La hora de Venezuela
Con la música de “Uruguay/ te queremos/ te queremos ver campeón/ porque en esta tierra vive/ un pueblo con corazón”, a fines de los noventa una murga joven cantaba: “Venezuela/ yo te pido/ que seas siempre mi rival/ sólo así tenemos chance/ de poder clasificar”, porque decía que la de Venezuela era la única selección a la que Uruguay podía hacerle partido, porque Venezuela no le ganaba a nadie. En realidad, las Eliminatorias Sudamericanas han sido por lo general bastante parejas, incluso Brasil y Argentina han tenido dificultades -Uruguay ni hablar (ya en el 58 nos eliminó Paraguay goleándonos cinco a uno; en el 78 quedamos afuera del Mundial de Argentina, eliminados por Perú y Bolivia, entre otras eliminaciones, a veces consecutivas), pero
Venezuela siempre había estado un escalón por debajo de las demás selecciones. Hasta que empezó este siglo.
Anoche Venezuela le ganó de local a la poderosa Colombia (según la mayoría de los comentaristas, la mejor selección de este torneo junto a la de Argentina) y entró en zona de repechaje. Venezuela reitera la muy buena campaña de las clasificatorias anteriores y puede que esta vez no haya forma de que deje pasar el tren. Ante esa Venezuela debe dirimir su chance ahora, este alicaído Uruguay.
Si ésta fuese una selección uruguaya más, yo diría que la tiene imposible (tras Venezuela se vienen Perú, Ecuador, Colombia y Argentina), pero a esta selección la compromete más su propia historia.
Porque cuando quedó a un gol de la final del Mundo, la vez anterior que Uruguay lo había hecho, el padre de Forlán saltó a festejar en un impulso el gol de Schiaffino que Solé relató y no fue, y volvió a caer desconsolado sobre su cama de niño chico, en Mercedes, escuchando la radio, que era un mueble de madera, parecido al aparador de un living, con redes en vez de vidrios, que funcionaba a válvulas, tubos y lámparas, una de las modernas de entonces.
La compromete más porque no fuimos al Mundial de Argentina y de los que fueron al anterior Mundial de Brasil sólo queda vivo un genio de ochenta y seis años.
Su historia la compromete, además, porque cuando ganó la última Copa América para Uruguay, varios de los últimos que la habían ganado ya eran abuelos.
Es el partido del que menos me gustaría que dependiera nuestra chance. Cuando juegan Uruguay-Venezuela, debo ser, quizás, el único que en el estadio canta los dos himnos. Porque fui a la escuela Venezuela, recibí educación gratuita de entrambos Estados. Además tengo pila de amigos venezolanos por adopción, por eso, de verdad, lamento decirles que tengo la esperanza de que ante Uruguay, en estas eliminatorias, a Venezuela le llegó la mala hora.