Diario de viaje: recuerdos de 1966
Escribe: Atilio Garrido / Fotografías: Fernando González (enviados especiales a Asunción)
Cincuenta y un años atrás llegué a La Muy Noble y Leal Ciudad de Nuestra Señora Santa María de la Asunción, nombre que recibió en su acta de fundación el 16 de septiembre de 1541. El aeropuerto se llamaba Presidente Stroessner, apellido de quién ocupó el cargo de conducir al país a partir de 1954… Literalmente la terminal era un galpón, rodeado por algunos hangares donde moría una pequeña cinta de asfalto en la que aterrizó aquel avión de la Fuerza Aérea Uruguaya en el que viajé como integrante de la selección uruguaya de fútbol de salón juvenil, que competía en el primer campeonato sudamericano de ese deporte poco conocido en aquel tiempo. Transcurría 1966. Aquel equipo surgió del club del Banco República armado por Panchito García, sub-jefe de la sección Custodias donde yo desempeñaba funciones como “meritorio”, un cargo que equivalía al del “che pibe”. Era el botija de los mandados. Otro empleado del banco, Felipe Figueroa, era el árbitro de la delegación y los compañeros del conjunto –excepto el golero titular Serantes quién también era empleado- figuraban entre los asociados del club con sede en Pocitos.
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En aquel 1966 en Montevideo funcionaba un local nocturno que se llamaba Chez Charlos. La publicidad se basaba en una frase que tenía gancho: “la curva del ensueño”. ¿Por qué? Porque se encontraba en la rambla México, entrando a la derecha antes de subir el repecho de Coimbra en el mismo lugar donde muchos años después se puso en marcha Salón Makao, que tenía conexión con el Hotel Oceanía cuyas puertas se abrían hacia la calle Mar Ártico. Aquella “boite” –como se llamaban entonces esos lugares- era propiedad del Gordo Siri, un personaje inefable de aquel Montevideo. Peñarolense a muerte, tenía un hijo de gran pinta que eran sus ojos. El lugar explotaba cada noche con números en vivo de alta jerarquía porque allí se presentaban los ídolos rioplatenses de entonces. Desde Pedrito Rico al que apodaban “El ángel de España” hasta Rolando Laserie, un centroamericano que cantaba con una boina blanca y en tono de salsa ese gran tango que es Las Cuarenta escrito por Francisco Gorrindo. Hace unos pocos años me encontré en la platea América del Estadio Centenario con el hijo del Gordo. No lo conocía. Nos abrazamos. Su padre sigue desde el cielo hinchando por los manyas y él radicado en Estados Unidos donde el querido Gordo Sirí partió para siempre.
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Conocí Chez Carlos en ese año 1966. Me llevó un amigo de mi padre, cuya familia Mejlovicz había iniciado frente a la plaza de las Misiones, donde estaba la cancha abierta de Goes, que tenía piso de asfalto cuando fuimos con los muchachos del barrio a probarnos en los “mini”, categoría que se puso en marcha apenas unos años antes. Nos metían en la cancha, nos tiraban una vieja pelota Spalding y empezábamos a jugar. Al costado del rectángulo de juego un gordo con pinta de Papa con bigotes, ojos caídos y pelo entrecano, miraba atentamente. Al final decía: “Vos pibe, vení que vas a quedar. Vos ándate”. Después supe quién era. El gordo Bernardo Larre Borges, un pope del básquetbol uruguayo y aquel Montevideo de antaño. El emprendimiento de esta familia judía se llamaba La Palestina. El viejo matrimonio nacido allá, lejos, en la tierra cuyo nombre le pusieron al almacén, estaba al frente del local. Jaime, el hijo mayor, ganaba espacios. Isaac -el mejor- le seguía los pasos. Alejandrita no había nacido. Miguelito D’Elía correteaba por los patios de la casa de altos. Hoy es el Macro Mercado. Evolución positiva y fantástica, inclusive ejemplar, de cómo partiendo desde muy abajo se puede llegar hasta lo más alto. Isaac me llevó a Chez Carlos en un “cola chata” de aquellos tiempos. Llegamos y grande fue mi sorpresa al ver que allí, en la “boite”, estaban todos los jugadores de aquel Peñarol campeón de América y del mundo.
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Hoy retorné a La Muy Noble y Leal Ciudad de Nuestra Señora Santa María de la Asunción. El aeropuerto se llama Silvio Pettirossi, pionero de la aviación paraguaya. En el mismo vuelo venía Isaac Mejlovicz. El abrazo, los recuerdos y su satisfacción por lo que hoy representa en Uruguay el Macro Mercado. Miguel D’Elía el gerente comercial llegó con el ómnibus repleto de los clientes que depositaron en las urnas más de dos millones de cupones participando de esa forma en la habitual promoción que realiza Macro Mercado para apoyar a la selección. También Asunción ya no es la misma. Esta noche hace frío y un viento muy fuerte que anuncia temporal y lluvia. Todo cambia. ¡Hace frío en esta siempre caliente tierra guaraní! Salute.