Cerrito y Racing dejaron hasta el alma en la cancha. Un punto para cada uno, y es justo, porque ninguno de los equipos merecía marcharse derrotado.

Tras una primera parte en borrador, el complemento fue realmente de hacha y tiza. Se jugaron al todo o nada. Los dos fueron al frente, proponiendo un partido de ida y vuelta con interesantes juegos colectivos, gran dinámica, despliegue, derroche de energías y corazón.

Raúl Tarragona, con una espectacular tijera, puso en ganancia al auriverde, que con esa conquista parecía que se aseguraba los tres puntos. Faltaban diez minutos y el líder pasaba al frente en el tanteador. Todo a pedir de boca. Pero apenas cuatro minutos después, su arquero Mathías Rolero cometió una infantil infracción técnica dentro del área chica, el árbitro Nicolás Vignolo se percató, y Líber Quiñones no desaprovechó el regalo para, con un disparo seco, romperle el arco al cafetero. Golazo del goleador histórico cervecero para sellar el empate definitivo.

Pusieron y dejaron todo: aplausos para los dos.