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Suárez, “todo” pasa y Cruyff




Luis Suárez, el ídolo total de hoy en medio de la más absoluta soledad al subir al avión que trasladó a Uruguay a Recife. Una fotografía que es un símbolo de la vida misma, la de los ídolos de cada momento, que viven su tiempo hasta que llega el inevitable "todo pasa"...


24 marzo, 2016
Selección

Luis Suárez, el ídolo total de hoy en medio de la más absoluta soledad al subir al avión que trasladó a Uruguay a Recife. Una fotografía que es un símbolo de la vida misma, la de los ídolos   de cada momento, que viven su tiempo hasta que llega el inevitable "todo pasa"...

Luis Suárez, el ídolo total de hoy en medio de la más absoluta soledad al subir al avión que trasladó a Uruguay a Recife. Una fotografía que es un símbolo de la vida misma, la de los ídolos de cada momento, que viven su tiempo hasta que llega el inevitable “todo pasa”…

La imagen captada por Fernando González ayer, miércoles, en el momento en que Luis Suárez subió al avión para viajar a Recife, generó en mi mente una serie de reflexiones. Como se aprecia, se ve a Luis sólo en medio de la soledad de los asientos vacíos. Es una postal, un verdadero símbolo, una especie de proyección futura de la vida Lucho, cuando le toque recorrer el inevitable paso del tiempo que es la vida. Reflexiones, que se acrecientan, ante la noticia de la muerte de Johan Cruyff, el ídolo mundial de aquella década sesentista, sin duda alguna, en la actualidad largamente desconocido por muchos, que revive al fenecer, en el último destello de popularidad al anunciarse su partida terrenal.

AQUEL AYER

En la década de los años sesenta del siglo XX, cuando la nueva ola parecía sepultar al tango, se instaló en el Río de la Plata el enfrentamiento entre las dos corrientes. De un lado los abanderados del modernismo que, a nivel musical, tenía al Club del Clan como abanderado. Palito Ortega, Chico Novarro, Johny Tedesco, Lalo Francen, Niki Jones, Violeta Rivas y Néstor Fabían, formaban esa barra juvenil que cada sábado de noche, por la tele, paralizaban ambas orillas platenses. El suceso en Montevideo era impresionante. El long-play del Club del Clan llegó a vender en Uruguay un millón de placas.

El tango se moría. Apareció un oriental de Las Piedras, Julio Sosa, rescatando la corriente tradicional. En ese tiempo le preguntaron al Polaco Goyeneche:

-¿Qué le diría a los jóvenes que no les gusta el tango?

-“¡Qué vivan! Después les va a gustar…”, respondió el Polaco arrastrando su voz que comenzaba a desgastarse.

Hoy, en este mundo de internet, facebock, twitter y otras yerbas, los muchachos no tienen ni idea de este pasado al que me refiero. Para ellos no existen. No los conocen. En cambio, para los que peinamos canas, siguen allí, fijos, instalados en la memoria colectiva de los recuerdos que no se olvidan.

AQUEL FÚTBOL DEL AYER

En ese tiempo el fútbol uruguayo tenía sus ídolos. Apenas estábamos a una década del Maracanazo. Los muchachos de entonces, tocábamos la gloria con la mano. Estaba allí. Pero, para aquellos jóvenes de los sesenta, los viejos no interesaban. Rendíamos tributo y nos desesperábamos por los ídolos presentes, los de ese momento, los de ese tiempo. ¿Quiénes eran? Pedro Rocha, Mario Bergara, Rubén González, el Tito Goncalvez, el Pepe Sacía, Alberto Spencer…

Cientos de muchachos los esperaban a la salida del Parque Central o de Las Acacias, donde practicaban Nacional y Peñarol. Cientos de muchachos íbamos a verlos jugar en las prácticas de la selección que se realizaban en la cancha de la Escuela Militar, allá por la avenida Garibaldi casi Vilardebó. La televisión apenas comenzaba. Los ídolos aún no estaban en la pantalla chica. No existían equipos de exteriores. La TV se realizaba sólo desde los estudios, con los avisos publicitarios en vivo. A nuestros ídolos futbolísticos los veíamos en los diarios. Comprábamos El Día con el huecograbado a todo color, para recortar las fotografías y pegarlas en los cuadernos

AQUEL FÚTBOL DE LOS AÑOS TREINTA

Esos jugadores de fines de los cincuenta y principios del sesenta eran nuestros ídolos, como para mi viejo los suyos fueron y seguían siendo desde la memoria, Héctor Scarone, Pelegrín Anselmo, el Gallego Lorenzo, el Manco Castro, José Piendibene. Me contaba con admiración en sus ojos cuando, siendo botija se colaba en el Parque Central y se subía a los carteles publicitarios de toscanos Avanti para ver el partido. Y allí –relataba- pegaban en la chapa del aviso los pelotazos de Petrone que se iban afuera y el cartel cimbraba. Repetía hasta el cansancio el gol del Maestro Piendi a Zamora en 1926 en el Parque Central.

“Todo pasa”, tenía escrito en su anillo de oro Julio Grondona y lo hacía girar de exprofeso, cuando alguien venía a plantearle un problema acuciante, de ese momento, de instante de la vida en que al interlocutor le ocurría el episodio que buscaba solucionar.

ESTE FÚTBOL DE LA ALDEA GLOBAL

Aquellos eran otros tiempos. Muy diferentes a los actuales. Hoy los admiradores de los ídolos buscan el autógrafo, el selfy, la firma de la camiseta. Y, sin duda alguna, el ídolo supremo actual del fútbol uruguayo es Luis Suárez. Se ha ganado ese sitial de idolatría total a todos los niveles –jóvenes, medianos y viejos- no solo por sus condiciones, sino también porque su trayectoria lo ha convertido en el símbolo de la lucha de David ante Goliat. Teñida con la persecución del amor por su novia de la niñez, la mujer y esposa de hoy.

Hoy, en Uruguay, todos mueren por estar, tener una fotografía, un autógrafo o simplemente tocarlo cuando pasa rumbo al estadio, en el aeropuerto, en la calle… Y Lucho, el Pistolero, el Depredador, Luisito, retribuye cada gesto con una sonrisa buena, generosa y afectiva. Es el hoy, es líder, el polo de atracción, el imán de multitudes. Es el qué ha transitado por sus momentos turbulentos, propio de ese carácter típico de los uruguayos que no debe perder y que, por suerte, lo han ayudado a madurar, apareciendo hoy más reposado, más sereno, más líder que nunca…

La poderosa Red Globo de Brasil ha difundido en estas semanas un material excelente de casi 20 minutos, donde se narra la vida de Luis Suárez, con una cobertura notable realizada en varias ciudades del mundo, incluido su Salto natal. Es la prueba concluyente de la dimensión de ídolo que ha adquirido Luisito en esta aldea global en que se ha convertido el mundo.

Luis Suárez es el ídolo del momento. Un momento que se consume rápidamente en el planeta globalizado. Hasta hace poco, muy poco, ese sitial de idolatría lo ocupaba en todo su esplendor Diego Forlán, quien el martes pasado, en un gesto que lo enaltece y que demuestra su ubicación, concurrió como uno más a saludar a sus ex compañeros, a apoyarlos, consciente que en el inevitable paso del tiempo, que es la vida misma, conservará para siempre su distinción de haber sido el mejor jugador de la Copa del Mundo de 2010. Quedará para siempre, mientras la idolatría popular irá cambiando de rumbo, cumpliendo la máxima inflexible del “todo pasa”. Y a medida que el sol de esa misma vida se va poniendo a nuestra espalda, cada ser humano, en el inevitable diálogo con su consciencia, consigo mismo, advertirá que el tiempo se va escapando como agua entre los dedos, hasta convertirnos a todos en un punto en medio de la inmensidad.