Peñarol ganó porque también existe lógica en el fútbol. La diferencia fue abismal en el juego y estuvo apuntalada, también, en un superior aspecto físico entre el primero y despegado líder del torneo frente a el último posicionado de la table, que además se hunde cada vez más en la fatídica del descenso. Todo amarillo y amarillo, en la ocasión en tono de gris. 

Con una primera mitad, vale recalcarlo, de neto dominio aurinegro. Cuando impuso su ritmo de juego, de triangulaciones y desbordes por ambas bandas, el equipo se volvió imparable para la frágil retaguardia aurirroja. Y a nadie resultó extraño que se pusiera en ventaja por intermedio de un penal que cambió por gol Pablo Ceppelini, ni que siguiera de largo con el tanto de típico oportunista de Agustín Álvarez Martínez.  

Los de Larriera, sin embargo, literalmente sacaron el pie del acelerador en el complemento. La ventaja de dos goles era indescontable para el decoroso conjunto de Villa Española, que, pese a lograr el tanto del descuento por intermedio de Denis Olivera, jamás se puso en partido, puesto que, apenas minutos después de acortar la diferencia en el tanteador, resultó expulsado William Machado por una durísima infracción en perjuicio de Facundo Torres.

El golazo de Agustín Canobbio -la colgó del ángulo superior izquierdo del arco- le dio un marco de mayor justicia al cómodo triunfo aurinegro.

Peñarol, en el mejor apronte clásico. Se impuso sin despeinarse, lidera el Clausura y, provisoriamente, se subió a la punta de la trascendental Tabla Anual. Nada menos.