Suárez y Reyes
Suárez y Reyes es la dirección de la Casa Presidencial uruguaya.
Que en la residencia presidencial de Uruguay haya una cancha de fútbol no es casual, al país se lo reconoce en el mundo principalmente por el fútbol y en las ciencias sociales por ser el primero que integró negros y blancos en el deporte, en el sudamericano de fútbol de 1916 en Chile. Por eso tampoco llamó la atención que el propio Presidente de la República se indignara cuando en el reino de la hipocresía victoriana, objeto de la sátira de William Thackeray y del repudio de Virginia Woolf, acusaron al futbolista uruguayo Luis Suárez de racismo.
Los ocho partidos de suspensión que le aplicaron entonces al “Salta” que, como dijo el presidente Mujica, “no tiene nada de racista”, no alcanzaron para destruirlo.
Entonces, cuando se demostró fehacientemente la brutalidad e injusticia de la sanción que le aplicaron contra sus propios antecedentes los tribunales británicos, perjudicando al jugador, al club Liverpool y a la Selección Uruguaya, ahora vuelven a la carga contra él, contra el más popular de los equipos del fútbol inglés y contra el fútbol uruguayo, con el agravante de que quien lo ataca desmelenado, es quien más debería guardar neutralidad y compostura, el Vicepresidente de la FIFA, el británico Jim Boyce, con infamias descomunales, al decir que “Suárez simula nueve de cada diez veces” que le cometen infracción y que eso “es un cáncer”.
Es demostrable que alguna de cada diez infracciones a Suárez quizás esté mal cobrada, pero está filmado que Lucho es uno de los futbolistas más golpeados de la liga inglesa. Se puede discutir si en la jugada concreta que pretextó el improperio de nada menos que el número dos de la Federación encargada de organizar el Mundial de 2014, a Suárez lo desestabilizaron, pero llamarle “cáncer” a eso es torturar las palabras para volverlas su contrario, es hacer lo que mejor que nadie describió el formidable narrador inglés republicano John Berger, “Se tortura a las palabras hasta que ceden y se rinden a sus polos opuestos…”. Simuladores, impostores y un verdadero cáncer son los epítetos del súbdito de la corona británica, mister Jim Boyce, quien nueve de cada diez veces simula ser irlandés.
Ya es paradójico que un tribunal del Reino Unido haya declarado racista a un sudaca y lo haya castigado con tal desproporción por llamar negro a un compañero, pero que ahora, al estilo autoritario y flemático, pretendan volver a suspenderlo, al grito de “¡cáncer!” del Vicepresidente de la FIFA, por una supuesta “simulación” viene a completar la paradoja.
“Negro” es una palabra esclavizada ahora por Inglaterra como durante siglos esclavizó a los propios negros y a millones de éstos los tiró por la borda de los barcos para regular los precios en el mercado del esclavismo. “Simulación” es precisamente lo que caracterizó a la era victoriana, por sus reverencias falsas, mientras Inglaterra en la India hacía volar en pedazos a los cipayos atándolos a los cañones.
Cuando mister Boyce se despacha con el exabrupto “¡cáncer!” nos recuerda el más certero resumen de los tres siglos de Imperio Británico.
Lo hizo Mahatma Gandhi, al expulsar al invasor inglés de India.
Le preguntaron qué opinaba de la civilización occidental.
“Sería una buena idea”, contestó Gandhi.
Sería una buena idea que el Vicepresidente de FIFA se comportase, aunque fuese de forma victoriana, con cierta civilización.
Admiro a varios británicos, desde Charles Chaplin a los Beatles, pasando por Helen Mirren, William Shakespeare y Virginia Woolf, entre muchos otros, admiro la historia del pueblo inglés, de la que el Liverpool es un digno exponente futbolístico, pero la corona que mister Boyce representa lo que tiene no es historia, son antecedentes penales.
En Occidente, apenas sabemos algo de las masacres causadas por los colonialistas británicos en la India y en el Vietnam que ocuparon directa e indirectamente, y estamos poco informados del resto, de la historia de los pueblos del extremo Oriente, de la agresión británica durante la secular guerra popular prolongada de la revolución china, de la ocupación de Palestina, de Arabia, del saqueo de África, de América, el comercio internacional desigual que impusieron a punta de cañoneras…
Es preocupante que Boyce pretenda aplicar esos métodos en la Vicepresidencia de la FIFA, porque en el mundo actual de la información y el conocimiento, la FIFA no debería seguir siendo lo que ha sido.