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Crónicas de viaje (1) Hace 90 años Uruguay se coronaba Campeón del Mundo y Olímpico




El equipo de Uruguay Campeón del Mundo y Olímpico en 1924. Arriba desde la izquierda: Nasazzi, Mazzali, ARispe, Vidal, Andrade y Ghierra. Abajo en el mismo sentido: Urdinaran, Scarone, Petrone, Cea y Romano. Le ganaron la final a Suiza 3:0


10 junio, 2014
Pelota al medio

El equipo de Uruguay que  hace justo hoy 90 años se consagró Campeón del Mundo y Olímpico en 1924. Arriba desde la izquierda: Nasazzi, Mazzali, ARispe, Vidal, Andrade y Ghierra. Abajo en el mismo sentido: Urdinaran, Scarone, Petrone, Cea y Romano. Le ganaron la final a Suiza 3:0

El equipo de Uruguay que hace justo hoy 90 años se consagró Campeón del Mundo y Olímpico en 1924. Arriba desde la izquierda: Nasazzi, Mazzali, ARispe, Vidal, Andrade y Ghierra. Abajo en el mismo sentido: Urdinaran, Scarone, Petrone, Cea y Romano. Le ganaron la final a Suiza 3:0

Escribe: Atilio Garrido / Fotografías: Fernando González (enviados especiales)

¡Arrancó hoy, 9 de junio, el sueño celeste de conquistar la Copa del Mundo Brasil 2014! Olvidada, tapada por esta ola de esperanza compartida que desata la actual selección de Uruguay, la fecha de este día pertenece al “santoral” de la gloria celeste, pasó de largo sin que nadie se acordara de ella. Ni la AUF que debió hacerlo por tratarse de un número “redondo”. Ni los colegas. Nadie… ¡Así es la vida!  Hace exactamente 90 años el “Uruguay se metió a patadas en la geografía del mundo”, según la exacta definición del excelente periodista, hoy desparecido, Nilo J. Suburú. Efectivamente fue así. Aquellos uruguayos que tenían en José Nasazzi a un Mariscal de Hierro, Capitán de capitanes, no sólo eran unos ilustres desconocidos en el mundo del fútbol. El propio país cuyas camisetas celestes defendían, el pequeño Uruguay, era una ignota nación de cuya existencia los habitantes comunes y normales de Europa, el pueblo, el “populacho”, no tenían ni siquiera la menor idea. Intelectuales, historiadores y representantes de las clases altas y cultas, obvio que conocían –aunque no profundamente- nuestra República de pequeñas dimensiones, cuyo nacimiento aún se discutía bajo la definición de un “Estado tapón” entre los dos gigantes vecinos: Argentina y Brasil. Fue el fútbol el vehículo que permitió que “il póppolo” tomara conocimiento de que en Uruguay se jugaba el mejor fútbol de la tierra. Aquellos orientales que representaban a “la mitad” del Uruguay concretaron la hazaña que parecía imposible. Lograron algo quimérico como fue consagrarse Campeones del Mundo del primer torneo que en la historia del fútbol organizó la FIFA, en el marco de los Juegos Olímpicos de París en 1924.

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Desde noviembre de 1922 del fútbol uruguayo se dividió. Se partió al medio. Rencillas entre Nacional y Peñarol, originadas por la ruptura del fútbol de Argentina que se produjo a partir de 1919, al chocar los defensores del amateurismo ante el avance del profesionalismo, se trasladaron a esta orilla del Río de la Plata. Estudios que he realizado y publicado en varias ocasiones, permiten afirmar que se sumaron, también, conflictos internos en la fracción más fuerte  del Partido Colorado gobernante. Los enfrentamientos de Julio María Sosa –a la sazón Presidente de Peñarol- contra el líder del grupo, José Batlle y Ordóñez, por la candidatura del sector para las elecciones de 1922 originaron un conflicto que se extendió durante varios años, no estando encontrándose el fútbol ajeno a él. Nacional con el apoyo de “Don Pepe” Batlle –a pesar de que su hijo era hincha de Peñarol y llegó a ocupar la Vicepresidencia de la institución- se mantuvo bajo la bandera de la AUF. El Dr. Sosa llevó a Peñarol “a las cuchillas”. Fundó la rebelde Federación Uruguaya de Fútbol (FUF) y enfrentó a sus adversarios. La AUF organizó en Montevideo el Campeonato Sudamericano de 1923 armando un equipo nuevo, sin la inclusión de las figuras de Peñarol que ya no estaban en la AUF. Aparecieron Nasazzi , Andrade y Pedro Petrone como novedades, sumándose a la experiencia del “Loco” Romano. Se consagraron campeones en el Parque Central y unos meses después, en abril de 1924, la delegación desembarcó en el puerto de Vigo para iniciar una gira de nueve partidos por España para solventar los gastos del viaje transoceánico en el vapor “Desirade”, que en aquel entonces demoraba casi un mes. El primer partido se llevó a cabo el día 10. ¡Es otra fecha histórica que lamentablemente no explota nuestro país y –mucho menos- la Asociación Uruguaya de Fútbol! En esa jornada del 10 de abril de 1924 la selección celeste se convirtió en el primer país de toda América Latina en jugar al fútbol por primera vez en Europa. ¡Nunca antes nadie lo hizo! Ni Argentina, que por entonces disputaba la supremacía mundial con Uruguay. Tampoco Brasil que por aquel entonces no tenía credenciales y su fútbol se encontraba en un escalón muy inferior al de los países rioplatenses.

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Los uruguayos en la Villa Olímpica. Era tan malas las condiciones de vida allí, que se fueron a un castillo alquilado.

Los uruguayos en la Villa Olímpica. Era tan malas las condiciones de vida allí, que se fueron a un castillo alquilado.

La excursión por tierras españolas fue un suceso impresionante. Jugó nueve partidos, todos ganados con una contundencia que asombró desde el comienzo. Justamente en la ciudad de Vigo, donde se produjo el debut de los celestes enfrentando a un combinado de jugadores del Celta y La Coruña, nació una frase premonitoria que anticipó el éxito. Uruguay ganó 3:0 con una demostración magistral de juego que los españoles jamás habían presenciado. La pelota al ras del piso con el clásico “tuya y mía” de entonces progresando en el campo. Funcionó a la perfección la famosa frase que utilizó siempre el “Vasco” Cea –el entreala izquierdo del equipo en tiempos donde los números no existían-, para definir el fútbol de los uruguayos de aquel tiempo: “cortita y al pie”. O sea jugar y jugar como lo hice hasta ayer el querido Wanderers armado por Alfredito Arias. Al otro día el título del comentario de Manuel de Castro en el matutino “El faro de Vigo” fue por demás elocuente: “por el campo de Coya (el barrio donde estaba el estadio del Celta- pasó una ráfaga olímpicas”. El céfiro se transformó en huracán en Colombes. Fueron 22 los países inscriptos lo que da la pauta de la importancia y la magnitud que tuvo aquel primer Campeonato del Mundo organizado por la FIFA. Su dimensión se agiganta si se recuerda que en Montevideo, en 1930 fueron trece los países que se presentaron a la cita e idéntico número de participantes compitieron en Brasil en 1950. En Colombes los partidos fueron eliminatorios. Pensaban los europeos que Uruguay no pasaría la ronda eliminatoria ante Yugoeslavia. “Pobres, venir de tan lejos para irse tan rápido” comentaban los franceses después de una práctica de fútbol donde los uruguayos exhibieron la que se llamó “la viveza criolla”, Advertidos de que los adversarios estaban mirando desde la tribuna, los orientales se hicieron los “patas duras”. Le erraban a la pelota cuando querían patearla. Se dejaban pasar como postes demostrando ser muy malos marcadores. Al otro día los siete goles fueron el augurio de lo que se venía. Uruguay le ganó al fuerte equipo de Francia, el local, 5:0, cayó Estados Unidos y en la semifinal ante Holanda se logró el pase a la definición del título en forma apretada. El 9 de junio de 1924 –hace hoy 90 años- los orientales dieron una clase ante Suiza ganando 3:0, consagrándose  Campeones del Mundo y Olímpicos por primera vez.

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Hoy son otros uruguayos los que van en busca de la hazaña. Los muchachos del capitán Diego Lugano llegan envueltos en las banderas esperanzadoras que levanta todo el pueblo oriental. La sensacional actuación en Sudáfrica 2010, la conquista del título de Campeones Sudamericanos sacándoselo del buche a los argentinos en su propia casa y la remontada final en las Eliminatorias mundiales para Brasil 2014, conforman un trípode muy fuerte sobre el que se apoya la ilusión, Como nunca antes lo hemos visto en nuestros 46 años de trayectoria periodística con asistencia a todos los mundiales desde 1970, el pueblo uruguayo expone una confianza ilimitada en las huestes de Oscar Tabárez. El impacto marketinero de estos celestes se observa en la manera como las empresas se han volcado a promocionar su marca identificándola con la celeste, los jugadores y el técnico. ¡Ojalá en la cancha los muchachos respondan haciendo realidad la afirmación que el escritor argentino Francisco Acuña de Figueroa estampó en nuestro himno nacional: “¡sabremos cumplir!”. Salute.