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100 años de Colombes (9)

Las pasiones de Gómez y el neto dominio de Argentina sobre Uruguay. NOVENA NOTA




Martes 10 de junio de 1924. Portada del diario El Día. La publicación de José Batlle y Ordóñez, fue el único periódico que cubrió el campeonato mundial de fútbol, en la VIII Olimpiada, con un enviado especial. Lorenzo Batlle Berres, sobrino de Don Pepe, viajó como un integrante más de la delegación. Así comenzó la cobertura después de la sensacional victoria.


4 agosto, 2024
Columnistas Habla la historia

Escribe: Atilio Garrido

 

Héctor Rivadavia Gómez era hijo del coronel José Luis Gómez, quien con 14 años integró el ejército de Venancio Flores en la guerra de la Triple Alianza (1864-1870). Después participó en la milicia que defendió al gobierno del Gral. Lorenzo Batlle en la inmediata Revolución de las Lanzas (1870-1872) liderada por Timoteo Aparicio. Se radicó en el pueblo de Dolores, en la margen izquierda del Río San Salvador, donde desarrolló un exitoso emprendimiento saladeril de exportación. Casado con Guillermina Sanguinetti, el 13 de julio de 1880 nació el primer hijo que llevó por nombres Héctor Rivadavia. El segundo de ellos fue un tributo de su padre a Bernardino Rivadavia, figura militar y política de Argentina a la que admiraba. Primer Jefe de Estado de las Provincias Unidas del Río de la Plata, luego fue uno de los secretarios del primer triunvirato al iniciarse la revolución de mayo.

 

Aunque el portante nunca lo utilizó, colocando solo la R. en la firma, esta realidad lo vinculó estrechamente al país vecino. Cumplido el ciclo escolar fue enviado a Montevideo, ingresando a la universidad en el curso de abogacía. Abandonó la carrera antes de doctorarse. Su amigo Pedro Manini Ríos lo introdujo en 1898 a la redacción política de El Día. En 1903 fue designado secretario de la Dirección General de Correos y Telégrafos. Cuando estalló la Guerra Civil en 1904, se alistó en el ejército gubernamental del sur. Su nieto de 73 años, Ricardo Mangino Gómez, contaba: “a mi abuelo lo hirieron en el campo de batalla y lo iban a degollar. A su lado, un compañero moribundo mató al soldado rival y lo salvó”. Al finalizar la contienda, desarrolló una rápida carrera política. Electo diputado, entre 1905 y 1914 integró el Parlamento, al que regresaría en 1923 y 1928. En 1906 representó a la Dirección General de Correos y Telégrafos en la Convención Postal Universal que se reunió en Roma. En 1907 integró el Consejo de Patronato de Menores y Delincuentes. En 1911 la Comisión Nacional de Educación Física.

 

En 1907, al emprender Batlle y Ordóñez junto a parte de su familia un largo viaje a Europa de cuatro años, en el primero de ellos lo hizo acompañado de quien en ese momento desempeñaba el cargo de director de El Día, el Dr. Pedro Manini Ríos, que fue en viaje de bodas y como participante junto al líder en la Conferencia de Paz de La Haya. Durante esos 12 meses, Héctor R. Gómez quedó a cargo de la dirección general del diario. En 1917, con el Dr. Manini Ríos, apartados de Batlle y Ordóñez por razones políticas, fundó la empresa periodística que editó La Mañana y sumó El Diario en 1923. Hincha de Montevideo Wanderers, presidió el club entre 1915 y 1919. En 1923, durante la escisión, fue presidente de Atlético Wanderers en la Federación Uruguaya de Fútbol.

 

Héctor R. Gómez y el fútbol europeo en 1906

 

A poco de cumplir 26 años viajó a Italia para representar a Uruguay en la Convención Postal Universal, reunida en Roma. En esa etapa de su vida, el fútbol ya constituía uno de sus entretenimientos favoritos y principales. Su asistencia a los partidos que disputaba Montevideo Wanderers F.C. era notoria, no solo por su elevada estatura sino por las funciones públicas que desarrollaba. No puede extrañar si se afirma que, aprovechando su contacto con el “Viejo Mundo”, una persona de acción como lo era Gómez buscara ampliar sus conocimientos sobre el deporte a través del estudio de la realidad europea, en una época donde a la dirigencia del fútbol estaban “vinculados todos los políticos y hombres dirigentes de estas viejas sociedades”.[1]

 

Resulta importante destacar, para comprender el futuro y la experiencia que recogió Gómez en Europa, que la puesta en marcha de la FIFA en 1904 no fue noticia en América del Sur. No trascendió en la prensa, único medio que existía de acceso al conocimiento de los hechos. Por otra parte, en su fundación la FIFA no consideró a los países de las tres Américas. Se trataba de una organización europea. La prensa del “Nuevo Mundo” difundía noticias del football association profesional de Inglaterra y de los Juegos Olímpicos. Respecto del primero, informaba semanalmente sus resul­tados, posiciones y jugadores destacados. Del segundo, solo se publicaban artículos al llegar la cita cuatrienal.

 

Asimismo, la Football Association (FA) inglesa no participó en la fundación de la FIFA. En 1902, invitada a liderar ese alumbramiento por el neerlandés Carl Hirschman, la FA respondió por carta dejando en claro “que no tenía sentido crear una federación por lo que no participaría en competiciones internacionales organizadas por ella”.

 

El pensamiento de Hirschman coincidió con una propuesta similar del galo Robert Guérin, secretario general de la USFSA, que agrupaba a todos los deportes de Francia, entre ellos el fútbol. La Asociación Francesa de Football, independiente, nacerá en 1919 con Jules Rimet y Henry Delaunay como abanderados.

 

Ingleses llevan al fracaso proyecto de FIFA en 1906

 

La prevista “competencia internacional” proyectada por FIFA e incluida en el estatuto para ser desarro­llada en 1906 en Suiza, no se llevó a cabo “por falta de un número suficiente de partici­pantes”. Entre los ausentes, las asociaciones británicas no aceptaron y desalentaron a otras sobre las que ejercía el peso del poder. Desilusionado por la contrariedad, Guérin abandonó el cargo, retirándose de la vida deportiva. Asumió sus funciones el vicepresidente Víctor E. Schneider, repre­sentante de Suiza y notorio simpatizante de los británicos. A pesar del fracaso, la idea de Hirschman de ubicar “la competencia internacional” en 1906, a medio camino entre dos encuentros de Juegos Olímpicos, marca el pensamiento a futuro del neerlandés de que la FIFA debía organizar su propio torneo al margen de la actividad del COI.

 

El barón de Laveleye, en representación de Bélgica, viajó a Londres y en reunión con lord Kinnaird, quien cumplía 15 años en la presidencia de la FA y junto al poderoso secretario Mr. Wall, definieron el futuro. En el III Congreso de la FIFA, celebrado en Berna el 3 y 4 de junio de 1906, el inglés Daniel Burley Woolfall –funcionario renta­do del Consejo Administrativo de la FA– asumió la presidencia. Sin sede propia, la FIFA pasó a funcionar en las oficinas de la entidad rectora del fútbol en Inglaterra. Simultáneamente, el Comité Olímpico Británico (COB) consagró similar política a la de la FA reduciendo el poder del barón Pierre de Coubertin. El boicot acaudillado por Inglaterra a los Juegos Olímpicos de Saint Louis abrió una discusión sobre la con­tinuidad del presidente en el cargo. La solución surgió a través de una idéntica vía a la utilizada en la FIFA: se otorgó la sede de las competencias de 1908 a Londres, bajo total control del COB, que definió los reglamentos de las pruebas e impuso árbitros exclusivamente ingleses.

 

A su retorno a Montevideo, a fines de 1906, Héctor Gómez disponía de un aco­pio de información sobre el fútbol de Europa recibido de primera mano, al que muy pocos tenían acceso en la comarca. Se encuentra aquí el germen del pensamiento transformador de la organización del fútbol de América del Sur, surgido en la mente de Gómez. Nacen los objetivos claros que comenzará a difundir en el Cono Sur americano. La creación de un organismo continental idéntico a la FIFA, pero sin divisiones y totalmente integrado por una asociación que representara a cada país, la puesta en escena anual de una “competencia internacional” con participación de los combinados de cada asociación afiliada y un régimen económico que sustentara esa actividad.

 

La gran virtud que tendrá un hombre de acción como lo fue Gómez será la puesta en marcha de las ideas de organización y actividad concebidas por Hirschman (Holanda) y Guérin (Francia) –rechazada por los ingleses–, muchos años antes que la FIFA pudiera lograrlo. Lo conseguirá concretar a partir de 1924 al despren­derse definitivamente del tutelaje y la política regresiva desarrollada por la Football Association (FA) inglesa, que transformó a la FIFA entre 1904 y 1921 en un orga­nismo inoperante.

 

Cuando la FIFA independiente renazca en 1921 al asumir Jules Rimet la presi­dencia y, por primera vez en su historia desde su fundación en 1904 organice la “com­petencia internacional” en el marco de los Juegos Olímpicos de París en 1924 liberada del control inglés, en América del Sur el Campeonato Sudamericano acumulaba siete ediciones, seis de ellas organizadas por la Confederación Sudamericana de Fútbol, disputándose la Copa América.

 

Neto predominio del fútbol argentino

 

Al asumir Héctor R. Gómez la conducción de la Liga Uruguaya de Football (LUF), el organismo se desenvolvía con las dificultades propias de toda entidad en for­mación. La situación que impidió la consolidación del instituto radicó en la escasa continuidad en el cargo de sus conductores. En seis años de existencia actuaron cinco presidentes (P. D. Chater; W. L. Poole; C. Rowland; J. H. Clulow y F. Ortiz de Mendivil), con el agravante de que en la temporada de 1906 los enfrentamientos llevaron a la inestabilidad institucional, manteniéndose el vicepresidente Jorge H. Clulow en el mando de forma interina hasta setiembre de 1907.

 

Puede señalarse que esta situación repercutía en cada ocasión en que era necesaria la formación del equipo combinado uruguayo, principalmente para enfrentar a los argentinos y a los equipos ingleses que comenzaron a llegar al Río de la Plata desde 1904 en ade­lante. En las cuatro “competencias internacionales” a nivel de combinados y clubes, las estadísticas marcaban una clara supremacía de los maestros argentinos.

 

En siete partidos por trofeos o amistosos se enfrentaron las selecciones, logrando Argentina cinco éxitos, alguno contundente como el de 1902 ganando 6:0 en Paso del Molino. Uruguay consiguió una sola victoria. Fue la sorpresiva y hazañosa actuación del 13 de setiembre de 1903, en Buenos Aires, cuando todo el equipo del Club Nacional de Football asumió la representación del joven balompié de nuestro país. La otra labor medianamente positiva se obtuvo en la primera edición de la Copa Lipton, el 15 de agosto de 1905, también en Buenos Aires, donde se registró un empate sin goles, aunque el partido no culminó. Se suspendió a los veintiún minutos del alargue por falta de luz.

 

En la escenografía de los partidos oficiales de clubes, en la Copa Competencia hasta 1906 el trofeo quedó en manos de los argentinos. La obtuvieron en tres ocasiones cada uno Alumni y Rosario Athletic; y Belgrano Athletic en la primera edición de 1900. Con el reglamento original que imponía la celebración de la final en Buenos Aires, llegando un club uruguayo a la semifinal en solo dos ocasiones el CURCC de la Villa Peñarol pudo superar esa instancia y jugar la definición, sin poder adjudicársela (1904 y 1905).

 

En la primera edición de la Copa Cusenier, el 10 de setiembre de 1905, el club Nacional conquistó en la final en Montevideo el nuevo trofeo en disputa. Venció 3:2 a Alumni en un partido reñidamente disputado, marcándose el gol de la victoria un mi­nuto antes de finalizar el encuentro. Las dos ediciones siguientes de 1906 y 1907 –esta última llevada a cabo antes de asumir Gómez la presidencia de la LUF– las ganaron los argentinos Alumni y Belgrano Athletic frente a Nacional y el CURCC de la Villa Peñarol, respectivamente.

 

También el comienzo de la disputa de la Copa Newton significó otro contraste para Uruguay. El 21 de octubre de 1906, en Buenos Aires el triunfo por 2:1 favoreció a los argentinos.

 

Los números negativos para el fútbol uruguayo hasta el momento en que llegó Héctor R. Gómez a la presidencia, eran importantes. Sumando los resultados de las tres “competencias internacionales”, el saldo arrojaba 19 partidos, con 16 victorias argentinas y solo dos de los orientales, con el restante cotejo sin definir, quedando en la historia registrado como empate.

 

El CURCC, Gómez y Peyrou viajan a Buenos Aires

 

A los pocos días de asumir la conducción de la LUF, Héctor Gómez, junto a León Peyrou, quien será permanente compañero durante su mandato, viajó a Buenos Aires con la delegación del CURCC de la Villa Peñarol que debía disputar en la cancha de Ferrocarril Oeste, en Caballito, la final de la Copa Competencia ante el poderoso Alumni. Cayó 3:1 derrotado. Se agregaba el decimoséptimo contraste de los orien­tales en las lides rioplatenses, la primera desde que Gómez tomó el mando de la LUF, contabilizando todos los partidos entre selecciones y a nivel de clubes donde se dis­putaban los trofeos oficiales.

 

Durante su presencia en Buenos Aires, siempre junto a Peyrou, mantuvo varias reuniones con los dirigentes de la AFA, a cuya presidencia –al igual que en Uruguay– había accedido en esos momentos Emiliano Hansen. Abogado y financista argentino, era una figura de enorme predicamento en la política de su país a partir del momento que ocupó el Ministerio de Hacienda en plena crisis económica de 1891, durante la presidencia de Carlos Pellegrini. Presidente del Banco Provincia de Buenos Aires (1902-1903), hijo de un danés y una descendiente de irlandeses, su pasión por el fútbol la canalizó fundando con otros compañeros de su misma clase social el C.A. Estudiantes de Caseros, al que luego presidió antes de llegar al sillón de la AFA.

 

En la reunión que sostuvieron ambas personalidades surgió, impulsada por Héctor R. Gómez, la intención de que se ampliaran los partidos entre uruguayos y argentinos por el significado y la atracción que esos encuentros despertaban en la población de ambas capitales. Entre los dos hombres de la política, floreció el compromiso de gestionar ante las autoridades la creación de un Gran Premio de Honor, disputado alternativamente cada año en cada país. Confeccionar un trofeo requería solicitarlo a Europa. Surgió entonces la idea de que el premio fueran doce medallas de oro. Una para cada jugador del equipo ganador y la restante para el juez del cotejo. Ambos deportistas y políticos quedaron en iniciar las gestiones, cada uno frente al gobierno de su país.

 

El aporte de este tipo de datos sobre la vida de las figuras que adquirían prepon­derancia en la conducción de las asociaciones de fútbol, sirve para ilustrar el nivel intelectual de las mismas, su pertenencia a la aristocracia y las posiciones de decisión que ocupaban en la vida política de ambos países. En los hechos, la conducción del nuevo deporte había dejado de pertenecer a los británicos residentes que integraban la alta sociedad rioplatense, trasladándose el poder a los criollos de similar rango.

 

¡Qué época linda aquella cuando no existía el director técnico…!

El gran tema en el cual Gómez puso manos a la obra fue en el juego del fútbol en sí mismo. Intentar dar vuelta la página de los negativos resultados de los combi­nados uruguayos frente a similares representaciones de los maestros argentinos. Esa fue la consigna.

 

Sin condiciones para la práctica del balompié, principalmente por su elevada estatura y la propensión a engordar, Héctor R. Gómez fue, en cambio, un asiduo concurrente como espectador a los partidos de fútbol en Montevideo desde la última década del siglo XIX. En los dos primeros años del nuevo milenio. Gómez mantuvo esa cos­tumbre hasta la puesta en marcha del Montevideo Wanderers, institución en la que comenzó a involucrarse como hincha primero y dirigente después.

 

Es necesario señalar que, desde los comienzos del fútbol oficial en el Uruguay, en aquella época y durante varias décadas más, la función de director técnico no existía. Tanto en los clubes como en AUF, la composición del equipo que salía a disputar los partidos se consideraba y resolvía en las reuniones de los dirigentes. Debe dejarse constancia que el reglamento del juego no contemplaba la realización de cambios, por lo que los once elementos elegidos para constituir el conjunto no podían ser sustitui­dos durante los noventa minutos. Ni siquiera por lesión ocasionada en el juego. En algunos clubes se formaban comisiones de team para que, en el ámbito de discusión, participaran menos integrantes. Se definía el equipo en la tradicional reunión de la Comisión Directiva del jueves por la noche, después de observar la práctica de fútbol de esa tarde.

 

El caótico sistema vigente para integrar el equipo combinado de la AUF

 

Cuando se requería la formación del combinado en la Liga, el procedimiento era similar en cuanto a la determinación de los once titulares, aunque en varias ocasiones la elección se tornaba caótica por la presión de los dirigentes para que se incluyeran futbolistas de sus clubes. También influían los periodistas presionando a los delegados de clubes. Normalmente esas sesiones eran sin presencia de la prensa. Un ejemplo del desorden existente con anterioridad a la llegada de Héctor R. Gómez, ocurrió con la constitución del equipo uruguayo que perdió 2:1 el 15 de agosto de 1907 ante los argentinos en Buenos Aires por la III Copa Lipton.

 

Resultó tan grande la discusión que, una vez elegida la oncena y ante un ataque de La Tribuna Popular el dirigente León Peyrou, Secretario de la AUF, envió una carta con fecha 8 de agosto de 1907, que fue publicada.

 

“Señor cronista, me limitaré a contestar a lo qu a mi alude. Con extrema ligereza se aventura el periodista a afirmar que los delegados de River Plate han votado por tal o cual jugador en su afán de hostilizar al Club Nacional de Football. Si antes se hubiera tomado la molestia de interrogar sobre el asunto a cualquiera de los miembros de la Liga, habríame (sic) evitado la enojosa tarea de refutarle, pues aquel le hubiera dicho lo que sigue.

 

Que al abordarse el arduo problema el que suscribe, haciéndose eco de las ideas del Sr. Clulow, presidente de la Liga, propuse que se derogara la resolución que inhabilitaba a determinados jugadores para actuar en los partidos del 11 y 15 del actual, exponiendo fundamentos que creo obvio transcribir aquí. Esta actitud solo tuvo el apoyo de los señores Mibelli y Acevedo y ¡oh coincidencia! Los tres de la pretendida mayoría anti-nacionalófila.

 

La mayoría de los presentes dispuso pues, el mantenimiento de la resolución de marras (adoptada con un propósito muy legítimo por cierto), se dio comienzo a la formación del equipo.

 

Fue designado para guardavallas F. Carbone, votando yo a Saporiti y Mibelli a García. A esta altura, los delegados de River Plate se excusan en la votación de los demás puestos, pues hallan que el de goal-keeper que es la base del cuadro se ha llenado muy deficientemente y persisten en su actitud no obstante las recriminaciones que se les dirijen (sic) suponiéndoles en rebeldía.

 

Terminada la composición del cuadro, vuelve el señor Clulow a insinuar la conveniencia de adoptar el temperamento que momento antes fracasara. Obtenidos –no sin mucho trabajo- los cinco votos necesarios para decretar la reconsideración y puesto de nuevo sobre el tapete el proyecto de rehabilitación de los jugadores, tiene la fortuna de lograr un nuevo adherente y con cuatro votos, los de los señores Mibelli, Acevedo, López Abella y Peyrou, se resuelve favorablemente. La elección de guardavallas se hizo por unanimidad de votos en favor de Demarchi. Para back de la izquierda, votamos por Frommel, Crocker, Mibelli y yo. ¿Dirá aún el periodista que hay en los delegados de River Plate oposición sistemática a todo cuanto tienda a beneficiar al Nacional e inclinaciones manifiestas hacia Peñarol, habiendo votado ambos por tres jugadores del Peñarol, tres del Nacional, tres del Wanderers, uno del Montevideo y uno del River Plate, y habiéndose negado obstinadamente a intervenir en la formación de un cuadro en que figurara Carbone como guarda-valle?

 

Ya para el 18 de julio había demostrado todo mi encono hacia el Nacional votando solamente para el team A cinco de sus jugadores: Demarchi, Frommel, Falco, Iguazú y Núñez.

 

Creo haber probado acabadamente la inexactitud de lo que a nosotros se alude en la publicación citada y rogaría a su autor como a todos aquellos que suelen atacar de buenas a primeras las resoluciones de la Liga, se informaran antes debidamente, pidiendo datos al que suscribe, que como secretario de esa corporación se ofrece gustoso a facilitarlos, con lo cual se evitarán verdaderas planchas, que como la que me ocupa ponen en ridículo a sus autores”.

 

El primer “repatriado” y el primer uruguayo campeón en Argentina

 

En la fotografía el primero desde la izquierda en la línea de jugadores sentados es el uruguayo Juan Pena. La imagen corresponde al año 1908. Pena se incorporó a Belgraño Athletic Club en el torneo de 1907, clasificándose campeón, título que repitió en el año de la fotografía. Arriba, parados, desde la izquierda G. East, G. Stocks, S. Laster, H.T. Ratcliff –uno de los importantes jugadores argentinos de aquel tiempo- y J.H. Wood. Sentados, en idéntico sentido Juan Pena, V. Fernández, A. H. Forrester, C. Whaley y A. L. Morgan. Faltan dos jugadores F.S. Dickinson, cuya familia tenía grandes campos en Salto, don apoyaron al fútbol construyendo el actual estadio, y M.Murphy.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El equipo formado a través de la votación en la Liga (AUF) quedó integrado con Santiago Demarchi (Nacional), Ángel Irisarri (CURCC de la Villa Peñarol) y Juan Carlos Bertone (Wanderers); Ceferino Camacho (CURCC de la Villa Peñarol), Francisco Branda (Wanderers) y Pedro Zuazú (Nacional); Rafael de Michelerena (Wanderers), Domingo Rebagliatti (Wanderers), Aniceto Camacho (CURCC de la Villa Peñarol), Eugenio Mañana (CURCC de la Villa Peñarol) y Pedro Zibechi (CURCC de la Villa Peñarol).

 

El enviado especial de La Tribuna Popular informó que 400 personas embarcaron en el vapor Tritón, junto a los jugadores y dirigentes uruguayos rumbo a Buenos Aires. Entre los futbolistas figuraban en llamativa calidad “de suplentes”, debido a que no existían los cambios de jugadores durante el partido, los futbolistas Marcos Frommel (Nacional), Alberto Cantury (River Plate), Luis Panizzi (River Plate) y Enrique Sardeson (Montevideo FC).

 

A partir de este momento la crónica no tiene desperdicio.

 

 “Puesto el vapor Tritón en marcha el capitán del Team Internacional, Ceferino Camacho, inició gestiones entre los jugadores relacionadas con la integración del combinado. No bien se iniciaron ellas, el señor Irrisarri (zaguero derecho designado por la AUF como titular, pertenecía al CURCC de la Villa Peñarol), cedió su puesto al señor Frommel (back izquierdo de Nacional). Otro tanto estuvo dispuesto a hacer el jugador Rebagliatti (entrala derecho designado por la AUF como titular, pertenecía a Wanderes). Esa conducta caballeresca fue recibida con general aplauso y felicitaciones a los que tan correctamente procedían. La sustitución del aludido forward –Rebagliatti-, quedó en suspenso hasta conocer la opinión del gran forward uruguayo Juan Pena, que integra el equipo de Belgrano AC en Buenos Aires, que deliberadamente se había puesto en condiciones de poder defender a los suyos en estos torneos internacionales y al que se pensaba incluir a última hora en el eleven, si la Liga lo concedía. Obtenido ese consentimiento se esperó el arribo a la capital argentina para poder resolver el punto.

 

Una vez en la dársena los viajeros fueron recibidos por una delegación de la Liga Argentina. Se dio una gira por la gran ciudad y sus alrededores y a las 11 y media se les ofreció un almuerzo en lo de Luzio, al que asistieron los jugadores, los miembros de las Ligas y otras personas. Al final de la pequeña fiesta el señor Hansen, presidente de la Liga Argentina, levantó su copa dándoles la bienvenida a los jugadores uruguayos u deseándoles el mejor éxito en la empresa. El señor León Peyrou, secretario de la Liga Uruguaya, contestó con conceptuosas frases al orador argentino.

 

Las 3 y cuarto serían cuando aparecieron los teams en el field estando así formados los equipos, después de la aceptación de Pena, que de inmediato se puso a las órdenes de la Liga Uruguaya no bien se le hizo la invitación a que ya nos hemos referido”.

 

Así, de esta forma el cronista de La Tribuna Popular fue testigo de un hecho histórico. Por primera vez integraba y defendía al combinado de jugadores de Uruguay, un futbolista nacido en nuestra tierra que, militando en un club de Argentina, en este caso Belgrano AC, defendía los colores celestes de Uruguay. ¡Juan Pena fue el primer “repatriado” del fútbol uruguayo! La experiencia no resultó positiva. El 15 de agosto de 1907 en la cancha de Estudiantes de Buenos Aires, los argentinos ganaron 2:1, siendo convertido el gol de los celestes por Pedro Zibechi.

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[1] Negociaciones internacionales. La organización de la Copa del Mundo. Dr. Enrique Buero. Bruselas. Edición del autor, 1932. Carta del Ministro Plenipotenciario de Uruguay en Holanda del 24/05/1923 al Ministro de Relaciones Exteriores, aconsejando el viaje de un equipo de fútbol uruguayo para competir en el Campeonato Mundial organizado por la FIFA en el marco de los Juegos Olímpicos de París en 1924.

 

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