Cinco letras en pos del éxito…
Con un equipo ya campeón del primer campeonato corto del año (aunque paradójicamente termine en el último mes) y luego de observar a Antonio Pacheco y Darío Rodríguez en los moderados festejos en la cancha desempeñando el rol de líderes de ese equipo me surgió una pregunta.
Pregunta que se refuerza cuando pienso en la Selección Uruguaya o en el otro equipo grande de este país. Se me vienen a la cabeza nombres como el de Sebastián Abreu, Diego Lugano, Paolo Montero, Richard Morales, Pablo Bengoechea y otros más atrás en el tiempo que en muchos casos trascendieron lo futbolístico y son recordados como referentes dentro y fuera de la cancha.
La pregunta que me surge tiene que ver con los líderes y su importancia. ¿Puede un equipo obtener logros deportivos sin una consolidación grupal y un liderazgo claro y bien definido?
Seguramente si repasamos la historia del fútbol mundial podamos decir que si, pero los ejemplos son sin duda menores que en aquellos grupos humanos en donde los liderazgos son claramente marcados.
El rol del líder parece fundamental. Un buen líder con su accionar desarrolla “equipos” utilizando la mezcla adecuada de lealtad, motivación y confianza que todo ser humano necesita para creer y emprender en pos de los objetivos grupales.
El sentimiento de pertenecer a un equipo de trabajo perdura a través del tiempo, y aunque en algunos casos haya dejado de pertenecer a ese equipo, ese sentimiento de lealtad perdura.
El líder estimula una atmósfera agradable, reduce los conflictos y promueve el ajuste individual al grupo.
Me es inevitable entonces pensar en nombres como el de Juan Ramón Carrasco y sus equipos. Un hombre que como jugador estampo su nombre no solo por lo futbolístico, sino también por su fuerte personalidad.
No necesariamente el capitán es el líder anímico, pero en general el capitanato y el liderazgo se conjugan.
Los equipos de Carrasco con capitanatos alternados en todos los partidos, demuestra en forma implícita y explicita, que el liderazgo no está en el equipo sino en la conducción técnica. Y allí me vuelve a surgir la pregunta: ¿Eso es lo mejor o lo más conveniente para un plantel? ¿Realmente el sistema puede estar por encima de los liderazgos? O por el contrario, es el técnico quien debe respaldar a esos líderes a conciencia de que son funcionales (y a la vez indispensables) para que los engranajes de ese sistema funcionen aceitadamente en bloque y sin fisuras.
El líder crea sentimiento de pertenencia, identificación y sentimiento colectivo. Sin duda el ánimo colectivo de un plantel va más allá de lo que el cuerpo técnico pueda transmitir. Lograr que un conjunto humano (en busca de un objetivo común) deje de ser una suma de individualidades para consolidarse como un colectivo sinérgico depende en gran medida del tipo de líder que tenga ese colectivo.
En conclusión… Peñarol es campeón y seguramente mucho tengan que ver nombres como el de Antonio “Tony” Pacheco y Darío Rodríguez, ídolos para el afuera y lideres puertas adentro del vestuario!