En Jordania no existe la inseguridad y Borges sostenía que somos orientales y no uruguayos
Quedó mucha tela para cortar del viaje a Jordania. Hoy “colgamos” la quinta Crónica de Viaje con las anécdotas surgidas en la noche previa al partido donde compartimos una cena con Sergio Gorzy, el “Gallego” González y dos amigos de Sergio que viajaron de Israel especialmente para ver a la celeste.
Miércoles 13. Amaneció con sol esta mañana de invierno en Ammán. La temperatura trepará hasta los 23 grados y según las estaciones informativas de meteorología, durante la disputa del anhelado partido entre Jordania y Uruguay, la columna mercurial se estabilizará en 13 grados. Como expresó Sergio Gorzy, anoche mientras cenábamos en un bolichito del centro de la ciudad: “El partido se juega un día 13, del año 2013, a las 13 horas y con 13 grados de temperatura. ¡Que no joda el Maestro! ¿Era un partido para el “Loco” del 13! ¡Para el “Loco” Abreu!”. Es que aquí, la región comienza a transitar el invierno, que por su ubicación geográfica no tiene las características del frío glacial que tenemos en Uruguay. La temporada invernal fresca y húmeda en el “Oriente Medio” se extiende de noviembre a marzo con promedios de 13 grados. ¿Otra alusión al “Loco”? Varía durante el día, pero en las noches cae hasta los tres grados. El resto del año es considerado verano y ahí, ¡mamita querida!, agarrate catalina que en pleno desierto, 40 y pico de grados y a veces hasta 50, es cosa de todos los días. La ausencia de lluvias genera escases de agua, motivo por el cuál –como señalé en nota anterior- Ammán presenta las características típicas de la zona. En la suburbana y rural, la tierra es marrón clarito, las sierras y los valles pedregosos, con muy escasa vegetación y cuyo verde es opaco. Las casas que en otras zonas son blancas –para rechazar en parte la acción de los rayos solares-, aquí son beige, color manteca, que es la de la piedra caliza que se utiliza para su construcción.
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El contacto con el mundo árabe nos enfrenta en estos breves días a su realidad, tan distinta en todos los aspectos, a la nuestra. A la uruguaya u oriental, como en realidad deberíamos auto mencionarnos. Algún día llegará la hora de recuperar nuestra orgullosa condición de orientales que nos pertenece desde el fondo de la historia. Que impulsó y fundó nuestra orientalidad. Somos orientales y no uruguayos. Así quedó consagrado en nuestro Himnos Nacional. A propósito de este tema vaya una anécdota. Durante la Copa del Mundo de 1978, en Argentina, acompañé a un gran amigo de aquellos tiempos de mis comienzos, el periodista inglés, Brian Glandville, a un reportaje con Jorge Luis Borges. Concurrimos al apartamento de la calle Maipú casi esquina Marcelo T. de Alvear, donde vivía desde la década del cuarenta. Nos atendió María Kodama quién nos hizo pasar con una advertencia mientras nos dirigía a un sillón donde nos sentamos: “no muevan ninguna silla de lugar”. Tras breves minutos de espera llegó Borges caminando, sin bastón y se sentó en su sillón individual. Cuando grabé la nota que iba a ser emitida luego en Radio Carve, emisora para la que entonces trabajaba, comenzamos a hablar de su historia y relación directa desde su infancia con el Uruguay y los uruguayos. Cuando pronuncié esta palabra que iba camino a sepultar definitivamente a la de orientales, el gran maestro, sin levantar la voz, brindó una clase magistral: “No, no, ustedes no son uruguayos. Son orientales, porque defendieron para sí, como propio la Banda Oriental del Río Uruguay. Además, ¡qué palabra que suena fea la de uruguayos, que ahora han puesto de moda! Es mucho más linda la de oriental. ¿Se imaginan cambiando en el Himno la palabra orientales por la de uruguayos? ¡Qué feo! Uruguayos, la patria o la tumba”. Todo dicho.
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Recuperamos el hilo de la cometa que se nos fue para Buenos Aires y la volvemos a remontar aquí, en Jordania, en el “Oriente Medio”, en el mundo árabe, tan diferente al nuestro. Las tres cosas más importantes que nos diferencian hoy y que se advierten desde el primer contacto, son el cigarrillo, el alcohol y… ¡la seguridad! Del primero –del faso- escribí algunos conceptos desde Estambul vinculados con la inexistencia total de la prohibición de fumar. En los países árabes se fuma como antes de la resolución impulsada por el gobierno de nuestro país. Se fuma abierto en todos lados. Por las calles, en los restaurantes y también en los hoteles, aunque en estos casos existen habitaciones para quienes fuman y otras para quienes no lo hacen. En algunos restaurantes también hay zonas separadas pero, en la mayoría de los que son populares, lejos de la división, los mozos te ofrecen que fumes a través del “narguile”, ese aparato típico de los árabes para quienes hacerlo a través de él es casi como un rito. También lo llaman cachimba o shisha. Se utiliza para fumar hierbas sin nicotina con distintos sabores.
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El martes 12 de noviembre fuimos a cenar a un chelibo pequeño, junto con Sergio Gorzy acompañado de sus amigos Bernando Piven (israelí-uruguayo-judío) y Adel Bahloul. Unas palabras sobre ellos. Al primero lo conocí hace cuatro años, en Lima, cuando Uruguay se jugaba la vida ante Perú en el Estadio Monumental de Universitario. No me acordaba, pero parece que le dije que era “mufa” porque viajó desde Israel –donde vive-, especialmente para ese partido y… ¡Uruguay marchó quedando “casi” eliminado del mundial 2010! Cuando me vio, recordó el episodio. Nos abrazamos y reímos. Pero Sergio agregó otro dato: “Bernando es hincha a muerte de Defensor. Iba a todos los partidos. Vivía en Montevideo y resolvió emigrar a Israel… ¿cuándo? En enero de 1976. ¡Se perdió la campaña de Defensor Campeón Uruguayo, primer club “chico” de la historia en lograr esa distinción”. El otro, un muchacho joven, fue contactado por Sergio como traductor. ¿Por qué? Porque siendo israelí-musulmán-musulmán, domina perfectamente el idioma árabe y el hebreo a la perfección. ¿Por qué? Porque su padre árabe, se radicó en Israel donde abrazó la profesión del relato futbolístico, transformándose en aquel tiempo, hace muchos años, en el Carlos Solé de los narradores. A Adel lo llevò Bernando porque es su alumno en la Universidad de deportes israelí Wingate. Volviendo al tema, estábamos en el boliche y el mozo ofreció la fumata a través del aparatejo que costaba 20 dólares. Te imaginás que con el “Gallego” nos prendimos. Al principio no le encontrábamos la vuelta, mientras observábamos que en las mesas de al lado, los árabes después de chupar de la larga boquilla que sale del “narguile”, despedían una bocanada de inmenso humo parecida a la chimenea de una vieja locomotora. Cuando el mozo ofreció el sabor de la hierba a fumar, nos aconsejaron que fuera de manzana. Y así era, aunque con un agregado de anís que la dejó deliciosa. Al final el “Gallego” y yo chapamos la onda y a los pocos instantes pitábamos como unos locos ante las exclamaciones típicamente japonesas de asombro, con el largo “¡ooooooo!” y las risas de todos.
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La otra gran diferencia es el consumo de alcohol. ¡Está prohibido! Nada de mensajes publicitarios para controlar su consumo, no tome cuando maneja, ni que ocho cuartos. ¡Nada! Prohibición absoluta. ¿Te imaginás lo que es morfarte un plato típico de corderito trozado, con esas salsas árabes picantes que le ponen, el ajo y el perejil, acompañado con… ¡agua mineral o refresco? La verdad que es fulero. Es como bailar un bolero de Chico Novarro apretando con tu hermana. Y si le agregás que, además, mientras esperábamos el morfe, el “Gallego” y yo fumábamos en el “narguile” esas hierbas aromáticas que te van metiendo en el mundo del desinfle, la prohibición del alcohol impide disfrutar de otro de los placeres que van indisolublemente unidos al buen comer. ¡Hasta Sergio que sólo toma agua mineral sin gas, anoche hubiera disfrutado –según confesó- de una cervecita o una copa de champagne! Pero, prohibiciones son prohibiciones y acá las tenés que cumplir sí o sí…
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Relacionado con el tercer tema –el de la seguridad pública- vivimos esa noche del martes una experiencia que es todo un símbolo que vale la pena contar. Aún no experimentamos en ese momento, lo que ocurrió al día siguiente en el Estadio Internacional, en todo lo que se relaciona con un problema que hoy está en la agenda de todos los uruguayos. Referí en el miércoles de la semana pasada, en forma exhaustiva, el método utilizado por los soldados para realizar la tarea preventiva en el partido de fútbol, de una manera que me sorprendió. Igual que la noche del martes. Salimos del restaurante en busca de un taxi. Lo encontramos en una plazoleta cercana. Arreglamos el precio del viaje (5 dinard) y el “tachero” accedió a que en el vehículo viajara toda la línea delantera. Sergio con Bernardo en el asiento del copiloto, el “Gallego”, Adel Bahloul, y quien esto escribe en el de atrás. Al llegar al hotel Le Meredien, busqué el dinero en el bolsillo. Vi un billete de cinco y se lo entregué. Caminamos unos pasos compartiendo alguna broma por la forma en que viajamos como sardina en lata, cuando de pronto el conductor del taxímetro, desde la ventana del coche, nos chistaba. Adel Bahloul, el traductor, desandó los pasos, habló en turco con el hombre y nos informó que el billete de 5 que le entregué era de Turquía y por lo tanto de menor valor que el de Jordania. En eso estábamos cuando aparecieron cuatro policías enormes, vestidos de negro, que al advertir algo extraño intervinieron en el tema. Se dieron cuenta que éramos turistas. Los canas fueron directamente a hablar con el chofer, con cara de pocos amigos. Mientras le cambiaba el billete, le preguntaban en tono imperativo al conductor ¿Qué ocurrió? ¿La extensión del viaje? ¿Cuánto había cobrado? Me apresuré a decirles que estaba todo bien, que el error era nuestro, ante los cuál bajaron las revoluciones y asunto terminado.
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He aquí, una típica acción de seguridad preventiva, en un país como Jordania en donde –como ocurre en todas las naciones en que este tema se toma en serio-, a la policía le tienen miedo. Aquí en Ammán los apartamentos no tienen rejas en las ventanas. Uno puede andar tranquilamente por la calle a cualquier hora del día o la noche. No existen ciudadanos marginados que duermen en la calle, como lamentablemente observamos en Montevideo en forma permanente. A nadie se le ocurre, por más pobre que sea, entrar en ese estado de descomposición como ser humano. Se lo impide la policía. Aquí no hay robos, ni arrebatos, ni menores que delinquen no solo amparados, sino también incentivados por los mayores. Aquí no existe el tema de “bajar la imputabilidad de los menores”. Aquí existe una policía dura, fuerte, que actúa, que despliega permanentemente acciones preventivas y que también reprime cuando toca el caso. Aquí el país está conducido por una Monarquía vitalicia. Un Rey que hace y deshace. Que manda y que conduce al país, mal o bien –es muy difícil brindar una opinión con tan sólo un par de días de estancia aquí-, con lineamientos firmes en materia de seguridad ciudadana. En fin. Salute.