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Las anécdotas del Profe

Las anécdotas del Profe (Nota 1).




El profesor José Ricardo De León, posa delante del cuadro de su época de futbolista. Aparece en la fila de abajo, agachado en el centro, al comando del ataque en el año 1948.


1 octubre, 2023
Columnistas Habla la historia

Escribe: Atilio Garrido

            El profesor José Ricardo De León Arostegui nació en la Santísima Trinidad de los Porongos, nombre elegido para la ciudad cuando se fundó el 18 de julio de 1804. Aludía la denominación a la orden religiosa de los Trinitarios Calzados del sacerdote español Manuel de Ubeda, y a unas pequeñas calabazas silvestres que crecían en la zona, utilizadas para tomar mate: el porongo. Su padre, José Emilio, desempeñaba las funciones de telegrafista del ferrocarril y su madre, Claudia, pertenecía a una familia tradicional de descendencia vasca, afincada en Melo, propietaria de un molino de granos. Tiempos de familias largas, con una “chorrera” de hijos, el 23 de setiembre de 1923 llegó el sexto vástago, quién llevó el nombre de José Ricardo.

 

         Al despuntar la década de los años treinta las autoridades del Central Uruguay Railway –el viejo y querido ferrocarril-, trasladaron a José Emilio a cumplir funciones en la estación de la ciudad de Florida. Allí adquirió cierto destaque en la sociedad floridense. Como la gran mayoría de los empleados del ferrocarril, que fue creciendo gracias al empuje de los británicos dueños del mismo, era hincha de Peñarol. José Emilio pasó a integrar la directiva del Club Atlético Peñarol de Florida, fundado el 13 de febrero de 1913…

 

En la piel la camiseta de Nacional

 

         Su hijo adolescente de catorce años exhibía muy buenas condiciones desempeñándose en la función de centreforward. Dotado de buena habilidad y olfato para convertir goles, tenía lo que el padre calificaba como “un problema”. ¡Salió hincha del Club Nacional de Football! Rebeldía que lo caracterizaría durante toda su existencia. Por orden paterna comenzó a practicar en Peñarol. La bondad de su juego llevó a que un domingo tenía que debutar en el equipo principal. En los días previos aquel jovencito se plantó ante su progenitor.

 

         -“Papá, yo no quiero jugar. Soy hincha de Nacional. No puedo vestir la camiseta de Peñarol”.

         El diálogo fue largo entre José Emilio y Pepito, discurriendo entre el intento paternal de que su hijo tenía que jugar en Peñarol y la rebelde negativa rotunda de su vástago. Hasta que al padre se le ocurrió una solución.

 

         -Pepito, encontré una salida al problema que nos divide. Comprendo tu posición. Tenés un problema de piel que lleva a que tu fanatismo por Nacional impida que coloques sobre ella la camiseta de Peñarol. La solución es una sola. Te ponés en tu torso la blusa de Nacional y sobre ella la de Peñarol. Así los colores que querés, los de Nacional, estarán sobre tu cuerpo, sobre tu piel…”.

 

         Santo remedio…

 

“¡Que las chiquitas las haga en la raya!”

 

         En 1963 el Prof. José Ricardo De León fue designado director técnico de la 5ta. División de Nacional. El conocido dirigente del club, el Arq. Idelfonso Aroztegui, fue el vehículo que concretó el acontecimiento. El equipo principal lo dirigía el brasileño Zezé Moreira, figura de renombre mundial. Cuando llegó al club preguntó “¿cómo se desarrolla el campeonato?” Peñarol había logrado el quinquenio de oro en 1962 y aspiraba al sexenio. Después de escuchar las explicaciones de los dirigentes quienes explicaron que el certamen se disputaba entre diez equipos en dos ruedas y que en el Uruguay había dos grandes clubes, Nacional y Peñarol, que se disputaban siempre el título de campeón. Después de escuchar, Zezé Moreira fue categórico.

 

         -“Hay que ganarle a todos los clubes chicos y salimos campeones”.

         -“Pero, tenemos que ganar los clásicos ante Peñarol”, retrucó un dirigente.

 

         -“Lo único que importa y queda en la historia es el título de campeón”, concluyó Zezé. Y cumplió. Perdió los dos clásicos de la Copa Uruguaya. El título de campeón lo conquistó Nacional impidiendo el sexenio de Peñarol.

 

El Profe se quedaba para observar los entrenamientos de Zezé Moreira en el Parque Central. Con él aprendió que lo único que importa es conseguir los títulos. Zezé se fue al terminar el año habiendo cumplido su cometido.

 

         En 1965 volvió el caos a Nacional. Arrancó de técnico Tony Álvarez. Después vino el argentino José Barreiro y ante los fracasos, en la cuarta fecha de la segunda rueda de la Copa Uruguaya, lo echaron. En forma interina el Prof. De León asumió la conducción del primer equipo sin posibilidades de llegar al título. Pero… los dirigentes no querían pasar vergüenza en el segundo clásico. Nacional ganó a Racing (2:1), Colón (1:0) y Rampla Jrs. (4:1). El 10 de octubre de 1965 se jugó el clásico. Peñarol con su delantera imparable: Abbadie, Rocha, Silva, Spencer y Joya. El Profe De León sorprendió a todos al armar la defensa. Sosa, Baeza y Emilio Álvarez; Manicera, Eliseo Álvarez y Mario Méndez.

 

Los dirigentes no entendían el desplazamiento a la posición de half derecho a Jorge Manicera, jugador de grandes condiciones técnicas, excelso y pulcro en el dominio de la pelota. Salía jugando desde atrás. Hacía “chiquitas”, como entonces se decía de los jugadores de gran dominio del esférico.

 

         El viernes los dirigentes convocaron al Profe De León a la reunión de directiva. Cuando le preguntaron por la insólita decisión vinculada con Manicera, sorprendió a todos.

 

         -“¡Que las ‘chiquitas’ Manicera las haya contra la raya! Pierde la pelota y no pasa nada. Si hace las ‘chiquitas’ de back derecho, le roban la pelota los negros (Spencer y Joya) y es gol…”.

 

La huelga en Defensor de 1971, el “Paco” y el asado…

 

         “Entre los entrenadores que sonaban para Defensor en 1971 estaba el Profe. Yo no lo conocía personalmente pero alguno de los compañeros lo habían tenido en las inferiores de Nacional, en donde trabajó con el recordado Julio San Vicente, y decían que era tremendo tipo, técnico y profesor de Educación Física. Algunos directivos de esa época dudaban entre traerlo a él o al Colorado Etchegoyen, quien me había dirigido en Colón de Santa Fe, por lo que uno de ellos me preguntó ¿cómo trabajaba? Yo le dije que muy bien, no sólo por ese código de no darle p’atrás a nadie, sino porque era verdad. El dirigente también me dijo que estaban pensando en Ricardo de León, pero tenía dos contras, era ‘borracho y comunista’. Como se podrán imaginar, eso me decidió a apoyarlo sin conocerlo. Así lo hablamos con los compañeros, por suerte para nosotros y para la viola, los directivos sensatos de Defensor, que eran mayoría, se decidieron por él, porque allí se plantó la semilla que floreció en 1976 con Defensor campeón uruguayo bajo su batuta.

 

         Cuando empezamos los entrenamientos con los dos compañeros que más hicieron honor a esa palabra –el Profesor Julito Gioscia, preparador físico, y José Ricardo De León, entrenador-, nos debían plata del campeonato anterior, primas y premios. Varios teníamos que renovar contrato y no se hablaba nada de la guita. Consideramos no entrenar más hasta que nos pagaran, no era ningún capricho.

 

(…)

Se lo planteamos al Profe y él nos dijo: ‘No entrenen más en el club, peleen por lo suyo’, sin pensar en él ni en su laburo. De acuerdo con ellos dos, dejamos de entrenar en el club. Lo hacíamos por nuestra cuenta en la vieja cancha de Salud Pública de Ramón Anador y Larrañaga y ellos nos daban las instrucciones para los trabajos de cada día.

 

(…)

Ante nuestra posición los dirigentes consideraron empezar el campeonato con jugadores de tercera y cuarta, entre los que estaban Tato Ortíz, Daniel Bartolotta, Rodolfo Pichu Rodríguez, Miguel Puppo y como ‘vocero’ (ya tenía boquilla de sobra) Paco Casal. Cuando los citaron para comunicarles la decisión, pensando que por jugar en Primera iban a aceptar, los ‘guachos’ actuando como hombres, les contestaron que no, que no jugaban. Nosotros, para no ser menos, le agregamos a nuestro planteamiento inicial que también se pusieran al día con los gurises y levantábamos la huelga.

 

En honor a la verdad, los dirigentes de Defensor hicieron el esfuerzo, reconocieron la justicia de nuestro reclamo y solucionaron el tema”.

 

El asado y las dos canchas

 

“El ambiente era espeso cuando no ganamos los primeros cuatro partidos del campeonato (empatamos dos y perdimos dos).

 

Un martes, como siempre lo hacía en el primer día de práctica de la semana, el Profe dio la formación del equipo para el próximo partido. Y en la charla nos dice: ‘Bueno muchachos, si el domingo no ganamos (pensamos que se iba), vamos a comer un asado a la chacra (que él tenía cerca de Montevideo), concluyó con sorprendente serenidad. Empatamos y fuimos a comer el asado.

 

Después de ese partido no perdimos más y terminamos cuartos. Pasamos el día en la chacra, en donde el Profe había construido dos canchas. Era una tarde lluviosa, y la vecina de la bodega de al lado nos hizo tortas fritas que devoramos entre mates y canciones de murga. Al regresar, la mayoría en el ómnibus de Copsa, llevaba una damajuana de vino casero comprada por el Profe abajo del brazo.

 

Cuando nos mostró las dos canchas, a mí me llamó la atención que la más mala tenía luces y la buena no. Le pregunté el porqué. Sonriendo me dice:

 

-‘Sos buen observador, por eso te digo que escribas de fútbol, ¿sabés por qué? Porque los jugadores de fútbol no trabajan, pueden venir de día y los laburantes son los que necesitan luz para jugar de noche’.

 

Nota: Las dos últimas anécdotas tienen la autoría de Hamlet Tabárez. Se incluyeron en el libro de su autoría “El último gol / Historias de fútbol”. Ediciones túnel, setiembre 2015, impreso en Gráfica Mosca. ISBN 978-9974-8516-1-0