Mente sana en cuerpo sano
En estos tiempos que corren en donde los jugadores vales decenas y decenas de millones de dólares, en donde el fútbol como negocio mueve lo que ni siquiera imaginamos, en donde las canchas de baby fútbol estas colmadas de madres y padres esperanzados de que su futuro se resuelva cuando su hijo se trasforme en crack (y viven cada encuentro como si fuera la final del mundo y con la celeste en cancha), en este mundo futbolístico es imposible pensar el proceso colectivo y deportivo, sin tomar en cuenta (casi como elemento indispensable), no solo lo que ocurre a nivel físico y técnico, sino sobre todo lo que ocurre a nivel de la psiquis de los protagonistas.
Aquí es donde aparece la psicología del deporte esa rama de la psicología que estudia los procesos psíquicos y la conducta del hombre durante la actividad deportiva. Esta ciencia que busca conocer y optimizar las condiciones internas del deportista para lograr la expresión del potencial físico, técnico y táctico adquirido en el proceso de preparación. Proceso que, teniendo en cuenta lo dicho, está cargado de responsabilidad y presiones y que se torna mucho mas difícil aun para aquellos que son colocados por la afición en el pedestal de ídolos.
Hace tiempo ya se dieron los primeros acercamientos entre la psicología y el deporte que eran simples consultas de los entrenadores a los psicólogos, donde presentaban descripciones de conductas durante las competencias en búsqueda de consejos para lograr el autocontrol de los deportistas.
Con el devenir del tiempo la psicología del deporte avanzó y hoy ya no puede dudarse que la interacción entre el psicólogo y el deportista es absolutamente indispensable. El psicólogo especializado tiene la función (entre otras) de ayudar al competidor a controlar el estrés (que provoca una desorganización conductual y emocional que puede afectar su rendimiento).
Cuantas horas de radio y televisión se han ocupado en hablar del potencial que tal o cual jugador tiene con relación a sus cualidades físico- técnicas y las magras actuaciones que estos realizan en algunos encuentros. No solo los periodistas sino también los técnicos, dirigentes y aficionados, se preguntan ¿por qué muchas veces fracasan aquellos que tienen excelentes características innatas para triunfar?
La respuesta siempre parece ser la misma: “la falta de preparación física”, pero fundamentalmente, “la falta de mentalidad y de profesionalidad”.
Parece claro que muchas veces aspectos inconscientes de la estructura psíquica de los jugadores actúan desde su interior jugando un papel sumamente importante y determinando sus acciones.
Ello, Yo y Superyó, son conceptos fundamentales en la teoría del psicoanálisis con la que Sigmund Freud intentó explicar el funcionamiento psíquico humano, postulando la existencia de un “aparato” psíquico que tiene una estructura particular. Sostuvo que este aparato está dividido, a grandes rasgos, en tres instancias, el Ello, el Yo y el Superyó El YO es la instancia encargada de desarrollar mecanismos que permitan obtener el mayor placer posible, pero dentro de los marcos que la realidad permita.
Podría ejemplificárselo incluso como un poder o una persona dentro de la mente, que nos presta atención en todo momento, incluso en nuestras acciones más íntimas.
El YO se conforma a lo largo de toda la vida del ser humano, desde su inicio en el espejo maternal, del padre, sus familiares cercanos, sus amigos, compañeros de colegio, maestros, profesores, ídolos en la adolescencia, modelos de todo tipo.
Es por esta acumulación de “identificaciones” que el YO se nos presenta como una estructura dinámica y es justamente por eso es tan importante la consolidación del yo del deportista acorde con imágenes positivas tanto de sus entrenadores como de su equipo. El yo (gracias al esfuerzo y la voluntad que cada deportista pone en triunfar, compitiendo con sus ideales, con sus marcas o contra un adversario) permite ir aumentando el umbral de frustración del deportista, lo que hace de él un individuo que puede enfrentar la vida de un modo más efectivo.
Un yo así ubicado se encontrará motivado en forma constante y evolucionando hacia sus propios ideales, los de su deporte y la institución a la que representa.
Según los especialistas en psicología deportiva los ideales o expectativas de los jugadores deberían estar condicionados por sus propios recursos ya que un ideal muy alto sin obtener el logro anhelado produce efectos negativos en su actividad, y esto obviamente genera angustia y frustración. La angustia suele ser un motor negativo en el desarrollo profesional de cualquier deportista, hasta el punto de llegar a inhibir profundamente su evolución.
Claramente por lo expuesto y por tantos ejemplos, cercanos y no tanto en el tiempo, que conocemos en nuestro fútbol Uruguayo seria momento de que tomáramos en serio la psiquis de los deportistas a los que tanto se les exige y muchas veces (mas allá del aspecto económico en algunos casos) tan poco se les da. Preparación, apoyo, contención y trabajo responsable podrían quizás llegar a ser una solución, no necesariamente cortoplacista, para algunos de los problemas que se plantean en nuestro fútbol y comenzar por el baby fútbol no parecería ser tan descabellado…