Mucho más que 100
Peñarol clasificó a octavos de final de la Copa Libertadores después de 13 años. Y lo hizo, como si el destino se empeñara en ser circular, otra vez con Diego Aguirre.
La historia del DT se ha escrito con éxito y con mística. Porque el ex número “9” hizo de los corazones carboneros su hogar, luego de convertir el inolvidable gol sobre la hora contra América de Cali en el año 1987, tanto gracias al cual Peñarol obtuvo -dirigido por Óscar Washington Tabárez- su quinta Libertadores.
Pero además, desde 2011 hasta hoy, Aguirre, quien parece entender y transmitir el ADN aurinegro particularmente bien, ha sido el único entrenador que logró clasificar con el club a octavos de este torneo y superar sus anteriores récords –nada despreciables- en Uruguay.
En el año 2003, Nacional iba por su cuarto campeonato consecutivo y ya tenía el Apertura ganado. “La Fiera” llegó entonces como la salvación del aurinegro. Y, sin decepcionar, se consagró campeón del Torneo Clausura con 39 puntos, ganó la final y, así, cortó la ascendente seguidilla de su clásico rival.
El llamado de emergencia se repitió en 2010. Peñarol había culminado el año anterior con una sequía deportiva significativa. Se acumulaban seis años y medio sin ganar un Campeonato Uruguayo que -casualidad o no- había sido conquistado bajo la batuta de Aguirre.
La intuición que lo volvió a depositar en el candelero mostró, por si hiciera falta, su poder. Porque, en esa temporada, el carbonero perdió solamente un partido en el semestre y conquistó el Torneo Clausura con 43 de 45 puntos posibles. De esta manera, Peñarol cosechó su mejor campaña en torneos cortos y se consagró campeón uruguayo.
Para 2011, y ya clasificado a Copa Libertadores, la institución emprendió un camino inverosímil, en el que superó los escollos planteados por el Inter de Porto Alegre, por Universidad Católica y por Vélez Sarsfield, semifinal, esta, en la que Peñarol se hizo fuerte de local, con más camiseta que fútbol.
Hasta que llegó el momento que marcó a generaciones de jóvenes manyas: la final contra el Santos, un equipo que, entre otras cosas, tenía a un descollante Neymar cuyos sueños ya se habían europeizado.
El Estadio Centenario se inundó de una atmósfera oscura y se tapó de humo, al ritmo de los cánticos de los hinchas. Aquel fue un partido trabado, con decisiones arbitrales cuestionadas por los hinchas, en el que Peñarol no pudo superar a un gigante brasileño con el que caería como visitante, en el partido de vuelta, 2 a 1. El mismo gigante brasileño que años después contrataría a Aguirre, quien no tuvo éxito allí pero sí volvió a tenerlo en su casa, tras ser cesado en Santos.
Anteriormente, Aguirre había sido despedido de Cruz Azul, donde dirigió 11 encuentros, y de Olimpia, luego de 23.
Sin embargo, tras pasar por varios clubes sin demasiado brillo, ha demostrado que parece estar hecho para recobrar siempre, aun con planteles sobrios, la mística perdida. Esta vez, el director técnico salió campeón invicto del Torneo Apertura y, además, clasificó a octavos de la Copa después de 13 años. Como si fuera poco, sumó 100 victorias oficiales como entrenador del club.
“La Fiera” hace suyo el cuadro de Peñarol, y se nota. Es el hombre serio, pasional pero elegante, de camisa celeste. El mismo que, con los puños al cielo, mira a la hinchada y no puede evitar que se le llenen los ojos de lágrimas. Aquel en el que los aurinegros depositan toda su esperanza. La ilusión de 2011 renace con él. Diego Aguirre tiene, ya lo sabemos, mística. Pero acaso tenga algo más: un destino de dos colores que no conviene ignorar.