Crónica de viaje (9): miles de uruguayos sin entradas que en la reventa valían U$S 1.000
Escribe: Atilio Garrido / Fotografías: Fernando González (enviados especiales)
San Pablo amaneció con cara feucha este día del natalicio del Gral. José Artigas. Llovizna y frío, cuando a las seis y media de la mañana entramos en actividad. El desayuno, un baño, una rápida lectura a “Folha de San Paulo” y los titulares que llaman la atención. Según el matutino paulista son 12.000 los uruguayos que llegaron hasta detrás de la ilusión celeste. Agrega la publicación que hay 35.000 chilenos eufóricos en Río de Janeiro y nada menos que 10.000 colombianos coparon Brasilia para seguir hoy a sus selección ante Costa de Marfíl. Los chilenos ayer se pasaron de la raya. Sin entradas, ansiosos por ver el partido ante España, se metieron de pesados en Maracaná, entraron por la sala de prensa, rompieron todo y generaron un lío bárbaro. Lo lindo del caso es que el domingo, fueron los argentinos quienes iniciaron este tipo de “copamiento futbolístico”, también en Maracaná. La situación no trascendió como la de ayer por la falta de imágenes televisivas, lo que demuestra el poder que tiene la tele para que un episodio trascienda o no. “Folha de San Paulo” lo menciona en su crónica señalando que “los argentinos hicieron lo mismo el domingo”. Agrega que fuentes de la Seguridad Pública de Río dicen que la FIFA no pidió policías en la puerta del estadio y que las barreras montadas eran preventivas. En cambio, miembros del Comité Organizador Local aseguran que la Policía Militar debía bloquear el pasaje de quienes no tenían ingresos. En suma, se pasan la pelota de una cancha a la otra en busca del culpable, mientras las imágenes de las hordas chilenas dejan mal parados a todos los sudamericanos ante los ojos del mundo. ¿Alguien piensa que en Japón puede ocurrir algo similar? ¿O en Alemania o Inglaterra? ¡Por favor!
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A las 9.00 hora salimos en la camioneta con el “Gallego” González y “Chelo” Ruíz Díaz, encargado del armado de la “Cámara Celeste” de Sergio Gorzy, rumbo al estadio Arena de Corinthians. Nos llamó la atención el escaso tránsito y la velocidad con que se desplazaba el vehículo cuando llegamos a la Avda. 3 de mayo, la principal arteria de esta ciudad monstruosamente habitada por 21 millones de habitantes según el censo de 2010. Esa avenida corta a la ciudad por la mitad, del centro hacia el sur, como si partiera al medio una horma de queso, con la particularidad que sobre ella en forma paralela y haciendo un ángulo recto, pasan interconectándose, todas las otras vías dobles que conectan con los barrios. Siempre, absolutamente siempre y especialmente en horas de la mañana y al caer la tarde, los “tapones” coches son tradicionales. ¿Qué ocurría ésta mañana para que esa vía Avda. 3 de mayo, donde normalmente a esta hora los autos andas a paso de mula, hoy se asemejara a una pista de carrera? Muy simple. A propósito de la Copa del Mundo, la gobernación de San Pablo tomó una decisión que viene siendo muy criticada a pesar de su eficacia. ¡Cada día que se disputa un partido en esta ciudad es feriado! No se trabaja. Entonces, las vías de tránsito están libres.
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En el parabrisas de la camioneta pegamos el parking otorgado por la FIFA. El E5 de color amarillo. La camioneta dejó la Avda. 3 de mayo y tomó la autopista hacia el sur, rumbo al estadio. Al llegar a un punto donde el día anterior seguimos derecho hacia la Arena de Corinthians, un gigante cartel luminoso con la leyenda “imprensa”, desvió el rodado hacia la derecha. El chofer se extrañó. Seguimos un largo y terminamos rodeando el estadio por un costado para llegar a él por la parte atrás. Por allí estaba autorizado el paso de vehículos para la gran cantidad de estacionamientos que se encuentran en las inmediaciones del escenario. Cuando llegamos hasta allí, una barrera y gran cantidad de efectivos de la Policía Militar impidieron totalmente el paso. No sólo de los vehículos, por más que estuvieran autorizados, tampoco de los periodistas y de los aficionados que con sus entradas o sin ellas, pugnaban por entrar. ¿Qué ocurría? Me bajé a preguntar. Me informaron que la Policía Militar se encontraba “barriendo” todas las inmediaciones del estadio para sacar a vagabundos, muchachos que andaban en bicicleta y que pugnaban por entrar. Lo lindo del caso fue que el operativo comenzó a las nueve de la mañana. Ante esta información recibida, extraje de mi bolso donde llevo todos los pertrechos, un grueso librito de 276 páginas escrito en letra muy chica, que se titula “Guía da imprensa Copa do Mundo da FIFA 2014”, que entregaron a todos los periodistas cuando se acreditaban. Tomé en su momento la precaución de leerlo. Recordaba que en una hoja figuraban los horarios de apertura y cierre de las Salas de Prensa. La busqué con paciencia ante la atenta mirada del Policía Militar que me atendió. ¡Hasta que la encontré! Y se la leí. Allí se indicaba que en “Días de jogos na Estádio” el recinto para los periodistas se abría a las 9.00 horas y se cerraba “4 horas até apito final”. El reloj marcaba las 9.45 horas. La leyó y… no pasó nada. Pero ahí estaba un “voluntario” de la FIFA que me pidió fotografiar la hoja con el teléfono celular. Seguramente la envió hacia algún lado. A partir de ese momento hablaron por radio no sé a dónde y al final abrieron el pasaje a las diez de la mañana.
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Mientras nos encontrábamos conversando con los policías y los “voluntarios”, un grupo de hinchas de Uruguay se acercaron preguntándonos por la compra de entradas. Extrajimos la cámara y filmamos un video para la “Cámara Celeste” que subimos hace ya varias horas. Nos contaron dos historias en dos sentidos diferentes, que las han vivido miles de compatriotas de los 12.000, que se calcula llegaron a San Pablo para alentar la ilusión celeste. Los que se vinieron sin entradas en la búsqueda de comprar en la “reventa”. A esa hora de la mañana el precio en el mercado negro trepaba a los mil dólares, es decir 22.000 mangos uruguayos. Los compatriotas, en sus declaraciones que están en el video registrado, en principio dudaban. Pero, luego, se resignaban confesando que no tendrían otro remedio que caer en las garras de los revendedores. Otros, en este caso un compatriota de cierta edad, con el mate y el termo en sus brazos, contó que compró hace meses una entrada en un sitio de internet que no era el oficial de la FIFA. Pagó 736 dólares. Desde ese momento estuvo en contacto varias veces con los vendedores anónimos que se comprometieron a entregarle la entrada en el hotel de San Pablo al que llegó. Claro que en el momento de meter en la web el “click” en comprar, automáticamente se cargó en su tarjeta de crédito el monto pactado. Cuando llegó a la capital paulista aguardó el cumplimiento de lo pactado en su hotel. No hubo caso. Se dirigió a la oficina de FIFA y allí encontró la única respuesta posible: “Señor, Vd. compró en el mercado negro, la FIFA no tiene ninguna responsabilidad”. Al compatriota, desolado, engañado, “le vendieron un tranvía” o “le hicieron el cuento del tía”, como se decía entonces en aquel Montevideo sin twitter, internet ni Facebook, donde las transacciones comerciales de cualquier tipo era más difíciles por la ausencia de medio tecnológicos, pero una vez cerradas cara a cara y con un apretón de manos, no se necesitaban documentos por la palabra tenía la misma validez de un contrato. Salute.
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