La amistad en los clásicos
No hay adquisición sin pérdida –por ejemplo, cuando se adquiere el ascensor y se lo usa, se pierde el uso de la escalera, es una consecuencia del progreso–, pero algunas adquisiciones son pérdida pura, sin paliativos. Este domingo está prohibido ingresar a la tribuna Olímpica con camiseta de Nacional, la América está dividida, la Colombes para Nacional y la Amsterdan para Peñarol. No cuestiono la medida en sí misma: lamentablemente es necesaria, pero lo que se perdió es demasiado importante: la convivencia.
Recordando clásicos con Luis “Peta” Ubiña, me decía:
–Antes, en los clásicos, cuando terminaba el primer tiempo, la hinchada de Nacional se iba para la otra punta de la tribuna, tanto Olímpica como América, a ver jugar a su ataque y se cruzaba con la de Peñarol que también se cambiaba de punta. Se cruzaban y no pasaba nada. Y adentro de la cancha yo defendía la mía (Nacional) y el negro Joya la suya (Peñarol) y era bravísimo de marcar el negro, fueron unos duelos tremendos, pero en el clásico que me resentí de una fractura de metatarzo, Joya me llevó hasta el túnel y no lo hizo para la tribuna, porque siempre fue así, dentro y fuera de la cancha. Cuando no vivía acá, cada vez que volvía al Uruguay, me llamaba para reunirnos un rato y recordar las cosas que nos dejó el fútbol. A mí el fútbol no me dejó dólares para contar, pero tengo para contar títulos, enseñanzas, anécdotas, amigos…
En un clásico que íbamos ganando uno a cero, el Cacho Caetano le dio un pelotazo al juez Alejandro Otero en la cabeza y Otero se cayó desmayado arriba de la pelota. Estaba grogy, no se podía parar. Entonces el Pardo Abaddie agarra la pelota y le dice al juez: “Penal a favor de Peñarol” y ya se iba a tirarlo y Otero mareado, sin conocimiento, no sabía dónde estaba parado, no le decía nada, lo dejaba que fuera. Tuve que sacarle la pelota de prepo. “Traé para acá”. ¡Flor de ave!
En otro clásico nos iban ganando uno a cero y el paraguayo Lezcano se sentó en la pelota sobre el lado del Clínicas. Terminamos uno a uno. Hizo el gol Mujica de penal, en los descuentos. De las Casas cobró el penal y fuimos todos atrás de Mujica, que antes de patearlo se dio vuelta y nos preguntó: “¿están asustados?” y él, con una frialdad bárbara, la puso en el palo izquierdo de Mazurkiewicz.
En otro clásico, posterior, después del Mundial, me tocó marcar a Losada, que era dificilísimo de marcar de tan chiquito que era. No había cómo agarrarlo y fue compañero de pieza mío en la selección. Entonces antes del partido, el Pulpa Etchamendi le pidió a Franklin Morales que le hiciera un reportaje a Losada, preguntándole si creía que Ubiña lo iba a golpear. Losada dijo que no, que éramos compañeros de pieza en el Mundial, que yo conocía a sus padres, que eso no podía pasar. Franklin Morales le llevó la grabación al Pulpa y éste me llamó para hacérmela escuchar. “Usted contra Peñarol no juega”, me dijo. Fui a embolsar mis cosas, los zapatos, todo, porque si no iba a jugar el clásico para qué me iba a quedar. “A menos que no sea cierto lo que dice Losada –me dijo el Pulpa cuando vio que me iba–, en ese caso usted juega”.
El pulpa se sentaba en un pozo que había para los técnicos frente a la torre de la Olímpica y a los quince minutos del partido se encontró con que tenía en la falda a Losada. Lo agarré con pelota y todo al chiquito y lo tiré sobre el Pulpa. Entonces el Petiso Losada señala la cara del Pulpa y le dice: “¡De esto sos vos el culpable, Cara de Goma!”.
Al Petiso le pedí perdón.”
El domingo dos amigos no podrán ir a ver el clásico juntos con las camisetas rivales, en ninguna tribuna. Perdimos la escalera y no ganamos nada.