Peñarol, los goles de Matías Arezo son amores. Y valieron nada menos que treparse en solitario a la punta.

No caerse en lo anímico y haber dado vuelta el tanteador. Lo único rescatable de la primera parte del aurinegro, que no funcionó como equipo. Incómodo en cancha, vulnerable en defensa y con escasas llegadas en ataque. Con las líneas quebradas, separadas entre sí, sin juego colectivo, todo a impulsos personales. Hasta se puede decir, que el “merengue”, sin ser nada del otro mundo, con remates de media distancia resultó ser más peligroso.

Loco complemento, a todo gol, a todo Arezo. El goleador, con gran oportunismo mandó el balón al fondo del arco, convirtiendo el tercero, que hacía indicar le bajaba la cortina al partido. Pero, es fútbol y el aurinegro fue un tembladeral toda la noche en defensa. Mal atrás, lento e irresoluto en el medio, sin manejo de pelota. Errático por completo, lo que le permitió a La Luz, en cuatro minutos con dos goles de Nicolás Royón, igualar el marcador. Estupor en las tribunas, nerviosismo en la cancha y el encuentro que se moría.

Faltaba, claro está la opinión del goleador. Penal, sancionado vía VAR, por Esteban Ostojich, a favor del carbonero, ya en los descuentos. Matías Arezo, tomó la pelota, la puso en el punto penal y con un fuerte derechazo la mandó al fondo del arco para correr a abrazarse con los parciales en la Amsterdam.

Peñarol, tres puntos conquistados de la mano de un intratable Matías Arezo.