El partido de la tribuna
Algo más de 55.000 almas colmaron el Estadio Centenario para presenciar el último partido del año de Uruguay, y se hicieron sentir en algunos momentos muy particulares. El lado B de la fiesta.
Los números previos a que se abrieran las puertas del Estadio Centenario -con solo una tribuna sin agotarse- indicaban que acudiría un gran volumen de público. Y así fue: a pesar del mal clima, más de 55.000 personas colmaron las tribunas para presenciar el último partido del año de Uruguay por eliminatorias. Pero además, cada una de ellas fue protagonista, porque acudió al encuentro con la misma intención: ver nuevamente a Luis Suárez jugando con la camiseta celeste.
El equipo titular que inició el duelo contra Bolivia estaba confirmado mucho antes del comienzo del partido, por lo que la gente ya estaba al tanto de que el máximo goleador uruguayo empezaría el encuentro desde el banco, y de que en su lugar estaría Darwin Núñez, la estrella del Liverpool inglés cuya titularidad hoy nadie discute. Por lo tanto, durante el primer tiempo el público se limitó a disfrutar del gran momento futbolístico que atraviesa el equipo dirigido por Marcelo Bielsa.
Sin embargo, para el complemento Uruguay salió a la cancha sin modificaciones, y el clima en las gradas cambió. Pocos minutos pasaron desde el inicio de la segunda parte para que, desde la fila de asientos más alta del estadio hasta el banco de suplentes, bajara el expresivo pedido de la gente: “Olé… Olé… Olé… Lucho… Lucho”.
Entonces, el ambiente predominantemente familiar que caracteriza al público que asiste a ver a la selección uruguaya se transformó por momentos en una hinchada que ejerce su presión para transmitir un mensaje a los que están a la altura del campo de juego. En este caso, el mensaje iba dirigido para Bielsa. “Olé… Olé… Olé… Lucho… Lucho”, se volvió a escuchar. Pero el entrenador argentino parecía no tener oídos para más nada que lo que sucedía en la cancha, delante de sus ojos.
El reloj avanzaba. Y los hinchas, impacientes, no se rendían con su reclamo. Finalmente, el “Loco” se dirigió al lugar en el que estaban los suplentes y llamó a Luis Suárez, lo que provocó un verdadero festejo de la tribuna, como si Uruguay hubiera metido un gol. También llamó a Giorgian De Arrascaeta, otro jugador desnivelante, pero con un presente aún más reluciente que el de Suárez. La superestrella del Flamengo, de 29 años de edad, todavía no había visto minutos, lo que para muchos medios, sobre todo los brasileños -donde De Arrascaeta es un emblema- resultaba inexplicable.
Pero llegó el minuto 73, y misión cumplida. A Darwin Núñez le tocó dejar su lugar para que entrara el ídolo uruguayo, no sin antes despedirse con un doblete que le bajó el telón al partido, lo que confirma el gran nivel que tiene el socio de Mohamed Salah. Cuando el cuarto árbitro levantó el cartel para anunciar ese cambio, el estadio entró en estado de ebullición, con un mar de aplausos para el “Pistolero” Suárez, quien volvió a sumar minutos con la selección después de no haber sido convocado en las fechas anteriores. ¿Habrá sido una despedida?
Además, sobre el final del partido se dio otra situación emocionante. El entrenador de Bolivia, Antônio Zago, decidió reemplazar al delantero Marcelo Moreno Martins, quien jugó su último encuentro con la selección boliviana. Mientras abrazaba y saludaba a sus compañeros, al propio Luis Suárez y a tantos otros colegas como Ronald Araújo y Rodrigo Bentancur, la tribuna celeste hizo un admirable gesto de reconocimiento y respeto por una de las figuras más grandes en la historia del fútbol boliviano. Los aplausos inundaron el campo de juego y acompañaron toda la caminata de salida de Moreno Martins, quien, visiblemente emocionado, agradeció el gesto devolviendo los aplausos y saludando a las cuatro tribunas.
Sin dudas, este fue un partido en donde la hinchada, lejos de ser como las barras de los clubes, se hizo sentir en la cancha con su energía positiva, su calor y -algo muchas veces extraño en el fútbol- su nobleza.