Crónica de viaje (5): en el “Castelao” nació la táctica del Campeón de la Copa de Oro
Escribe: Atilio Garrido / Fotografías: Fernando González (enviados especiales)
¡Vivir es recordar! Cuando Dios desde allá arriba o el destino, te marcan una existencia con un tránsito intenso por la tierra, se van acumulando en ese “cajón de turco” que es la memoria, una cantidad de episodios. Aconteceres que en la inmediatez del momento se atesoran, pero no se valoran en toda su dimensión. Esos hechos pasados, en cambio surgen más bellos cuando el sol de la vida comienza a alumbrarte desde atrás. En tu espalda… Lo de “jonca de turco”, para los botijas que de pronto se animan a leer estas crónicas, viene del tiempo viejo de Montevideo, cuando los emigrantes de ese país –y también los judíos- llegaron a nuestra tierra en busca de ganarse su lugar bajo el sol a fuerza de sacrificio y tesón. Te estoy batiendo historias de más de medio siglo atrás. Entonces, con dificultades para conseguir un trabajo estable, salían a vender por la calle, puerta a puerta y en cuotas, artículos necesarios para el hogar. Llevaban una libretita de tapas negras donde anotaban el nombre del cliente directo que conseguían, la dirección y el número de cuotas. Vendían las cosas más variadas. Agujas e hilo para cocer, destapadores, medias, bombachas, calzoncillos, camisetas de aquellas que parecían de básquetbol de color blanco y otro tipo de baratijas. El comprador no firmaba ningún documento que lo comprometiera. ¿Por qué? Porque era un mundo, un Uruguay, donde la palabra valía mucho más que una firma. Y cada mes, el turco o el judío caía por la casa, golpeaba, cobraba la cuota y de paso, te vendía algo más. Allá en mi casa de la infancia que estaba en la orilla de Villa Muñoz que era el “barrio de los judíos”, estaba el “turco Valentín”, que era israelita pero todos lo llamaban así. Pocos conocían su apellido. Cada mañana, en horas tempranas, salía de su apartamentito de la calle Yaguarí cargando el famoso cajón. Se iba caminando y volvía al caer la tarde. Allí lo esperaba su señora, una judía chiquita, con el sufrimiento en el rostro de los años pasados antes de llegar a Uruguay. Tuvieron un solo hijo varón, al que dieron estudio y educaron en esos mismos valores del esfuerzo y el sacrificio. Unos años mayor que yo, pertenecía a la barra de los muchachos del “boliche”, cuando los barrios montevideanos se caracterizaban por la misma costumbre española. ¡Un “chelibo” en cada esquina! El de la esquina de Garibaldi y José L. Terra se llamaba “El Tanque”, en homenaje al tanque de nafta que aún hoy está enfrente. Punto de reunión, de copas, de cuentos y de esperar ansiosos el llamado de alguna botija al único teléfono negro que siempre estaba allí, sobre el mostrador de mármol, al lado de la caja, para que al dueño –gallego obvio-, ningún cliente se le escapara sin pagar la llamada… El hijo de esa pareja de judíos sacrificados se llamaba Valentín Fain. Hizo carrera en las oficinas de CUCTSA donde llegó a un cargo alto. ¡Vaya a saber por dónde anda! ¿Y dónde andarán aquellos “chochamus” mayores de la barra, a los que mirábamos con admiración, desde nuestra adolescencia? Eran Haroldo, “Cocó”, el Sildo, Nelson Persel, Juancito…
.x.x.x.x.x.
¡Pa’me fui al “joraca” tratando de explicarle a los gurises de hoy, que son los que entran en internet, algo muy típico de aquel tiempo que se fue! Tan tradicional e histórico, que fue de esa forma y manera que nacieron las compras a plazo. Por en ese tiempo donde los turcos y judíos vendían puerta por puerta, ninguna casa de venta de cualquier producto, vendía en cuotas. Bueno, retomo el hilo sobre el pasado que va quedando atrás a medida que achica el rollo del hilo de la vida. Esta mañana, a las 9.30 cuando llegamos al Estadio Castelao con el “Gallego” González y “Chelo” Ruíz Díaz, editor de “Cámara Celeste” de Gorzy, interiormente sentimos un cosquilleo extraño. Aquí mismo estuve el 27 de agosto de 1980, cumpliendo funciones periodísticas como enviado especial de “El Diario” y Radio Carve, en un partido amistoso que disputaron Brasil y Uruguay. Fue un encuentro que resultó clave para el futuro inmediato de la celeste que culminó con la conquista del título de Campeón de la Copa. También, para la historia de Fortaleza, ese encuentro adquirió características históricas. Vale la pena recordar ambas, para que no se pierdan sepultadas por “el olvido que todo destruye”, según bate el tango con sabias palabras.
.x.x.x.x.
Este estadio donde hoy juega Uruguay por segunda vez –cosa que pocos saben-, fue construido y pertenece al gobierno del Estado de Ceará. Se inauguró en 1973 con sólo las dos tribunas sobre los largos del campo de juego. Detrás de los arcos sólo existía un muro. Su ampliación se debe al catolicismo. ¡Sí, aunque no lo crean! Cuando Juan Pablo II, el Papa que comenzó a sacar del Vaticano la religión para extenderla con su presencia como jefe de la iglesia por el mundo, marcó su visita a Fortaleza, la ciudad más popular del famoso “nordeste” del Brasil. Previendo una concurrencia que superaría todas las previsiones, se construyeron las dos tribunas cabeceras del escenario cuyo nombre oficial es el de Aderaldo Plácido Castelo. De ahí, como ocurre en todo Brasil donde todo es “o maior do mundo”, quedó popularmente como “Castelao”. ¡Aquella visita papal con misa en el “Castelao” fue una conmoción y una fiesta!
.x.x.x.x.x.
Esa ampliación que en aquel momento convirtió al “Castelao” en el mayor estadio del Nordeste, determinó una decisión también histórica de Confederacion Brasileña de Deportes. En enero asumió la presidencia Giuliete Coutinho poniendo en práctica una política “caza votos”. Por primera vez el “scratch” –como llamaban a la selección-, jugó un partido fuera de las plazas habituales de Río, San Pablo, Porto Alegre y Belo Horizonte. Si para el fútbol brasileño aquel enfrentamiento ante Uruguay tuvo esas características, para la celeste también, aunque referido a los aspectos tácticos. Roque Gastón Máspoli y el Prof. Jorge Trigo componían la dupla técnica de Uruguay. No existían los ayudantes de golero y de entrenador. Estaba planteada en nuestro país la discusión táctica entre seguir “la nuestra” o adaptarse al renovador sistema de juego puesto en práctica con todo éxito por Juan Martín Mujica y el Prof. Esteban Gesto en Nacional, con la marcación de libero y stopper. Con ese esquema los tricolores lograron el título de Campeón de la Copa Libertadores. El éxito permitió que en “El Diario” iniciáramos una campaña para que la dupla técnica de Nacional, cuya base de jugadores debía constituir la de la selección, tomara la conducción de los celestes. Aquí en Fortaleza el que armó Roque fue con Rodolfo Rodríguez; el “Chico” Moreira, el “Indio” Olivera, Hugo De León y Diogo (suplantado por el “Perro” Rodríguez, un lateral de River) en la línea final. En el medio el “Chifle” Barrios, Agresta (ingresó por él Krasouski) y Eduardo de la Peña (después Arsenio Luzardo), y adelante Vargas, Victorino y Venancio Ramos. Los brasileños dirigidos por Telé Santana tenían el mismo equipo que meses después enfrentaría a los celestes en la final de la Copa de Oro. Estaban Sócrates, Paulo Isidoro, el zaguero Oscar, Tita, el endiablado puntero Renato, el excelente lateral Junior, Batista y otro. El juez era de Brasil (Luis Carlos Félix), como se acostumbraba entonces. Por orden de Máspoli el equipo salió a jugar con línea de cuatro en el fondo. Brasil arrancó a toda máquina dándole un baile bárbaro a los uruguayos con Sócrates de atacante en punta moviendo la batuta. A los diez minutos, cuando ellos llevaban tres goles errados y salvados por Rodolfo, el golero capitán de Uruguay le pegó un grito a su compañero De León. Un grito que fue una orden:
-“¡Hugo, como en Nacional!”
Y De León se fue a marcar al hombre a Sócrates, como lo hacía en el equipo de Mujica y Gesto. Brasil bajó las revoluciones al ser bloqueado el cerebro que movía todos los hilos del ataque. El partido se emparejó. Recién a los 75’ llegó el gol de Getulio con el que Brasil logró la victoria. Fue tanto lo que Hugo De León jugó en ese cotejo, que el Gremio de Porto Alegre inició las gestiones por su transferencia. Y Uruguay, con el esquema de Nacional, siguió su camino rumbo a la conquista gloriosa de la Copa de Oro. Salute.
Aquí todas las crónicas de viaje anteriores en un click