¡Admirable partido de Uruguay!
El árbitro César Ramos envió la moneda al aire. La mirada atenta de Diego Godín y Cristiano Ronaldo se posó en la mano del juez mexicano. El capitán de Uruguay ganó el sorteo y eligió el arco. El saque quedó para los portugueses. Así, por obra del destino y antes que comenzara el enfrentamiento, Godín comenzó a ganar el duelo que definiría el cotejo.
Puesta en movimiento la pelota quedó en evidencia que los defensas de Uruguay se transformaban en hombres araña que construían un entretejido telar con el objetivo de inmovilizar a la única carta de triunfo del rival: Cristiano Ronaldo. Sin desplegar un marcaje al hombre -como aquellos famosos del peruano Reyna a Maradona en las eliminatorias para México 1986 o el de Verti Voogs a Cruyff en la final de Alemania 1974-, los defensores uruguayos cumplieron la firme consigna de respirar en la nunca de Cristiano en la zona por donde intentara iniciar las acciones. Cumpliendo lo que acordaron con el técnico Tabárez -reveló el entrenador en la conferencia de prensa previa que la planificación surgió en una especie de conciliábulo con ellos-, Cáceres, Laxalt, Nández y Vecino le opusieron firme resistencia por las bandas. Esos escollos obligaron a Cristiano a ensayar sus penetraciones por el centro del área cayendo en el embudo que le formaron Torreira con el respaldo de Giménez y Cáceres.
Un elemento fundamental tuvieron en cuenta los esbirros oriental en la ejecución del plan defensivo. No cometer infracciones en las inmediaciones del área grande de Uruguay, para evitar la ejecución del remate libre por parte de Cristiano Ronaldo. Tal grado de efectividad llevó esta consigna que sólo en una ocasión, en el primer tiempo, el juez sancionó un foul de Bentancur en la puerta del área. Todos los defensores rodearon al árbitro reclamando por la sanción la que, según su pensamiento, no existió. El remate de CR 7 pegó en la barrera que saltó hacia arriba en el momento de la ejecución.
De esta forma, reducida su estrella a la mínima expresión, Portugal se quedó sin brújula al perder el capitán de la escuadra el timón de mando. Uruguay se adueñó del juego imponiendo el ritmo que le convenía. Lento, con buen manejo de la pelota tocando en corto y en varias ocasiones jugando hacia atrás para hacer caminar el reloj, pese a que el partido recién mostraba sus primeros escarceos.
Rápidamente, cuando apenas transcurrieron ocho minutos, la estrategia desplegada por Uruguay parió un gol maravilloso. Impactante. Espectacular. La maniobra comenzó en la zona defensiva derecha de la cancha que defendía la celeste. Una pelota quecayó en los pies de Bentancury permitió la habilitación en largo por la banda izquierda donde Cavani, apenas unos metros más adelante de la línea central del campo, en extraña posición de wing derecho, recibió el esférico. Después de controlarlo sacó un largo pase en diagonal que cruzó por el aire todo el ancho del terreno que defendía Portugal, bajándola mansamente Luis Suárez con su pierna hábil. También era una rareza que Lucho se encontrara ocupando el lateral izquierdo como wing. A Ricardo, el moreno marcador, lo pasó como a un poste y encaró en diagonal hacia el área buscando el remate de derecha. En ese instante una luz lo iluminó. Suárez envió un centro-pase perfecto al segundo palo, al vértice del área pequeña conde Cavani llegaba pidiendo pista a toda velocidad, proyectándose en diagonal después de la habilitación para su compañero. La pirueta en el aire, el golpe a la pelota con el parietal derecho y… Uruguay uno a cero. El golazo de alta factura, impactante como una trompada de K.O. dejó groggy a los portugueses.
Con la ventaja en el tanteador fruto del resultado del plan de acción que desarrollaban, los uruguayos decidieron profundizarlo. Portugal quedó inmovilizado. Impávido sin reacción, comprobaron sus jugadores que superar la telaraña defensiva celeste no era juego de niños. Incómodo Cristiano Ronaldo, los portugueses no reaccionaron mientras Uruguay acentuaba sus virtudes y canchereaba con la experiencia acumulada durante tantos años, apurando el camino de las agujas del reloj con teatralizadas caídas ocasionadas por los golpes de los portugueses, demorando el reinicio de la brega. A propósito de estas acciones violentas ante la impotencia, según las estadísticas cuando a los portugueses se les complica el partido, golpean. Acumularon sus jugadores seis tarjetas amarillas en los tres partidos anteriores. La permisividad del árbitro mexicano César Ramos impidió que ese número aumentara.
El avance del juego no cambió el panorama. Por el contrario se acrecentó la eficacia defensiva de la telaraña celeste y quedó en cero las posibilidades de Portugal de acercarse con peligro al arco oriental. A tal grado llegó esa impotencia que en el repaso de las acciones de los 94 minutos de juego no registró una sola situación clara de peligro a favor. Esas maniobras que destapan a un atacante cara a cara con el golero faltaron a la cita en el equipo de Ronaldo. En cambio, a través del contragolpe Uruguay dispuso de varias situaciones que pudieron establecer un tanteador aún más contundente. Todas esas acciones que tomaron a contra pié a la defensa rival tuvieron como ejecutante de lujo, de alta calidad, a un notable Luis Suárez y a un admirable Edinson Cavani. El peligroso tiro libre ejecutado por Suárez desviado por el golero Rui Patricio contra el palo derecho y dos posibilidades que tuvieron a Cavani como último receptor, evidenciaban que el defensivo esquema de Uruguay contemplaba y ponía en práctica la creación de peligro con el contragolpe en la búsqueda de aumentar el tanteador.
No cambió el panorama en el segundo período. Ni siquiera cuando a los nueve minutos Portugal empató el tanteador. Córner a favor de Portugal desde la izquierda tocado en corto para Guerreiro quién envió el centro al corazón del área chica. Giménez y Godín saltaron controlando a Cristiano Ronaldo. A sus espaldas el zaguero Pepe en solitario metió el cabezazo al medio del arco estableciendo la igualdad. Los código del fútbol de siempre son claros. La pelota que cae en las inmediaciones del área chica tiene que ser del golero. Muslera siempre remiso en este tipo de acciones se quedó para sobre la goal line. Antes y después de esta incidencia Muslera salió a cortar varios centros -única vía posible que tuvo Portugal para intentar crear peligro-, algunos con eficacia y otro muy inseguro donde perdió la pelota. En la conferencia de prensa Tabárez insistió en que en esta acción se cometió por parte de la defensa el único error de la jornada, sin especificar al o a los responsables.
Apenas unos minutos después Uruguay respondió con otra gran jugada con varios puntos de contacto con la que originó el primer gol. Captura de una pelota por parte de Luis Suárez forcejeando con el marcador, deriva para Bentancur que avanzó recto hacia el área y el pase a la izquierda por bajo, besando la pelota el césped, por donde ingresaba Cavani en solitario. La acción del goleador, su gesto técnico para arquear el cuerpo apoyado en su pierna izquierda y rematar en rosca con la parte interior del pie derecho, quedaron como una postal de belleza técnica y precisión absoluta cuando la pelota besó las mallas.
El 2:1 a favor cargó de emotividad los veintisiete minutos restantes. El ingreso de Cristian Rodríguez por Bentancur; la salida de Nández sustituido por Carlos Sánchez y la preocupante lesión que obligó la sustitución de Cavani por Stuani, no variaron un ápice el montaje escénico que Uruguay construyó desde el primer minuto de juego. No exagero si agrego que el tercer gol uruguayo rondó el área de Rui Patricio -lo perdió Rodríguez después de notable contragolpe de Suárez por la derecha-, y tampoco si señalo que la locura del golero portugués de pasar a jugar de centrodelantero, resultó la clara comprobación de que Cristiano Ronaldo ya no pesaba en la mente de sus compañeros quienes en los últimos minutos, a fuerza de centros y en medio del descontrol total, le dijeron adiós al mundial.
Una frase resume lo acontecido. Uruguay jugó como siempre y… ganó como casi siempre triunfa cuando juega de ésta forma, desarrollando el juego con una alta solvencia defensiva y un contragolpe impactante ejecutado por dos jugadores que pertenecen a la elite del fútbol mundial: Luis Suárez y Edinson Cavani.
En la madrugada de Rusia al regresar al hotel en el centro de Sochi, luego de una hora de viaje en el tren repleto de hinchas de todas partes del mundo entre quienes no faltaban, por supuesto, los uruguayos, un mail de mi amigo franco uruguayo Pierre Arrighi enviado desde Francia, en una frase definió a la perfección lo ocurrido en el estadio del parque olímpico. ¡Admirable partido de Uruguay! Efectivamente así fue. La escojo para título y cierre de la crónica del gran triunfo celeste en octavo de final.
La caída de Argentina
La cara de Lionel Messi es una postal de la caída. Los ojos cerrados, el rostro pálido enmarcado por la barba y la boca cerrada, describían la crueldad de la despedida. Con el gesto, desde lo más profundo de su sentimiento, el mejor jugador del mundo le decía adiós a sus sueños de consagración suprema en el gran escenario del fútbol. La Copa del Mundo ya no tendrá más a Messi. La magia del pequeño nacido en Rosario y criado en Europa ya no tendrá revancha. Messi no pudo doctorarse ante el tribunal supremo donde se adquiere la gloria eterna. Es una lástima. Un jugador de su clase se quedará con el duro sabor de boca del fracaso, que no lo borra aquel lejano título de campeón mundial en la categoría sub 20 en los Países Bajos en 2005, cuando todos pensamos que se asistía a la coronación del el nuevo rey del fútbol.
Francia y Argentina, cada cual volcando lo suyo en el campo de juego del estadio de Kazán, regalaron una lucha sin cuartel. El fútbol casi químicamente puro de los galos, con alta técnica en los pies de los morenos de las ex colonias, liderados por un titiritero pulcro como Griezmann, me hizo acordar a los grandes equipos argentinos del pasado. La violencia absurda y enemiga del fair play de Ottamendi y Mercado, el querer y no poder de la vejez de Mascherano y la orfandad de Messi intentando un diálogo de fútbol imposible, trajeron a mi memoria aquellos equipos europeos toscos de antaño.
En síntesis, Francia ratificó su chapa de candidato con su mejor exposición en lo que va del torneo, venciendo con más apremio del que surgió desde la cancha. Argentina queda inmersa en un ciclo de crisis que parece difícil de superar. La caída es la culminación de un proceso negativo que se identifica con la trayectoria de Messi y las aspiraciones de conquistar la tercera corona mundial a partir de su indiscutible titularidad en el equipo. No debe olvidarse en esta instancia la titubeante conducción política de la AFA a partir de la muerte de Julio Grondona que abrió una caja de pandora con repercusiones oscuras a todo nivel. Lamento en lo más profundo esta realidad que viven los maestros del fútbol sudamericano. Su historia iniciado en 1867 con el primer partido de football association en la historia de América del Sur, reserva para Argentina un protagonismo que tiene el deber de recuperar ahora que, definitivamente, ya no contará para el futuro con el mejor jugador del mundo en sus filas. El síndrome Messi llegó a su final.