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100 años de Colombes (20)

El Dr. Alfredo Vásquez Acevedo y el football association. Segunda parte.




Martes 10 de junio de 1924. Portada del diario El Día. La publicación de José Batlle y Ordóñez, fue el único periódico que cubrió el campeonato mundial de fútbol, en la VIII Olimpiada, con un enviado especial. Lorenzo Batlle Berres, sobrino de Don Pepe, viajó como un integrante más de la delegación. Así comenzó la cobertura después de la sensacional victoria.


19 octubre, 2024
Columnistas Habla la historia

ESCRIBE: ATILIO GARRIDO        

 

La ley n.º 55 de 11 de junio de 1833, conocida también como “Ley Larrañaga”, en virtud de haber sido el Presbítero Dámaso Antonio Larrañaga el autor del proyecto, creó nueve cátedras. Asimismo, por su artículo 13 estableció que: “La Universidad será erigida por el Presidente de la República luego que el mayor número de la cátedra referidas se hallen en ejercicio, debiendo dar cuenta a la Asamblea General con un proyecto relativo a su arreglo”.[1]

 

Fundación de la Universidad Mayor de la República

 

El Brigadier General don Manuel Oribe, en ejercicio de la presidencia de la República, en diciembre de1835 ejecutó la antedicha ley, iniciándose al año siguiente la redacción del Reglamento de Estudios. Cuando la mayoría de las cátedras previstas en la Ley Larrañaga estuvieron instaladas, el presidente Oribe dictó el decreto de 27 de mayo de 1838 por el que dispuso que “queda instituida y erigida la Casa de Estudios Generales establecida en esta capital con carácter de Universidad Mayor de la República y con el goce del fuero y jurisdicción académica, que por su título le compete. Este decreto de Oribe es pues el acto jurídicod creación de la Universidad de la República. La ‘Ley Larrañaga’ preveía, sentaba las bases para su creación y cometía la misma al Poder Ejecutivo al cumplirse determinadas condicionantes pero no constituye, propiamente el acto constitucional”.[2]

 

El funcionamiento de la Universidad, desde sus primeros escarceos en 1836, fueron transcurriendo de manera titubeante. Sin creación del cargo de Rector, viviendo los avatares políticos y revolucionarios por los que atravesó el país, atendía casi solamente a la formación de abogados. En julio de 1849 el presidente de la República, Joaquín Suárez, de acuerdo a lo establecido en el decreto fundacional del 11 de junio de 1833, dispuso la instalación e inauguración solemne de la Universidad de la República, disposición materializada en hechos el 18 de julio de 1850. Comenzó a funcionar en la esquina de las calles Sarandí y Maciel, en una construcción que perteneció a los jesuitas.

 

Los conductores de la Universidad

 

El rector surgía a través de un proceso de elección donde estudiantes y doctores presentaban sus candidatos. Realizados los comicios el resultado se elevaba al presidente de la República, quién tenía la facultad de homologarlo o no.

 

El cargo de primer rector fue desempeñado por el presbítero católico Lorenzo A. Fernández, desde la inauguración en 1849 hasta 1850.

 

Manuel Herrera y Obes asumió el rectorado en 1950. Un año después y sin previo examen la Universidad le expidió el título de doctor basada en su capacitación de jurista. En 1952 ingresó al rectorado el Dr. Florentino Castellano, redactor por pedido del presidente Manuel Oribe del reglamento de la llamada Casa de Estudios Generales. Abandonó el rectorado en 1854 al ser designado Ministro de Relaciones Exteriores. Convocado nuevamente el Dr. Manuel Herrera, extendió su mandato hasta 1859.

 

La Universidad de este período inicial de 20 años (1849-1859) se caracterizó por una enseñanza casi exclusivamente jurídica. La facultad de teología cerró por carencia de alumnos y la de medicina recién comenzó a funcionar en 1876. El rector Manuel Herrera y Obes conductor de un período en que su predominio fue absoluto, emitió un mensaje muy pesimista. Entre otras cosas expresó: “Tal como hoy existe, la Universidad apenas conserva el nombre y no hace más que prestar fuerza y medios para su propia destrucción”.[3]

 

La exhibición de tan funesto pronóstico, no empañó los méritos que puso en el desempeño del cargo, al extremo de que, en más de una oportunidad se pretendió declararlo oficialmente fundador de la Universidad. El diputado Mendoza en la cámara enfrentó este desaguisado y, tiempo después, idéntica actitud adoptó el Dr. Luis Alberto de Herrera en el seno del Consejo de Administración que integraba, reivindicando la obra del Gral. Manuel Oribe en su calidad de fundador de la Universidad Mayor de la República.

 

A continuación, se informa la nómina de rectores que asumieron la conducción de la Universidad.

 

Dr. Fermín Ferreira (1859/1867). En 1864 al disolverse el Consejo Universitario, el Dr. Joaquín Requena ejerció brevemente el rectorado. Dr. Carlos de Castro (1867/1869). Dr. Pedro Bustamante (1869/1871). Dr. Plácido Ellauri 1871/1876, con un interregno desempeñado entre 1873 y 1874 del Dr. Gonzalo Ramírez. Dr. Martín Berinduague (1976/1878). Dr. Alejandro Magariños Cervantes (1878/1880).

 

1880/1882: primer rectorado del Dr. Alfredo Vázquez Acevedo

 

Con 36 años de edad, el 18 de julio de 1880 fue sorprendido con su nombramiento de Rector de la Universidad, cargo que desempeñó hasta julio de 1882.

 

“El Ministro de Gobierno Sr. Mac Eachen en el acto del juramento, me ofreció de una manera expresiva el más decidido apoyo del Gobierno para la realización de las reformas y mejoras que yo juzgara necesarios en la institución. Entré, por consecuencia, a trabajar con empeño, y pronto me di cuenta del estado verdaderamente calamitoso de la Universidad. El local era ruinoso y de una estreches insoportable; había un probrísimo y casi indecente mobiliario; para la enseñanza no se contaba con aparatos y útiles de ningún género; basta decir, que no había un mapa siquiera de la República; la disciplina estaba relajada en grado sumo, los profesores asistían con irregularidad a sus cursos; los estudiantes no respetaban a nadie; el Rector no tenía autoridad ninguna, porque los Reglamentos confiaban a un Consejo de treinta o más personas el orden y régimen del establecimiento; las oficinas era un caos, carecían de libros y de archivos; la libertad de estudios se prestaba a desórdenes numerosos; los exámenes se realizaban en condiciones muy incorrectas; no se fiscalizaba casi la asistencia de los estudiantes a los cursos”.[4]

 

“En 1880 la Universidad estaba en estado calamitoso. Necesitaba con urgencia una profunda reforma. Esa reforma se llevó a cabo por un equipo deliberadamente se propuso alcanzar la dirección de la Universidad para transformarla por la extensión a ella de la doctrina y los métodos varelianos. A la cabeza de ese equipo hubo tres hombres: Alfredo Vázquez Acevedo, jefe reconocido del positivismo universitario, planeador e impulsor de la reforma desde su cargo de Rector; en otro plano, Eduardo Acevedo, familiares y colaboradores de José Pedro Varela. Se sumó Martín C. Martíne,z para integrar los primeros de una estrecha trilogía, tras la cual se fue aglutinando y consolidando la tendencia de los varelianos de la Universidad.

 

En 1881 a impulsos de Vásquez Acevedo, los jóvenes Eduardo Acevedo y Martín C. Martínez reformarán el programa de filosofía. Las ideas de Cousin y Géruzez comienzan a paso a las de Spencer y Darwin.

 

También se ocupó Vásquez Acevedo en esta primera etapa del rectorado, de dar un gran impulso a la enseñanza secundaria ya que en esa época dependía de la Universidad. Encara con el mismo espíritu de José Pedro Varela, la reforma de la enseñanza media. Rechazó la tendencia de la época de los estudios enciclopédicos que atiborraban a los jóvenes de conocimientos para adoptar los métodos más modernos que ya se aplicaban en los países más desarrollados, menos teóricos e intelectualistas y con una mayor orientación práctica”.[5]

 

Rectorado del Dr. Pedro Ramírez y su destitución

 

En las elecciones de 1882 para el rectorado, se enfrentaron las listas que respondían a los sectores “espiritualistas” y “positivistas” El Dr. Pedro Ramírez con la Lista Popular defendió a los primeros, aspirando el Dr. Vásquez Acevedo a su reelección, procurando profundizar el positivismo con las transformaciones en marcha. La votación en la Sala de doctores, arrojó el triunfo del Dr. Pedro Ramírez por 84 votos contra 75 de su oponente.

 

Las relaciones entre Gral. Máximo Santos y el Dr. Pedro Ramírez no eran las mejores. Pese a ello el presidente, pudiendo reglamentariamente no confirmar el resultado de las urnas, manteniendo en el cargo el Dr. Vásquez Acevedo, homologó la decisión de los electores.

 

En el ejercicio del cargo el Dr. Ramírez desarrolló acciones que marcaban un retroceso al marginar los adelantos logrados por Vásquez Acevedo. Esta realidad preocupó al Poder Ejecutivo. El primer enfrentamiento fue motivado por un proyecto elevado a la Asamblea General por el Ministro de Gobierno del Gral. Máximo Santos, Carlos de Castro, que desempeñó el cargo de rector en la Universidad entre 1867 y 1869. Realizó una severa crítica al nuevo enfoque otorgado a la Universidad por Vásquez Acevedo, proponiendo la reorganización de la Universidad.  Era un claro respaldo al Dr. Ramírez. La tensa situación desembocó en la decisión del gobierno de clausurar de las puertas de la Universidad. El 15 de octubre de 1884 sus autoridades fueron destituidas. Desde el diario El Siglo, en una extensa página, José Pedro Ramírez hizo públicos sus puntos de vista acerca de la situación, insistiendo en que “la función de la Universidad” era la de “formar ciudadanos”.

 

La situación generó una turbulencia creada por los alumnos, con una secuela de significativas dimisiones, además de la clausura de los locales universitarios. Ese clima conflictivo también llevó al primer plano la pugna por el mantenimiento de la enseñanza que se impartía, identificada en su esencia ético-filosófica con el espiritualismo ecléctico derivado de la propuesta del historiador y erudito francés Víctor Cousin (1792/1867) con influencias del catolicismo.

 

Reconocía la existencia de otros seres, además de los materiales, siendo el sistema filosófico que defiende la esencia espiritual y la inmortalidad del alma. A esta concepción de la educación comenzó a oponerse en la Universidad el antagonismo filosófico y ya muy activo de los positivistas. Vázquez Acevedo, manteniendo los ideales José Pedro Varela, su familiar fallecido en 1879, planteó la transformación del modelo de enseñanza. Abogó por abandonar las doctrinas espiritistas, sustituyéndola por un método de enseñanza riguroso que siguiese los pasos científicos necesarios del positivismo. Defensor de la corriente de pensamiento del inglés Hebert Spencer, quién desarrolló una concepción omnímoda de la evolución como el desarrollo progresivo del mundo físico, los organismos biológicos, la mente humana, la cultura humana y las sociedades.

 

Era un exponente entusiasta de la evolución, e incluso escribió acerca de la evolución antes de que lo hiciera Darwin.

 

1884/1893: segundo rectorado del Dr. Alfredo Vázquez Acevedo

 

El rector que iniciaba la segunda etapa en la Universidad, de acuerdo a lo prometido por el Gral. Santos en la conversación que mantuvieron, contó con todo el apoyo para llevar adelante las transformaciones que cambiarían la historia. Fue así como figuras muy caracterizadas y ligadas al gobierno accedieron a las principales posiciones universitarias, desplazando a los dirigentes de filiación espiritualista incriminados por su «funesto doctrinarismo». Quedaba atrás la vieja Universidad, identificada en su esencia ético-filosófica con el espiritualismo ecléctico. Se abría la etapa de la profesionalización y el apoliticismo, impuestos desde el rectorado.

 

“Con este episodio se cierra una etapa de la historia universitaria –la de la llamada “Universidad Vieja”-. El rector Alfredo Vázquez Acevedo, que fue designado para suceder a Ramírez, será el gestor de un proceso de reformas, que se desarrollarán durante sus rectorados. José Pedro Ramírez no tuvo participación activa en el mismo, y se dedicó prioritariamente a la vida política y al periodismo”.[6]

 

“Hasta el final del segundo Rectorado, la obra resultante llevó la marca de la gran contienda nacional entre espiritualismo y positivismo. Destacado representante de este último, lideró con fuerza y pasión la etapa de su más completo predominio filosófico-político a nivel educacional. Con el respaldo absoluto del gobierno de Máximo Santos, impulsó desde 1885 profundas transformaciones iniciadas o proyectadas en su anterior ejercicio del Rectorado. Mientras se variaba el contenido de reglamento y programas en el sentido de la nueva dirección profesionalista, era reformada a fondo la Ley Orgánica primitiva. La institución avanzó notablemente en el aspecto material y capitalizó logros interesantes en la ciencia”.[7]

Escena de las últimas décadas del siglo XIX en Montevideo. La ciudad que por entonces era nueva, lugar de residencia de las familias de la alta sociedad de nuestro país. La imagen muestra la esquina de Rincón y Bartolomé Mitre. Muy cerca de allí comenzó a funcionar la Universidad Mayor de Uruguay.


 

[1] [2]  Augusto Durán Martínez. La enseñanza Universitaria y el Partido Nacional. La Revista Blanca. Segunda época. Montevideo. Setiembre 200. Pág. 65

 

[3]  ARDAO M.J. Alfredo Vázquez Acevedo. Constribución al estudio de su vida y su obra, en REVISTA HISTÓRICA. Barriro y Ramos S.A. Montevideo 1969, Año LXIII (2ª. época), t.XII, númros 118-120, p. 3.

 

[4] VÀZQUEZ ACEVEDO, A. Apuntes sobre mi vida, en REVISTA HISTÓRICA, Barreiro y Ramos S.A., Montevideo, 1965, Año LIX (2ª época), t. XXXVI 965, números 106-08, pp 87 y ss.

 

[5] ARDAO María Julio. Ob.cit. pág. 79.

 

[6] La conclusión precedente, así como oros conceptos incluidos en esta parte del artículo de hoy, corresponden a Marcelo de León, contenidas en el marco de un trabajo sobre los rectores de la Universidad.

 

[7] < https://udelar.edu.uy/portal/institucional/rectores-anteriores/>.

 

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