100 años de Colombes (31)
Primer libro que reveló la historia del deporte en el Uruguay desde 1830 a 1900. Montevideo Cricket Club la primera institución deportiva del Uruguay
ESCRIBE: ATILIO GARRIDO
El Dr. César L. Gallardo destinó la segunda parte del prólogo del libro escrito por Eduardo Gutiérrez Cortinas y el Ing. José L. Buzzetti, a realizar definiciones contundentes. De esa forma, quién presenció los avances del fútbol uruguayo desde la segunda década del siglo XX, dejó establecidas conclusiones de impacto por su condición de testigo presencial de esos tiempos.
“Si decimos que “HISTORIA DEL DEPORTE EN EL URUGUAY –Período 1830 -1900-, ha venido a llenar un vacío en la bibliografía del país, no empleamos una frase manida y de obligatoriedad amable cuando no se tiene otra cosa a mano. Estampamos una afirmación que habrá de ser compartida sin duda alguna, por cuantos en adelante tomen contacto con el libro. Pero vamos a agregar más, fruto de nuestra propia experiencia de lectores. Diremos sin vacilaciones que el cien por ciento de quienes lo manejen a raíz de su aparición, han de sentirse sorprendidos, a veces hasta el estupor, en cuanto vayan descubriendo horizontes desconocidos en absoluto, como si se tratare de un medio social enraizado más allá de las fronteras patrias y cuya historia no fuera tan obligatorio haber aprendido en la edad escolar. Tal el velo de olvido e incluso de abandono que ha caído sobre un proceso de la historia nacional que reivindican Buzzetti Gutiérrez Cortinas, para ofrecerlo a sus compatriotas, en un gesto que, junto a la devoción que lo informa, configura un mudo, pero a la par serio reproche para quienes se postulan como estudiosos de la sociología nacional, lo que no les ha impedido dejar de lado una de sus proyecciones más importantes como lo es la evolución histórica del deporte. Y vaya una anécdota cuyo origen conocemos de cerca. En un examen de Sociología en la Facultad de Derecho, se le preguntó a un estudiante por las obras musicales del maestro Tomás Giribaldi, recibiendo el profesor una contestación negativa. Obviamos expresamente aludir al fallo que coronó la prueba; pero estamos seguros que si el interrogado, a su turno, hubiera inquirido del examinador algún dato a propósito de la fundación del Cricket Club que, vivo aún, es la primera institución deportiva organizada en el país, con más d cien años de existencia, y con una influencia poderosa en la evolución del movimiento sportivo nacional, habría obtenido igualmente una respuesta traductora de su ignorancia. Sin desdeñar el valor educativo d la música y su importancia en la apreciación de la cultura del pueblo, no se puede menospreciar, cuando se estudian los fenómenos sociales, la gravitación del deporte en su sentido popular que ya integraba los planes de enseñanza de osé Pedro Varela.
Pero si el libro que nos preocupa, se hubiera limitado a una correlación de datos históricos, aún con toda la importancia que ellos tienen, no estaría, como lo está, propuesto a destinos más elevados. Y es que el deporte ha sido encarado en el caso como una valiosa contribución al estudio sociológico de una etapa de nuestra formación como país, buceando en las raíces mismas que le dieron vida, para extraer la explicación de ciertas vocaciones de masas, que, de otra manera, es muy difícil sino imposible, admitir.
Si, por ejemplo, se trata de saber cuál es el origen de las ya clásicas competencias entre Peñarol y Nacional –al que algún habitante del Uruguay, directa o indirectamente, se puede sentir ajeno-, ¿no es de agradecer a los autores de este libro la versión de una teoría nueva, más rica en elementos constitutivos que las que hasta ahora se han divulgado, y fundada en conclusiones que dejan lo periferia de los acontecimientos para adentrarse en la auténtica razón de ser de ésos, en función de las corrientes internas que los justifican históricamente?
Como síntesis de nuestro pensamiento de lectores del libro, vaya la siguiente: el que quiera conocer epidérmicamente el desarrollo en el tiempo del deporte en este país, le alcanzará con una lectura y con tenerlo a mano para cualquier consulta; el que se interese por saber por qué y cómo sucedieron los hechos y las consecuencias, volverá varias veces sobre sus páginas e incluso podrá disentir con alguna afirmación. Pero eso mismo estará valorando el esfuerzo de Buzzetti y Gutiérrez Cortinas, imprescindible tano para el simple curioso como para el que se siente acuciado por la necesidad de saber. No alentaríamos otra aspiración si algún día nos dispusiéramos a seguir las huellas de los autores de hoy en procura de la creación de un mensaje propio, con lo que, en cierta manera, cumplimos con el precepto cristiano”.
Hasta el momento del desembarcó del cricket como novedad, la aristocracia rioplatense sentía atracción por la esgrima y el turf. La pelota vasca, la riña de gallos y las corridas de toros en la Unión autorizadas durante la presidencia del Gral. Venancio Flores (1854 – 1855), representaban los juegos populares que alimentaban fuertes apuestas de los espectadores. El turf y el cricket fueron introducidos por los británicos, en tanto las otras surgieron impulsadas por los españoles en la época colonial.
1842: Samuel Lafone / Victoria Cricket Club
Hombres adinerados además de emprendedores, aquellos británicos abandonaron el suelo natal radicándose en las diversas ciudades de importancia que crecían en toda América del Sur, donde se abría para ellos un futuro económicamente próspero que aumentaría la prosperidad ya obtenida. Por la razón del artillero la decisión equivalía a la mentada definición de “jugar y cobrar”. Llegaban a estas tierras y a otras en diversos confines del mundo, con su genio colonizador y la experiencia acumulada durante más de medio siglo acompañando los cambios que impuso la revolución industrial que puso fin a la mano de obra basada en el trabajo manual y la utilización de la tracción animal, sustituidos por máquinas para la fabricación industrial, el transporte de mercancía y pasajeros. Fácil les resultó trasladar a todo el continente sudamericano sus vivencias encontrando, además, el campo fértil que ofrecía en nuestro continente una nueva burguesía que aspiraba a lograr el nivel de vida europeo, estando dispuesta a colaborar y también participar en los nuevos negocios que se presentaban. El comercio a través de la importación y exportación; la fundación de empresas de ferrocarril y tranvías eléctricos, compañía de gas, aguas corrientes, energía eléctrica, frigoríficos, la actividad bancaria, los seguros, etc.
Justicia es señalar que junto con la voluntad puesta en el desarrollo de esos redituables emprendimientos, cada inglés perteneciente a esa elite acaudalada disponía de tiempo para practicar diversas formas de ocio, surgiendo en cada uno de ellos el acendrado culto deportivo, fruto de ser hijos de un Reino donde además del cricket fueron surgiendo nuevas manifestaciones atléticas además de la fundación de clubes que además de permitir la actividad física generaba el contacto social con los de su igual condición, generadora siempre de nuevos negocios. Escogieron para residir los cascos urbanos en Buenos Aires y Montevideo, construyendo en “las afueras” de las urbes casonas rodeadas de parques que habitaban los fines de semana o durante el verano, organizando reuniones con su círculo de amistades. “En 1835 en algunas quintas inglesas de Montevideo, se jugaba al críquet [entre los varones asistentes] como una singular manifestación deportiva”.[1]
Uno de ellos fue Samuel Lafone[2] quién arribó a Buenos Aires en 1825. Próspero y emprendedor comerciante de cueros, amplió sus rubros a los de acopiador de productos ganaderos combinándolo con el de importador de artículos desde Gran Bretaña, Francia e Indias Orientales. En 1833 se radicó en la capital oriental con su familia. En 1841 compró las tierras ubicadas entre los arroyos Pantanoso y Miguelete delimitando 122 manzanas a las que identificó con el nombre de Pueblo Victoria en homenaje a la reina. Allí puso en funcionamiento un saladero modelo construyendo galpones y viviendas para sus obreros. Entre los muchos emprendimientos que llevó adelante Lafone –incluida la compra al Estado de la península de Punta del Este en 1843-, uno de ellos se mantiene en pie. Se trata del templo inglés, obra de 1845 en el Cubo del Sur, dedicado a la Santísima Trinidad y destinado a propagar el culto protestante.
También correspondió a Lafone en nuestro suelo el desarrollo del cricket. Creó el Victoria Cricket Club construyendo la cancha en la zona donde funciona en la actualidad la refinería de ANCAP. La documentación probatoria de su existencia surge de las páginas del semanario The Britannia and Montevideo Reporter, publicación de los residentes en Montevideo. En la portada de la edición del 29 de octubre de 1842 donde aparecían las noticias una debajo de la otra con pequeños títulos, se insertó el siguiente texto: “Se da aviso que la Asamblea General de los socios del club de criquet, tendrá lugar en el Hotel Claypoles, el lunes de tarde próximo 31 del corriente a las 8 p.m. exactamente, con el objeto de elegir la comisión de la lista de socios, como también para otros asuntos. Todas las personas que deseen hacerse socios se les requiere dar sus nombres antes de la Asamblea”.[3]
No hubo noticias inmediatas sobre la constitución de la comisión aunque todo indica que Samuel Lafone debió de estar a su frente. La siguiente publicación apareció el 3 de diciembre de 1842 en el referido semanario inglés: “Victoria Cricket Club. Se avisa que el día del deporte para el mes de diciembre tendrá lugar el jueves 8 del corriente en el Pueblo Victoria, y los socios deben estar prontos a las 9 a.m. Los socios que puedan concurrir deben enviar una carta por escrito al secretario, 48 horas antes de esa fecha. Por orden de la Comisión”.[4]
La tercera nota de prensa del club la firmó el secretario, John Pickering, el último día del año 1842 convocando para un nuevo “día de deportes” para el viernes 6 de enero de 1843. Pocos días después, el 16 de febrero, la primera cancha de críquet del Uruguay cesó su actividad. En el curso de la Guerra Grande (1843–1951) el Gral. Manuel Oribe al mando de sus tropas estableció el largo sitio de ocho años y medio a Montevideo. Sus habitantes no pudieron salir de la ciudad.
[1] José L. Buzzetti y Eduardo Gutiérrez Cortinas. Ob. cit:15.
[2] Samuel Fisher Lafone (Liverpool, Inglaterra 1805 – Buenos Aires, 1871). Floreciente y próspero comerciante, en 1832 se casó dentro de la fe protestante en ceremonia secreta con María Figlia de Quevedo Alsina. Obligado por este motivo a abandonar Buenos Aires se radicó en Montevideo.
[3] José L. Buzzetti y Eduardo Gutiérrez Cortinas. Ob. cit: 17
[4] José L. Buzzetti y Eduardo Gutiérrez Cortinas. Ob. cit: 17