol o los tres (según audios de Grondona), todas las otras canchas de la vida están más flechadas que ésa. Eso y la ley del orsai son los atractivos que hicieron al fútbol el más popular de los juegos deportivos.
Además, de última, si los jueces están comprados, es preferible que te roben tres jueces y no tres jueces más tres o cuatro tribunales. También por eso el código de los jugadores siempre fue que las cosas de la cancha quedaban en la cancha. Un código defensivo. En defensa del fútbol primero que nada, porque la judicialización, al fútbol lo perjudica, a la larga hasta como negocio, al hacerle perder parte de su atractivo como ideal de justicia en esta vida. En definitiva, popularidad. Lo saca de su energía solar para meterlo en sombríos recovecos burocráticos. Incluso porque esos tres jueces que están en la cancha, conviven con los jugadores y hasta para traicionar al fútbol si es el caso, tienen que convivir necesariamente con ellos (siempre son más caros -en el sentido que quieran de la palabra- aunque cobren menos y, generalmente, son tan importantes, protagonistas y talentosos que pasan desapercibidos, salvo para los que van a hacer catarsis al estadio). En cambio los otros jueces están en un palco vip tomando whisky o, en el mejor de los casos, abriéndose un robe de chambre ante una nueva secretaria, mientras monitorea un plasma en la fifa (si todavía no renunció -a la fifa, no a la misma exhibición-).
Los uruguayos siempre supimos que cuanto más acuciante se hacía el negocio, más difícil existir Uruguay en el fútbol. Don Raúl Bentancur en los años setenta ya adoctrinaba a nuestras selecciones juveniles a no sorprenderse con tener que jugar contra todo, pero a veces nos dan alguna ventaja. Por ejemplo anoche, es plausible que no haya habido una orden de “sí o sí”. Pareció más bien un “si se complica…”. Tal vez quisieron subestimarnos, por error. Sandro Ricci pudo haber expulsado a Edinson Cavani cuando le sacó la primera amarilla, que fue casi naranja, aunque ya hubiese debido sacarle roja a Jorge Valdivia, pero hubiera quedado como que Chile ganaba el partido desde muy temprano, por esa dualidad de criterio tan evidente, sin la categoría con que podría ganarlo, pero en la cancha no nos subestimaron e hicieron bien y, sin embargo, no pudieron ser categóricos. Jugaron mucho para el costado, no intentaron tanto como en otros partidos los pases entrelíneas, el juego más profundo y las llegadas claras que los caracterizó, en lo que va del campeonato, como el mejor equipo, se defendieron mucho con la pelota (saben hacerlo mucho mejor que nosotros). Hasta que llegó el momento, faltando pocos minutos para el final y para los penales, en que estaba más que complicado y ya no alcanzaba con flechar y ocurrió lo normal pero demasiado evidente y obsceno; luego pornográfico.
Dice el maestro Tabárez que a él le hubiese gustado perderlo de otra manera. No comparto ese gusto. Perder sin que el resultado lo determine el arbitraje puede que te enseñe más de las virtudes del rival y de los errores propios, pero perder con un resultado irredento te da un plus para el partido siguiente. No sé qué es preferible. En cambio, por mis hermanos chilenos me hubiese gustado que nos ganaran de otra manera. Nos han ganado partidos justos, con Bielsa, con el propio Sampaoli y nos han ganado con Acosta pero una vez sin confundirse, sabiendo que sacrificaban de entrada a un jugador sustituible para sacarnos a Francescoli. Ahora esta manera de ganar de anoche tiene un gran riesgo. No es que me parezca mal que hayan ayudado a los errores de la terna, sino que les fue fácil hacerlo tardíamente y eso puede confundir, como eso otro de empezar a tocar sin mirar la pelota cuando faltan dos minutos y somos once contra nueve. Es un riesgo cierto para el partido siguiente, un riesgo que era innecesario (alguno dirá que el partido que le importaba era ése; pero no es así, ése ya lo tenía ganado). Seguro que siempre a todos les resulta difícil ganarle a Uruguay porque aún ganándoles cuatro a cero en el Centenario, como alguna vez a Chile, siempre les hemos jugado, a todos, profesando.
Tal vez no juegue Jara (quizás no lo necesiten y lo sancionen o no lo pongan por otros motivos), aunque probablemente, encima de que fue mal expulsado, los tribunales sancionen sí a Cavani (que sí lo necesitamos, como a Suárez), pero “¡de oficio a ninguno!” Defendamos también a Jara. Que juegue y que lo enfrentemos en las Eliminatorias y que le ganemos sin que lo determine el arbitraje.
A nuestro fútbol menos que a ningún otro le conviene otras canchas que no sean las de césped, porque seguimos siendo portadores vigentes de los más molestos antecedentes para la cortedad del negocio (quizás sólo nos superó Maradona cuando dejó a Italia afuera de su Mundial).