Como agua en el desierto
Los triunfos que consiguió Nacional en los dos partidos clásicos ante Peñarol impactaron positivamente en todos los aspectos y sentido en el club tricolor. Sin dudas, tuvieron un valor extra.
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Lucas Morales, Sebastián Coates y Diego Polenta, en el abrazo eufórico y el venezolano Rómulo Otero, con los brazos abiertos, tras la conquista del triunfo clásico que los coronó campeones de la Supercopa uruguaya.
En el fútbol, mandan los resultados. El triunfo, muchas veces, se excusa como apaciguador sobre otros factores (deportivos y extradeportivos) que pierden relevancia sobre dicho resultado.
En definitiva; si un equipo gana, mayormente, el efecto de su victoria toma protagonismo por sobre un eventual funcionamiento colectivo e individual o sobre cualquier otro elemento extradeportivo que involucra a un club. Y más aún, cuando éstos triunfos se registran en partidos clásicos. Parecería que todo está marchando bien.
El claro ejemplo que explica y refleja el párrafo anterior, es el momento actual que vive Nacional. Porque el tricolor viene de ganar dos clásicos consecutivos ante Peñarol en sólo seis días (Serie Río de La Plata y Supercopa Uruguaya) y ambos triunfos le vinieron como anillo al dedo para dejar atrás, al menos por unas semanas, la oscura temporada que vivió el año pasado, y augurar un presente y futuro con mayor expectativa. Naturalmente, el tricolor se intimó a si mismo a cambiar el chip.
En ambos partidos, Nacional no exhibió un fútbol avasallante ni tampoco sometió futbolísticamente a Peñarol, sino que, quizás, tuvo más jerarquía en el área rival y ello le bastó para conseguir los triunfos. Lo cierto, es que cuando se trata de clásicos, poco importan las formas y los caminos para lograr la meta. Nacional ganó, y punto.
Y estas dos victorias resonantes que obtuvo, le significaron poder sacarse una pesada mochila de encima que sostenía desde que terminó la temporada pasada, donde no cumplió con sus objetivos. Al menos, por unos días.
TRIUNFOS CON VALOR EXTRA
El haber ganado los dos partidos clásicos le permitió a Nacional cierta calma en todos sus aspectos: a nivel directivo, a su cuerpo técnico y a los propios jugadores. Nacional necesitaba la paz que consiguió como agua en el desierto.
Es cierto que luego de vivir un 2024 colmado de frustraciones, el tricolor está sometido a dar una muestra de rebeldía en este 2025. Pero para lograr el objetivo final, primero, debe ir paso a paso. Allanando etapas. Y superando desafíos decisivos, como por ejemplo, ganar partidos de la magnitud de los que ganó la semana pasada ante su rival de todas las horas.
Estos resultados positivos permiten pausa y reflexión para determinar el camino a seguir. Contagian seguridad, confianza y crece la esperanza. Conceden cierta tranquilidad en todos sus ámbitos en un momento crucial de temporada, en el cuál, el hincha está más susceptible de lo normal porque presiona, cuestiona, exige y sobredimensiona una realidad excesiva donde todo se puede volver cielo o infierno en cuestión de 90 minutos.
Con estos triunfos, tan trascendentales, que salpican y envuelven a propios y ajenos, la dirigencia tricolor, en cierto modo, respira hondo de cara a la transformación y renovación de plantel con un solo objetivo: cambiar la pisada. En cierto modo, deja de alertarse y agitarse a contrarreloj en el mercado de pases para mirar el futuro desde un lado más apacible, a modo de poder encontrar la forma más apropiada para revertir la pobre imagen deportiva que mostró en el año anterior.
CONCLUSIONES CERTERAS
Independientemente, de la importancia y el valor extra -en todo sentido- que demandan los partidos clásicos, en cierto modo, desde lo futbolístico, estos encuentros de verano evidencian conclusiones de cancha muy valiosas y relevantes para los entrenadores. Conclusiones certeras.
Por el momento de la temporada, que recién emerge. Porque los técnicos necesitan ver y analizar a los futbolistas nuevos. A los que llegaron. A los jóvenes. A los que tienen poco vistos. Y también, porque los entrenadores necesitan ir tomando nota y sacando conclusiones sobre el armado de plantel de cara a la temporada entrante y despejando dudas sobre un posible once titular para el debut oficial.
Para Lasarte, han sido muy auspiciosos los partidos clásicos. Porque en la cancha, se han evidenciado algunas deducciones que dejaron una certera ‘pista’ de cara a futura. Por ejemplo, algunos nombres nuevos que parecerían haber tomado ventaja en sus respectivos puestos. Veamos…
Lucas Morales
Tras la salida de Leandro Lozano a Argentinos Juniors, el puesto como lateral derecho quedó vacante en Nacional. Al mismo tiempo, la repentina contratación de Emiliano Ancheta era un claro reflejo de que el exfutbolista de Danubio llegaba para ser el titular en el puesto. Sin embargo, hubo una aparición en pleno auge de pruebas que forzó un giro drástico a esta eventual conclusión.
La prueba de Lucas Morales como lateral derecho de Nacional en el torneo de verano fue superada con éxito. Una prueba, que ascendió su puntaje individual en los partidos clásicos consiguiendo un rendimiento óptimo, en un puesto que aún no tiene dueño. Aunque, dicha posición, ahora cuenta con un reciente antecedente que dejó una huella relevante.
Morales, de 25 años, quien regresó de su cesión de préstamo desde Wanderers, donde jugó a gran nivel en 2024 marcando 5 goles y 6 asistencias en 36 partidos jugados, demostró estar a la altura del desafío a cumplir exhibiendo una destacada labor en los tres encuentros que le tocó jugar como titular.
Potencia, velocidad, entrega suprema y poder ofensivo, es lo que suele brindar Lucas Morales desde sus características como lateral derecho. Hoy, se ganó la titularidad.
Julián Millán
El colombiano, de 26 años, llegó para ser titular en la zaga central de Nacional; y hasta el momento, ha demostrado todo su potencial cumpliendo una labor con éxito en dicha función. También es cierto, que su posición es la misma que se desempeña el actual capitán, Diego Polenta. Y ello abre la interrogante. En definitiva, habría lugar para uno solo. El desafío que tiene Millán por delante no es para nada sencillo.
Sin embargo, el entrenador Lasarte ha evidenciado en estos partidos que no le ha temblado el pulso a la hora de tener que excluir a su capitán del equipo. Y vale aclarar, que el mismo Polenta se ha mostrado maduro y prudente ante esta situación deportiva entendiendo y respetando las decisiones del técnico.
Millán, ha demostrado ser un zaguero central de perfil zurdo, rápido y expeditivo. Inteligente para leer los anticipos y muy aguerrido para la marca en las divididas ante los rivales.
Su buena técnica para salir jugando con pelota desde la defensa y su interesante criterio para buscar el momento para poder hacerlo, lo dejó en evidencia en estos partidos. Actualmente, se ganó su lugar en la zaga junto a Sebastián Coates.
Franco Catarozzi
El volante, de 24 años, recibió la confianza del entrenador en reiteradas ocasiones ya que jugó como titular en tres de los cuatros partidos que disputó Nacional en este 2025.
Catarozzi se paró como doble cinco, acompañando a Christian Oliva en mitad de cancha. ¿Su función? Fue el volante que, cuando su equipo no tuvo la pelota, se dedicó a cumplir el pedido de Lasarte -de salir de la línea media a presionar en zona alta-. Intentó ser el mediocampista de desahogo para los extremos haciendo el trabajo de asfixia ante los rivales. Lo hizo bien.
Cuando su equipo tuvo la pelota, la pidió y buscó ser opción para transformarse en el encargado de la distribución de juego. De todas maneras, esto último no lo cumplió a la medida. Sobre todo, le costó, por la superposición que tuvo con Oliva, quien ha sido el volante más retrasado y de equilibrio. Y por su jerarquía, trayectoria y calidad, casi siempre y naturalmente, éste último fue el protagonista de la generación de juego de su equipo.
En definitiva, se podría decir que Catarozzi, tuvo buenos momentos sin pelota. Cumpliendo el rol táctico casi que a rajatabla. Pero a la hora de tomar la responsabilidad del juego, le faltó entenderse mejor con Oliva y una mayor confianza en la toma de decisiones.
¿Titular? Hoy, sí. Se ganó el puesto como volante central mixto, de juego. Sin embargo, el arribo próximo de Luciano Boggio (reciente y flamante incorporación de Nacional) abre la interrogante de cara a futuro porque ambos comparten las mismas características. La titularidad entre ellos dependerá de varios factores, como por ejemplo, de lo que cada uno le pueda demostrar al entrenador.
Bruno Damiani
El centrodelantero, de 22 años, quien volvió a Nacional en este 2025 de su préstamo desde Boston River, tuvo que someterse prácticamente a pruebas de fuego en todo sentido en estos encuentros de verano.
No solo porque tuvo que demostrar sus cualidades como referencia de área, sino también porque su continuidad en el plantel tricolor, en cierto modo, dependía exclusivamente de su rendimiento personal en estos partidos.
Después de una evaluación minuciosa, casi que con lupa por parte de Lasarte, el delantero logró complacer los requerimientos del entrenador y que su desafío a “prueba de fuego” finalice con final feliz, gracias a que cumplió con el pedido y las exigencias del técnico, quien decidió que se quede en el club.
¿Titular? Hoy, quizás sí. Y se lo ganó por méritos propios. ¿En un futuro? Difícil. Porque la llegada del chileno Eduardo Vargas, con toda su trayectoria, jerarquía y calidad, le implicaría al trasandino una titularidad casi que natural y lógica. Sin reproches ni cuestionamientos.
Lucas Villalba
Lucas Villalba, de 23 años, tuvo su anhelado debut en el primer clásico cuando ingresó a los 61 minutos. Primera pelota que tocó, hizo un desborde hasta el fondo y la jugada casi terminó en gol de Bruno Damiani. Después, cada vez que tuvo contacto con la pelota, generó acciones de peligro exponiendo un cambio de ritmo impactante. Y para rematar, en la última jugada del partido, el propio Villalba marcó el 3:1 para su equipo sentenciando un estreno soñado. Además, con un lindo gol para el recuerdo.
Es cierto que sus pocos minutos en cancha no fueron suficientes como para despejar un análisis profundo en un futbolista y sacar mayores conclusiones. Pero la realidad indica que, Lucas Villalba, en el poco tiempo que le tocó jugar, deslumbró al público tricolor, que se frota las manos de cara a futuro.
En principio, no será titular. Pero la gran aparición de este extremo, quien llegó desde Montevideo City Torque, significó buenos augurios para Nacional y para su entrenador. Porque se trata de un jugador que, ingresando desde el banco de suplentes, ha demostrado ser una alternativa interesante para romper los esquemas del rival y destrabar ciertos partidos.
Nicolás Rodríguez y Jeremía Recoba
Si bien, no son jugadores nuevos porque ambos estuvieron en la temporada pasada en Nacional. Tanto Rodríguez como Recoba, dejaron muy buenas sensaciones en zona de volantes en dos puestos (extremo derecho y extremo izquierdo) que estaban pidiendo a gritos su dueño.
Tan buenas fueron sus respectivas producciones, que Recoba fue considerado el mejor jugador de la cancha en el clásico por la Supercopa Uruguaya. Tácticamente, fue un vendaval por la banda izquierda cumpliendo un trabajo a rajatabla en defensa y ataque. Además, hizo el segundo gol de su equipo. Está cada vez más afianzado por el extremo zurdo y se ha vuelto un jugador completo.
Rodríguez, en tanto, gestó un trabajo a destajo físicamente. Ganó y perdió. Pero combatió y batalló en zona de volantes cumpliendo un rol táctico implacable. Es un jugador versátil, moderno, que puede adaptarse a varias funciones en la cancha. Habitualmente, cumple su función con éxito.
¿Son titulares? Recoba, tiene su puesto casi asegurado como extremo izquierdo. Rodríguez, en tanto, tendrá por delante el desafío de seguir cumpliendo roles. No será tarea sencilla ganarse su lugar en el once titular, pero es un futbolista que no pasa desapercibido para el entrenador porque siempre es primera alternativa y es tenido en cuenta gracias a su polifuncionalidad.