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Aquel 4:0 de Nacional sobre Peñarol se diluyó en los meses siguientes




Julio César Cortes, absolutamente solo, al igual que Rocha que llega atrás, vence a Roberto Sosa en el polémico clásico que definió el finalista de la Libertadores de 1966.


16 noviembre, 2012
Columnistas Pelota al medio

Continuando con la biografía de Jorge Manicera, recorremos hoy aquel primer semestre de 1966, donde la Copa Libertadores acaparó la atención de todo el pueblo futbolero. Después del 4:0 a favor de Nacional en el clásico, se disputaron tres más que terminaron con contundentes victorias de Peñarol.

Julio César Cortes, absolutamente solo, al igual que Rocha que llega atrás, vence a Roberto Sosa en el polémico clásico que definió el finalista de la Libertadores de 1966.

La Copa Libertadores de América de 1966, que Nacional comenzó en forma espectacular con la goleada 4:0 en la noche del 30 de enero, terminó en un calvario. Aquel equipo de Peñarol al que muchos dieron por envejecido y muerto, se recuperó notablemente. Los albos, en tanto, no sólo no mantuvieron el nivel sino que sus dirigentes contribuyeron a complicar el panorama al cambiar de director técnico en el medio de la competencia. Las negociaciones para contratar al famoso técnico chileno Fernando Riera, que había llevado a Chile a ocupar el tercer lugar en el mundial de 1962, fueron iniciadas por los dirigentes de Nacional, con el Dr. Pons Etcheverry a la cabeza, en el mes de marzo. En ese momento continuaba al frente del equipo Julio Maceiras con una actuación comparable con la de Peñarol en la continuidad del grupo 3. Después de la goleada en el “clásico”, Nacional perdió en la altura de La Paz con Municipal 2:3, recuperándose con victorias ante Emelec y 9 de Octubre en Ecuador, y empatando con el Wilesterman en Bolivia. Todos estos partidos fueron en calidad de visita.

En las revanchas en Montevideo los albos dirigidos por Maceiras, ganaron con facilidad a los mismos adversarios, llegando a la revancha del “clásico” para cerrar el grupo con un punto de ventaja sobre Peñarol. Quince puntos de Nacional contra catorce de los aurinegros. Esto del puntaje no interesaba, ya que la realidad indicaba que los dos equipos “grandes” de nuestro país llegaron a ese compromiso con la clasificación para las semifinales ya asegurada de antemano. Tampoco servía para nada culminar primero o segundo en el grupo, porque ambos clubes integrarían la misma llave B en semifinales con la Universidad Católica, vicecampeón de Chile y vencedor del agrupamiento 2.

PEÑAROL GANO 3:0 Y LUEGO ASUMIÓ FERNANDO RIERA

Al llegar a ese “clásico” que se disputó el 20 de marzo, Nacional ya había cerrado el acuerdo con el chileno Riera. De todas maneras, dirigió al equipo Julio Maceiras, poniendo punto final su labor de tres meses en el cargo, aunque continuó en Nacional como integrante del cuerpo técnico que ahora pasaba a conducir el entrenador chileno. Peñarol ganó 3:0, resultado y triunfo que fue tomado por los aurinegros como la revancha de aquel 0:4 de enero, pese a que –es necesario insistir–, el resultado del partido no incidía para nada en el futuro.

“El Diario” anunciaba el cambio táctico que Riera imponía a Nacional. La línea final adelantada para provocar el “offside”.

En el correr de la última semana de marzo de 1966 asumió funciones Fernando Riera tomando la conducción del plantel. La llave B de las semifinales se abrió diez días después del “clásico”, con una derrota de Peñarol 0:1 a manos de Universidad de Chile en Santiago. Los aurinegros fueron sorprendidos por un juvenil equipo chileno donde ya sobresalía Ignacio Prieto, anulando a la temible delantera mirasol con el famoso “adelantamiento de la línea de cuatro final”. En Nacional renació el ánimo. Había que ganar de visita para arrancar liderando el grupo con los chilenos y cerrar la primera rueda con el enfrentamiento ante Peñarol. Por otra parte, Riera conocía muy bien ese sistema de juego ya que él lo había practicado e impuesto con Chile en la Copa del Mundo de 1962. Además, como si esto fuera poco, el entrenador trasandino había comenzado a inculcar a sus nuevos dirigidos los lineamientos de ese sistema que provocaba la posición fuera de juego de los rivales por intermedio del “achique” de la cancha, a través del “barrido” de la línea de cuatro final hacia adelante para pegarse con los volantes.

Pero… Nacional también perdió 0:1 en Santiago. Con estos resultados y con cuatro puntos conseguidos, los chilenos quedaron encabezando el grupo. En toda esta etapa narrada Jorge Manicera actuó como titular inamovible en la plaza de zaguero derecho acompañado por Emilio Álvarez en la izquierda. Ocasionalmente, en un partido en que “Cococho” estuvo ausente, ocupó su lugar formando la zaga con Edgard Baeza. Sin embargo, después de la derrota en Santiago, el técnico Riera tomó una determinación importante. Sacó del equipo a “Cococho” Álvarez por entender que la lentitud de sus traslados, ocasionada por la particular morfología de sus rodilla, lo imposibilitaba para salir con rapidez hacia delante junto con sus compañeros de la línea final.

El nuevo “clásico” que cerraba la disputa de la primera rueda de las semifinales B, ahora sí resultaba de vital importancia para el futuro.

CUANDO ROCHA ENTRÓ CON LA PELOTA AL ARCO DE NACIONAL

Aquel soleado domingo 10 de abril de 1966 las tribunas del Estadio Centenario presentaban un luminoso aspecto. Tiempos sin separación de hinchadas, donde los aficionados concurrían a la localidad de su preferencia compartiendo el partido, de pronto, con un desconocido que se sentaba a su lado y que era hincha fanático del equipo rival. ¡Cuánto ha cambiado y cambiado para mal, el comportamiento de las sociedades humanas –y entre ellas la nuestra, la oriental–, con el transcurrir de los años!

Riera se enfrentó a la necesidad de sustituir a Roberto Sosa. Lesionado en Santiago quedó fuera del “clásico”. Su lugar lo ocupó el juvenil Jorge Paz. Como ya expresé líneas arriba, el técnico marginó a Emilio Alvarez suplantado por el entonces “polifuncional” Luis Ramos, un jugador con mayor dinámica para salir desde el fondo. El equipo se completó con Hugo Fernández, Techera y Mujica; Espárrago, Oyarbide (42’ Urruzmendi), Virgili, Viera y Morales. Esta será la alineación que Riera definirá como titular y que utilizará en los siguientes partidos de las semifinales, con el retorno de Sosa por Paz en el “clásico” siguiente. Para Nacional, el alentador primer tiempo empatado sin goles se transformó en pesadilla en la segunda etapa. Ganó Peñarol repitiendo el 3:0 a favor, con un agregado inolvidable que aún hoy es motivo de goce por parte de los aurinegros. Los tres goles los marcó Pedro Rocha y en el último, a los 83’, ingresó al arco con la pelota en sus pies después de gambetear a Jorge Paz. Este tanto fue enormemente protestado por Nacional por entender que Rocha arrancó en offside camino al gol. La táctica empleada por Riera comenzaba a generar polémicas. No sería la última…

NUNCA SE SABRÁ SI EL GOL DE CORTÉS FUE EN OFFSIDE

La clasificación para la final de la Libertadores de 1966 dependía de los partidos de vuelta con los chilenos en Montevideo y del segundo “clásico” que cerraba el grupo. Los albos la tenían muy fea. Sin puntos en su haber, con dos derrotas, cerraban la tabla. Nacional necesitaba ganar los dos partidos y que, además, los aurinegros vencieran a los trasandinos, para forzar un triple empate. La Católica estaba al tope con cuatro unidades. Peñarol dependía de sus fuerzas para llegar a la final siempre y cuando, a su vez, Nacional venciera a los chilenos.

Agónicamente, con un gol de Orlando Virgili cuando ya se jugaba tiempo adicional, Nacional venció a la Universidad Católica 3:2. Sendos errores del golero Jorge Paz –especialmente en el segundo–, marcaron su futuro en el club, ambientando el ascenso de Jacinto Callero.

Peñarol le ganó con facilidad a los chilenos en un partido que resultaba también decisivo. Con el empate la Católica clasificaba a la final. La derrota postergó la incertidumbre y también la emoción, para el último partido del grupo semifinal B. Una vez más, como tantas ocasiones en el pasado y tantas otras en el futuro, el “clásico” del sábado 23 de abril resultaba de vida o muerte para… ¡los tres! Porque los chilenos auguraban el triunfo de Nacional lo que determinaba que la serie quedara empatada –todos con cuatro puntos–, debiéndose definir el finalista a través de una nueva y sola rueda de partidos a disputarse inmediatamente en campo neutral. Al respecto, ya estaba fijado el Estadio Nacional de Lima para recibir estos tres cotejos que incluirían un nuevo “clásico”, esta vez histórico porque se disputaría en tierra incaica. La diferencia de goles aún no existía en el fútbol…

No hubo necesidad de acudir a esa instancia. Aquel sábado también gris y nublado, con amenaza de lluvia, Peñarol ganó 1:0 con un gol tan polémico que originó todo tipo de comentarios y suspicacias durante varios días. El árbitro argentino Roberto Goichoechea no cobró lo que para muchos fue un clarísimo offside de Julio César Cortés, cuando ingresó por la derecha a buscar un pase que lo dejó sólo, sin defensas que se opusieran, hasta llegar a enfrentar la salida del golero Sosa a quién venció con tiro rastrero. “¡Todos vieron el offside!”, fue la opinión unánime en el vestuario de Nacional, regocida en la prensa capitalina. Aquel 4:0 de fines de enero a favor de Nacional se había escurrido como agua entre los dedos. Peñarol lograba la clasificación para la final de la Copa Libertadores de América, la primera que se disputó con Campeones yVicecampeones de cada país. En aquellos tiempo fue el torneo más largo de la historia, hasta llegar a la era moderna con la aparición de los satélites y la televisión paga, que impuesieron la necesidad de jugar muchos partidos entre semana. Así se desvirtió el certamen. Hoy clasifican más clubes de Argentina y Brasil que de los otros países. No interesa si fueron campeones o no en sus países. Se llegó a dar el caso que jugó la Libertadores y fue “cabeza de serie”, un equipo de Brasil que nunca militó en primera división.

Son estos tiempos que corren tan diferentes a aquellos donde los reglamentos eran claros e igualitarios para todos los clubes y países de América.