Aventuras en el paraíso
“Una muerte desesperante, en un mar de imprudencias” es el título de una tragedia ocurrida en una playa de Canelones, pero me conmovió la frase y después de leer la nota me identifique con la periodista, porque dice algo real, conversando con su entrevistado, que le estaba pidiendo ayuda.
Ella dice:
– ¿Sabes que mi herramienta más potente es contar historias?
Él le responde:
– ¡No, tu herramienta más potente es tu corazón!
Ella (Paula Barquet, periodista) escribió con ambas…
El tema dejó mis dudas, ¿Con qué escribo yo?
Mejor dicho, con qué narro mis anécdotas, no podía poner que mi herramienta más potente son mis historias.
Entonces me cuestiono…
Mi herramienta más importante es haberlas vivido, estuve en mis historias, fui protagonista, las sentí en carne propia, las que me cuentan mis colegas las siento igual, pero solo escribo las que me llegan al alma.
Ahora sí, narro de mi vida, con mi vida y de corazón. Me voy descubriendo a mí mismo, estas herramientas las tenía y no me daba cuenta. Había que encontrarlas.
Tiene sentido lo que escribo, tenía que dejar hablar al corazón.
Transitando ese camino voy encontrando almas gemelas, historias parecidas, vividas en otro tiempo, parece que cuando termina un camino, comienza otro, algo incoherente si lo analizamos fríamente, pero es real. El mundo gira, la pelota también y comenzamos otra vez a correr detrás de ella, frenar, cambiar el ritmo, saltar, caer y levantarse rápido. La pelota nos está enseñando a vivir, otros golpes vendrán, de atrás y por la espalda, después, cuando ya nadie juegue, ni haya espectadores que nos recuerden que tenemos familias, ni tampoco un juez que castigue las faltas. Aparece la familia, la que siempre estuvo, la que jugó sin haber entrando a la cancha, la que aplaudió aunque le hayas errado, la que te tendió la mano cuando nos caímos.
En ese camino también encontramos frases lindas, como la de Fiodor Dostoievsky, que compartimos y que nos inmortalizan:
“Creo en la vida eterna de este mundo, hay momentos en que el tiempo se detiene de repente para dar lugar a la eternidad”.
Y es cierto, cuando recordamos esos momentos que están tan claros en nuestra memoria, pero como siempre, cuando alguien nos recuerda que pasaron 40 años, siempre es tu señora o tus hijos,… cambiamos de siglo, me dicen, eran los ‘70 los ‘80. ¡Qué rápido pasaron los años! “Parece que fue ayer” que estabamos bailando el twist, lambada o las cumbias. Viejo dicho por nuestros padres, pero siempre actual. Esa generación cuando lea me va a entender y dar la razón…
“Cada noche, antes de dormir, no tenemos garantía ninguna de que estaremos vivos en la mañana siguiente, pero, todavía así, colocamos el despertador para que suene.
El nombre de eso es ESPERANZA”
Con esa Esperanza es que comienzo cada narración, siempre cuestionándome, si esto o aquello es lo mejor para escribir, a veces no combino con ex colegas míos, de mi época o de otra generación, por los tiempos o porque alguno no quiere contar lo vivido, es así que vuelvo sobre mis pasos.
Viví 5 años en México, lo conocí de punta a punta, hermoso por donde se lo mire, sus ciudades, su gente, rodeado por los 2 océanos y también por el Caribe. Su historia una de mas las ricas del mundo, hacía 38 años que no volvia a esta inolvidable tierra mexicana que tantos lindos momentos he vivido, hubo también de los otros, pero se olvidan rápido…
Fue así que aterricé en Cancún, nunca lo había visitado en mi larga estadía en dicho país. Así que me saqué las ganas de conocerlo. Un turista más de los miles que anualmente conocen esa paradisíaca parte del Caribe.
La primer salida por lógica tenía que ser el parque Xcaret, fuimos mi señora, mi nuera Patricia y yo. Apenas entramos me fui a un río que corría entre cavernas. Nos dieron chalecos, patas de rana, y al cenote (así llaman al pozo de agua) que luego tendríamos que recorrer 700 metros hasta el final.
Gabriela, mi señora, no es de entrar al agua porque le tiene miedo, pero no había otra opción si nos queríamos divertir todos juntos. Fui el último que me tire después de sacar las fotos de rigor, en el agua se encargaría Paty, ya estaba hablado. Ya entre peleando con una muchacha, como hay cámaras fotográficas que te sacan automáticamente las fotos, lógicamente te las cobran, había que pasar la cinta que te colocan en la muñeca por un sensor, así te ubicaba en diferentes lugares del recorrido y te la toman en acción.
– ¡Dale que estamos haciendo fila y vos no te moves! – le dije.
– ¡¡Que queres que haga si no me toma el sensor! – Me responde.
– ¡¡Es tu problema, sino va a cerrar el parque y yo sigo sin poder entrar al río!!
Con cara de pocos amigos se zambulló y yo pude hacer mi entrada estilo clavadista de Acapulco… Apenas saque mi cabeza del agua se me prendió Gabriela del salvavidas, y con Paty haciendo de fotógrafa acuática comenzamos el viaje, se sacaba una selfie, nos juntábamos los tres, a veces a nosotros dos, y yo tranquilo esperando que mi señora tomara confianza y pudiera descontracturarse un poco, porque me agarro como una ventosa. Así transcurría el viaje; había cuerdas en las cavernas para que nos impulsáramos cuando estuviéramos cansados, lo que no me gustaba es que me pasaban por todos lados, ya esto era mi competencia individual. Empecé a nadar pero no podía ya que entre fotos y mi señora no podía moverme mucho, llegamos a los 400 metros y Gaby decidió salir de tanto tormento, aparte no me tiene confianza, con ella salió Paty también y quede solo a buscar los 300 metros que me faltaban. Pero ahora sería diferente, los que me pasaron no sabían que soy un competidor nato, iría tras ellos para llegar antes a “mi meta”.
En vez de disfrutar el recorrido, no podía dejarme ganar, así fue que comencé ayudado por el salvavidas a pasar, primero fue a un grupo de mujeres ya en edad de adultas mayores, les rompí la unión, todas tomadas de la mano, tenía que pasar yo porque delante de ellas habìa más señoras mayores, algunas con hijos y otras con sus nietos pero me habían pasado, no podía dejarlas que llegaran antes. Así que también las pasé como una moto de agua, pero hubo una que se propuso ganarme y nadaba muy bien, muy superior a mi. Se dio cuenta que yo era un viejo loco y estaba tratando de hacer un gol como en mis viejos tiempos, no me podía ir de la cancha sin hacerlo. Lo que siempre me enseñaron, ganar, ganar, en cualquier competencia. Yo venía con la reserva, pensaba mientras nadaba, que me cansaron los 400 metros que venía cargado, algún pretexto tenía que pensar, y no en la señora que nadaba con movimientos lentos pero avanzaba rápido, yo me le ponía adelante, en la curvas le cortaba el camino, cuando le sacaba un metro pateaba mas fuerte el agua así la molestaría al querer ella bracear rítmicamente. En fin todos los chanchullos que pudiera hacerle se lo hice, iba primero, alzaba la vista y veía a mi meta más cerca y yo liderando la etapa ciclista, el malla oro, me faltaba entrar al velódromo y que la gente me aclamara. Estaba llegando a la luz de la caverna primero, me descanse, venía muerto de nadar y pensar, ahí la cagué, veo pasar por el lado derecho a mi contrincante, atine a tirarle los 100 kilos encima y protestarle que me paso por la derecha como en el tránsito, solo ultrapasar por el carril izquierdo. Cuando le largue el manotazo ya había sacado el brazo y su cuerpo me paso lento pero seguro, no había tiempo para alcanzarla, no importa tenía el cenote antes de la escalera, ahí fue cuando me sacó más ventaja, la señora subió y me regaló una mirada fulminante, mi pensamiento ¡¡ anda a la puta que te pario!! Vieja loca, a tu edad y compitiendo conmigo, te deje ganar…
ISLA MUJERES
Comenzamos el viaje en un catamarán muy bonito, agarramos los mejores asientos de la popa y cómodos con toda la familia, mis consuegros, nieta, nuera, y una pareja de amigos. Salimos rumbo a Isla Mujeres, lo hicimos más por bañarnos en el Caribe que por otro motivo, el tema que está sucediendo es que las playas se han inundado de zargos o lo que llamamos algas. Viajar 12 horas entre cambios de avión y no probar las aguas cálidas y transparentes es para calentarte de rabia.
Durante el viaje entre bebidas, cantos y charlas, me preguntaron si era la primera vez en México, lógicamente le hice mi historia, le largue mi currículum, algo que mi señora lo sabe de memoria, comienza a mirar hacia arriba y me doy cuenta que comienzo a cansar a todos. Cuando le dije en qué años había jugado y los años que no regresaba a dicho país, me di cuenta que ni nacido era el encargado de vigilar nuestra estadía en las turquesas aguas caribeñas.
Después de conocer a casi todos los turistas y hablar varios idiomas, el encargado nos comunica que íbamos a realizar una parada para hacer snorkel y observar ruinas dentro del fondo del mar y corales que cercaban las costas. Nos iban a entregar un salvavidas, snorkel, patas de rana y un par de antiparras para bucear. En sus charlas casi personales me decía que había un poco de corriente y que tendríamos que hacer un esfuerzo, que si nunca lo habían hecho nos aconsejaba no tirarnos, que probara la respiracion asi me acostumbraba antes de tirarme al agua. Yo lo miraba y pensaba, ¿este no sabe que soy deportista?, me hice un río de 700 metros, encima cargado, sin saber ya me había entrenado en la piscina del hotel, hice como 5 idas y vueltas, ando como balazo. Así fue que me coloque todos los artefactos que me habían dado y despacito me fui arrimando hasta la escalera y zambullirme tal cual lo hice en el río.
El primer error, el salto, casi vacío el caribe. Quise respirar y se me había inundado el snorkel, trague un litro de agua, enseguida sentí la fuerza de la corriente, tantas cosas a la vez que me puse nervioso, trate de calmarme y lo primero que hice fue sacarme el snorkel y nadar a mi manera, no sin antes sentir los gritos de la tribuna, que se habían dado cuenta de mis problemas, ¡¡agarra la cuerda!!
El mexicano decía, “jugará bien al fútbol pero nadando es un desastre”, enseguida se sacó la camiseta y se aprontaba a tirarse cuando me agarre de la cuerda, metí la cara en el agua y pude ver algo de lo que nos habían vendido, un estilo obelisco y un pez de colores. En ese momento, como dicen todos los que le pasa algo parecido, ves en un minuto tu vida, yo la vi en un segundo. Pensé ¿que estoy haciendo acá?, vine a disfrutar y estoy peleando para ver un pez de colores y una estatua hundida, ¿estoy loco?.
Seguí luchando contra mi orgullo de no salir y como la corriente era muy fuerte y yo agarrado de la cuerda como los demas, habia quedado de forma horizontal y con las patas de rana golpeaba la cara a el nadador que estaba atras mio. El trataba de sacarme con manotazos, también me acordé lo que me dijo mi hijo Sebastian que ya conocía bien Cancún, ¡¡mira que hay tiburones!! Pa, no puedo andar tan cagado, estoy seguro que habiendo tantos bañistas me agarra a mi. Demoro mas en escribir, que de recordar enseguida todos esos momentos de angustia que pase por boludo, ¡salgo! grite y levante un brazo, el otro no podía porque estaba agarrando la cuerda, ahí solté la cuerda y era Michael Phelps, nadando contra la corriente pero al lugar equivocado. Ahí no estaba la escalera pero igual seguí porque un mexicano me gritaba que siguiera adelante, menos mal que oía todo. Cuando llegué no había forma de subir, me dice el mexicano, dame un brazo, luego gira y dame el otro, siento otro mexicano “¡estás loco no vas a poder!”, le decía su compañero, ¡que hijos de puta, estoy un poco pesado pero no es para tanto!
Con la ayuda de una ola y la fuerza que tenía me sentó en el último escalón del catamarán, respire tranquilo, pero para seguir molestando al sacarme una de las patas de rana se me cayó al mar, y tuvieron que tirarse para que no se la tragara un tiburón…
Subo despues de tantos líos y le pregunto a mi señora -¿sacaste fotos?
Me responde -¿Me lo decis en serio? ¡Te estabas ahogando y queres fotos!
¡Ay Dios mio, Don Fulgencio, el hombre que no tuvo infancia!
Pero como dice el dicho, no te gusta la sopa, ¡dos platos! Seguimos a nuestro destino que era ya Cancún, el puerto donde embarcamos, se para otra vez el catamarán, era para dar un chapuzón y despedirse del caribe, yo estaba tranquilo hasta que mi nuera me dice – ¿Hebert nos bañamos? – ni dudé, le dije que si, ella estaba en duda pero yo no.
Vuelo otra vez estilo clavadista y siento el grito del mexicano.
¡¡¡Nooo, otra vez el Abuelo NOOOOO!!!