100 años de… ¿”Gloria”?
Hace algunos días en el Club de Golf celebramos los 100 años del ingreso del Básquetbol a nuestro país. En la fiesta, autoridades del básquet, técnicos y ex glorias del deporte se encontraron para conmemorar una fecha especial.
En un siglo Uruguay obtuvo logros significativos:
El sexto puesto en los Juegos Olímpicos de Berlín.
Medalla de bronce en Helsinki (Finlandia) en 1952 derrotando a Argentina 68 a 59 con un equipo integrado entre otros por Martín Acosta y Lara, Victorio Cieslinkas y Roberto Lovera.
Medalla de Bronce en Melbourne (Australia) en 1956 ganándole a Francia 67 a 47. Con un equipo dirigido técnicamente por Héctor López Reboledo, con jugadores de la talla de Ebers Mera, Carlos Blixen, Héctor Costa, Oscar Moglia, Milton Scaron, Sergio Matto, Nelson Matto, Ramiro Cortez, entre otros.
En los juegos de 1984 desarrollados en Los Ángeles (Estados Unidos) se cerró la participación de nuestro baloncesto a escala olímpica. En aquella oportunidad la selección uruguaya dirigida por Ramón “Pirulo” Etchamendi obtuvo el recordado sexto puesto al caer frente a Italia en la disputa por la quinta colocación.
A nivel Continental fuimos Plata en 1984 en San Pablo en el Campeonato FIBA Américas y Bronce en los juegos Panamericanos de 2007.
A nivel Sudamericano los últimos logros datan de más de una década: Oro en 1995 en Montevideo (derrotando a Brasil) y Oro también el 27 de junio de 1997 en Maracaibo. Esa selección dirigida por Víctor Hugo Berardi e integrada por Camilo Acosta; Marcel Bouzout; Marcelo Capalbo; Diego Lozada; Nicolas Mazzarino; Adolfo Medrick; Oscar Moglia; Juan Moltedo; Freddy Navarrete; Luis Pierri; Jesús Rostan; Luis Silveira y Gustavo Szczygielski.
Sin lugar a dudas el plantel que logro la última gran hazaña del basquetbol de nuestro país.
En aquellos tiempos no muy lejanos vestir la camiseta celeste era el mayor logro que un deportista podía vivir en su carrera. Era el deporte por amor al deporte, los jugadores fieles a su camiseta, a los colores de su institución, vivían al club como propio, con un sentimiento de pertenencia a una institución que raramente podamos encontrar hoy en día.
El sentido lúdico del básquetbol fue paulatinamente perdiéndose y la piqueta fatal del progreso profesionalizó la actividad. Los deportistas de hoy dedican su vida al juego, son trabajadores del básquet, o al decir de algunos, simples mercenarios que por dinero se ponen la camiseta de turno.
Las exigencias cambiaron, hoy se entrena en doble horario, se exige lo que antes no y los dirigentes juegan un papel fundamental. El mercado, la ley de oferta y demanda transformaron al jugador en una preciada mercancía donde la calidad es el bien que se intercambia por dinero, y muchas veces las sumas son llamativamente exorbitantes.
Hoy los trabajadores de este deporte visten en muchas ocasiones más de una camiseta por temporada, y sin descanso luego emigran a otras ligas buscando asegurarse la gloria deportiva, pero sobre todo la tranquilidad económica para ellos y sus familias. Son esos mismos jugadores los que muchas veces son citados a vestir la camiseta celeste y esgrimen argumentos de cansancio y/o estrés para renunciar a representar a nuestro país.
Los logros deportivos cada vez son menos, tanto a nivel de selección como a nivel de clubes. La solución… claramente no la se pero estoy segura de que no es sencilla de encontrar.
Seguramente la pérdida del sentimiento, la ausencia de pertenencia entre otros motivos comploten para que el devenir de los años nos haya llevado por este camino de pocas glorias basquetbolísticas.
La transformación del deportista en “estrella” cotizada llevó a que algunas veces los jugadores se transformen en ídolos sin paracaídas con poco palmarés pero con grandes bolsillos, que prefieren vacacionar en una playa de moda que vestir la gloriosa camiseta celeste!