Exclusivo: como 1989 Tabárez le ganó a los huevos y al brujo
A propósito de lo ocurrido anoche en Lima, con el intento de perturbar el descanso de los uruguayos en el Hotel Sheraton, vamos al recuerdo de otros tres episodios de este tipo donde los uruguayos han sido protagonistas. Uno de ellos fue desatado también en Lima, en ocasión de las eliminatorias para Italia 1990 y a los celestes los dirigía el mismo Oscar Tabárez de hoy.
Esto que ha ocurrido en Lima, en la noche de la víspera del partido que dentro de pocas horas disputaran Perú y Uruguay en el Estadio Nacional, no es un hecho nuevo. En la ciudad a la que le cantó Chabuca Granda –como en tantas otras de nuestra América, con Montevideo incluido- se han llevado a cabo acciones de este tipo o parecidas, en procura de arrimar agua para el molino del local.
EN 1977, EN LA PAZ, A BOLIVIA LE DIO RESULTADO
Nada menos que en las eliminatorias para la Copa del Mundo de Argentina 1978, los celestes vivieron en carne propia una acción semejante en La Paz. En aquel momento el ruido producido por los bombos, los cantos y los cohetes generó el resultado deseado por las características que tenía el hotel donde se albergó Uruguay. ¡Era otro tiempo! ¡Otro mundo! Nuestra selección tenía un grupo muy fácil. Enfrentaba a Venezuela y Bolivia. El ganador de la llave pasaba a un triangular a disputarse en Cali donde se enfrentaban los tres países clasificados. Los dos primeros sellaban el pasaje a Argentina 1978. El tercero disputaba el lugar ante un país clasificado de Europa. Aquel equipo que dirigió Juan Eduardo Hohberg debutó con un empate en Caracas ante el entonces muy modesto seleccionado de Venezuela, formado con varios jugadores uruguayos que se nacionalizaron y que en nuestro país, no tuvieron relieve. Aquello fue sorpresivo. Extraño. Después Bolivia le ganó en el ida y vuelta a Venezuela y acumuló cuatro puntos, eliminando a Venezuela que tan sólo recogió una unidad. Así llegó Uruguay a La Paz a jugar el partido decisivo ante Bolivia. Si ganaba se clasificaba para el triangular de Cali.
Buscando escapar al fantasma de la altura, los celestes llegaron en la noche anterior al partido. La Paz no disponía de la actual estructura hotelera, donde esas moles imponentes de hormigón ponen a cubierto de cualquier intento desestabilizador. Fueron a dormir a un hotelito pequeño de dos pisos, con habitaciones sobre la calle. Un grupo grande de bolivianos estuvieron toda la noche meta cohetes y bombos, con la complicidad policial que no acudió nunca pese a los reclamos de los dirigentes de Uruguay para tomar medidas. Los jugadores no pudieron dormir, algunos se encerraron en los baños tapándose la cabeza con las almohadas. Todo fue en vano…
Sin dormir y en pésimas condiciones, los jugadores de Uruguay fueron a disputar el partido a la cancha del Bolívar, que se ubicaba más arriba de La Paz, a 4.600 metros, en medio de la montaña. Tribunas de madera y cancha en mal estado… El actual Estadio Hernando Siles apenas era un sueño. Un gol de Pórfido Jiménez selló la lucha con triunfo de Bolivia y clasificación para el triangular. En aquel partido, ya sobre el final, ante el rotundo fracaso de Fernando Morena, el narrador de Radio Oriental, Víctor Hugo Morales, acuñó la dura frase destinada al “Potrillo” aurinegro que originó la enemistad entre ambos: “Morena está lívido”, sentenció Víctor Hugo cuando la derrota era inevitable…
EN MONTEVIDEO, EN 1985, NO DEJAMOS DORMIR A LOS CHILENOS
Con la dirección técnica del Prof. Omar Borrás, las eliminatorias para la Copa del Mundo de México 1986 parecían un simple trámite. ¡Igualito a esta ocasión actual! Uruguay –también como en el presente- ostentaba el título de Campeón de América conseguido en 1983. El grupo lo integraban –además de Uruguay- los chilenos y ecuatorianos.
El panorama se complicó desde el primer partido en Montevideo. Apenas una agónica victoria en el último minuto conseguida con gol de Venancio Ramos. El calendario marcó el viaje a Santiago para enfrentar a Chile. Una derrota por 2:0 con goles de Rubio y Aravena complicó todo. ¡Sí o sí el triunfo en Quito resultaba imprescindible! Aquella tarde se jugó con el cuchillo entre los dientes, después de una conflictiva estancia previa en Lima preparando el partido, con el Profe Borrás reuniendo a los jugadores a quienes entregó un papelito y una lápiz, pidiéndoles que escribieran el equipo que ellos entendía que debía jugar ante Ecuador. Con goles de Saralegui y Francescoli el triunfo por 2:0 abrió el decisivo y último partido en el Estadio Centenario.
Los chilenos se alojaron en lo que hoy se llama Hotel NH y que en aquel entonces se llamaba pomposamente Hotel Columbia. No existían las redes sociales, pero el mensaje boca a boca que lanzaron las esposas de dos jugadores, ambientó una muy nutrida presencia de hinchas con bombos y cohetería en la calle Reconquista, frente al hotel. Obviamente que la policía, requerida por los dirigentes trasandinos, nunca apareció. Y así, toda la noche, dale que dale a la generación de ruidos, determinó que los chilenos la pasaran, por lo menos, algo mal.
En la cancha, con las tribunas repletas del Estadio Centenario, un prematuro gol de Batista con un cañonazo de tiro libre, abrió el camino a la victoria. Empató de penal Aravena y, también de penal, Venancio puso el 2:1 a favor. Sin embargo, con la aguja del reloj marcando el final del partido, un tiro libre a favor de los chilenos, contra el arco de la Amsterdam, metió miedo en todos los orientales. Con el empate clasificaba Chile. La zurda impresionante del “Mortero” Aravena generó un estado de nerviosismo con un silencio que se cortaba en el aire. Uno, dos, tres pasos y cuando fue a rematar, apareció un limón que picó al lado de la pelota en el momento justo en que Aravena remató. ¡La tiró a las nubes! El autor de la travesura salvadora fue aquel genio del fútbol que fue Venancio Ramos.
EN LIMA, EN 1989 Y CON TABÁREZ DIRIGIENDO A URUGUAY
El tiempo avanzaba lentamente en aquellos años. Los cambios no resultaban tan vertiginosos como en el presente. El grupo eliminatoria para llegar a la Copa del Mundo de Italia 1990, marcaba los enfrentamientos en el triangular ante Bolivia y Perú. A los celestes los dirigía Oscar Tabárez y en aquel gran plantel figuraban nada menos que Enzo Francescoli, Nelson Gutiérrez, Hugo de León, Eduardo Pereira, Antonio Alzamendi, Ruben Sosa y otros grandes que en la historia han sido.
Perú es tierra de “chamanes”, de brujos, donde el espíritu de los incas y sus creencias aún hoy están muy metidas en el corazón de cada descendiente de indígenas, de aquellos que construyeron nada menos que el Imperio Inca transformado luego –cuando Pizarro los conquistó- En la cabeza del Virreinato del Alto Perú.
Uruguay llegó a Lima en una tarde gris, como son todos los días y todas las tarde de la capital del Perú, porque así lo quiere la Madre naturaleza que le ha quitado el sol a ciudad imperial. En esa ocasión el lío lo armaron en el aeropuerto Jorge Chávez. También en esa ocasión un grupo de unas 200 personas comenzó a gritar consignas contra los orientales que llegaban. Tiraron algún huevo y la gran sorpresa fue la aparición de un brujo, en medio de la turma. Se puso frente al ómnibus portando una calavera y dos patas de pollo atadas con una cinta. El hombre emitía profecías. Sostenía que las patas de pollo atadas significaban que él ya dispuso con sus yuyos y sus brujerías, que los pies de los uruguayos no funcionarían. El fotógrafo que siempre nos acompañó en aquel tiempo lindo –Antonio García-, registró las imágenes. Por mi parte, entrevisté al brujo que miraban sin mirar, como en si estuviera en un éxtasis interior muy especial… Fue tapa de “El Diario” aquella nota generada en medio de las agresiones al llegar Uruguay a Lima.
Después, en la cancha, los celestes dirigidos por Oscar Tabárez, se despacharon con dos golazos –uno de la “Hormiga” Alzamendi y el otro de Ruben Sosa, “El Poeta del Gol”-, sellando un contundente 2:0 a favor que fue la victoria decisiva para que Uruguay luego clasificara para la Copa del Mundo de Italia 1990.
Así que como los limeños repitieron anoche algo parecido a lo de 1989, ojalá que esta noche –como sentencia el tango- la historia vuelva a repetirse…